Nosferatu, de F.W. Murnau, clásico del expresionismo alemán, de los primeros filmes
Escritores de ciencia ficción y guionistas muestran visiones devastadoras sobre la capacidad de infectar y de propagarse de esos migroorganismos, con efectos devastadores para el hombre
Lunes 27 de abril de 2009, p. a10
Son más letales que monstruos de tierras lejanas. Más mortíferos que cualquier alienígena. Incluso, más que algún demonio o espíritu maligno. Se trata de los antagonistas más invencibles para los seres humanos: los virus, que en el cine han sido motivo de apocalípticas historias.
Esas entidades biológicas patógenas forman, desde los inicios del séptimo arte, parte de la imaginería argumental de escritores de ciencia ficción y guionistas, que muestran visiones de la extinción humana, debido a la capacidad de esos seres de infectar y propagarse.
Uno de los primeros ejemplos es Nosfetaru, de F. W. Murnau (con su extraordinario refrito de 1979, filmado por Werner Herzog). En este clásico del expresionismo alemán –basado en la novela Drácula, de Bram Stoker–, el vampiro de nombre conde Orlok viaja de un castillo en los Cárpatos hacia una ciudad en Inglaterra, donde compra una casa. Pero en el trayecto lleva consigo un letal virus de peste negra, que acaba con la población de esa ciudad.
Rápida expansión en el celuloide
Los virus, elementos socorridos en la ciencia ficción, se expandieron por el celuloide desde décadas atrás. En 1956, en La invasión de los ladrones de cuerpos, dirigida por Don Siegel y basada en la novela de Jack Finney, unas esporas espaciales, con las características de un virus, dan origen a unas vainas de las que surgen copias idénticas de seres humanos. Abel Ferrara, gurú del cine de terror, hizo un remake de esta historia en 1993, y recientemente en 2007, Oliver Hirschbiegel, hizo una tercera, Invasores, protagonizada por Nicole Kidman.
En 1971 Michael Crichton escribió La amenaza de Andrómeda, novela que se trasladó al celuloide de manos de Robert Wise. En la trama, ubicada en una aldea de Nuevo México, un equipo encargado de recuperar un satélite descubre que casi todos los habitantes han sufrido una horrible muerte. Los que sobreviven son trasladados a un laboratorio situado a una profundidad de cinco pisos bajo la tierra, donde hallan que las muertes fueron provocadas por un mortífero microbio, que causaría estragos en todo el mundo.
Ese mismo año, el italiano Luchino Visconti rodó Muerte en Venecia, emanada de la novela corta La muerte en Venecia, de Thomas Mann. Es una historia de amor enmarcada en la decadencia de una ciudad infectada por el cólera, que si bien no es un virus, sí es una bacteria letal.
Seis años después, el canadiense David Cronenberg mostró sus virus con Rabia, historia que narra cómo, tras una operación experimental, una mujer desarrolla un miembro casi fálico en la axila, cuyo mordisco convierte a las víctimas en chupadores de sangre. La plaga, basada en un virus de rabia, sobrepasa las barreras de los apartamentos de una urbe canadiense para extenderse por el país.
Los temas sobre enfermedades o epidemias nunca pierden vigencia. En 1985, Ken Harrison filmó una historia que se enfoca en el virus de la influenza. Se trata de 1918, historia ubicada en el contexto de la Primera Guerra Mundial, en un poblado de Texas, donde está a punto de expandirse esa epidemia.
El inglés Terry Gilliam mostró en 1995, en Doce monos, un virus creado por el hombre que acaba con la mayor parte de la población. Un año después, Sam Firstemberg dio su visión en Operación ébola, en la cual un comando terrorista armado de extremistas sudafricanos asalta un laboratorio de investigación y roba un frasco que contiene el virus del ébola. En Estallido (protagonizada por Dustin Hoffman), Wolfgang Petersen plantea la propagación del virus africano en una localidad de California, luego de que el ejército de Estados Unidos incursiona en Zaire. Pero un mono, que es llevado en barco de regreso a América, es el culpable de transportar el virus letal.
Danny Boyle filmó Exterminio, en 2002, en cuya historia un poderoso virus es liberado en Gran Bretaña. Trasmitido a través de la sangre y de efectos devastadores casi de forma inmediata, el virus infecta a las personas con una rabia salvaje. Tiene su secuela y se espera la tercera parte.
En Resident Evil, mal lograda cinta, basada en el videojuego de terror y dirigida por Paul W.S. Anderson, un virus muta a los humanos en zombies. Existen dos secuelas: Apocalipsis y Extinción.
En 2007, Francis Lawrence filmó Soy leyenda, adaptación de la novela homónima de Richard Matheson, en la que un hombre (Will Smith) es el último superviviente de una pandemia que ha convertido a los habitantes de Nueva York y del mundo en muertos vivientes.
En El fin de los tiempos, del indio M. Night Shyamalan, se habla también de la extinción humana por medio de un letal veneno virulento emanado de las plantas, que causa síntomas desde alteraciones en el habla hasta el impulso de suicidarse. La pandemia comienza en el parque, y se propaga rápidamente a toda la ciudad y al país.
Sicosis, cuarentena y reality show
REC es la propuesta española de cintas de este tipo. Dirigida por Jaume Balagueró, narra cómo en un edificio un grupo de personas, entre inquilinos, policías y bomberos, que acudían a un llamado de rutina, quedan en cuarentena debido a que en el inmueble se desarrolla un extraño virus. Lo interesante es que también había acudido un equipo de televisión, que acompañaba a los apagafuego para realizar un reality show, el cual registra la transformación de las personas.
De todos colores y sabores, y de todas las formas, estos seres microscópicos se vuelven actores principales registrados en la historia del cine.