Estas son las cosas que una se lleva cuando se va
, dijo al ser invitada por el GDF
Gracias, Chavela Vargas
En vísperas del acto en su honor, en el Teatro de la Ciudad, la cantante atendió a la prensa; luego comió en un bar del centro, donde partió un pastel por sus 90 años recién cumplidos
Martes 21 de abril de 2009, p. a10
Ahí donde se paró La Piaf, en el escenario del Teatro Olympia de París, se paró Chavela Vargas en los años 80. Con los brazos extendidos en cruz y con un ¡Gracias, México!
se despidió del recinto a reventar. Igual en el Luna Park, de Buenos Aires; en el Carnegie Hall, de Nueva York; en Bellas Artes; en el Palau, de Barcelona; en el Albéniz, de Madrid. Fue su grito de batalla en los grandes foros y en los no tan grandes. Fue su rúbrica a lo largo de su carrera artística. Ahora que ha cumplido 90 años, la ciudad de México le devuelve tanto amor y devoción.
Así fue como le presentó ayer la secretaria de Cultura del Gobierno del Distrito Federal (GDF), Elena Cepeda, la invitación formal para que asista al tributo que se le rendirá hoy en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris. Ella acepta encantada. Sabe que se merece eso y más. Estas son las cosas que uno se lleva cuando se va
, dice.
Es la víspera de un gran día en la vida de una gran estrella. Se hospeda en un céntrico hotel. Sentada en su silla de ruedas, como si fuera un trono, atiende a la prensa, posa para las cámaras, bromea, habla por teléfono con Pedro Almodóvar, bulle con ganas de vivir y volverse a comer el mundo. “Ya voy para allá –anuncia por el teléfono a alguien de Cadena SER, de España, que la entrevista en vivo desde Madrid–, porque aquí me muero de hastío”. Los radioescuchas de la península ibérica, que la idolatran, vuelven a escuchar sus híjole
y sus ¿mande?
, tan mexicanos.
Ha vuelto a la vida
Después atiende a la agencia Efe, a la Televisión Española, a Carmen Aristegui, de CNN. A su vera, impecablemente uniformadas, se mantienen atentas sus dos enfermeras, ángeles guardianes. Con Radio Nacional de España se trenza en un intercambio caliente de chismes de última hora. Cuéntame más, más
, pide ávida. Chavela Vargas ha vuelto a la vida. Quién diría que hace apenas seis semanas los eminentes médicos del Instituto Nacional de Neurología se tronaban los dedos tratando de ahuyentar a la huesuda que rondaba su cama.
Ahora, a su alrededor revolotea la famosa modista española Elena Benarroch, la que viste a la primera dama Sonsoles Espinoza y a una cauda de luminarias europeas. Le acomoda obsesivamente las solapas de un saco negro, que le queda un poco grande. Después, opta por cubrirla con el jorongo jalisciense que viste en el escenario. Así sí. Le arregla el cabello con gel, apenas un retoque. Ha quedado perfecta, encendidas las luces sobre la memoria de una vida intensa.
con todos esos poetas que tenían por única escuela la universidad de la vida. Arriba, la diseñadora española Elena Benarroch acomoda con afán las solapas de la cantanteFoto Cristina Rodríguez
¿Cómo fue aquello que José Alfredo escribió una de sus mejores canciones en la ventanilla de un coche?
Fue a media mañana. Estaba medio borracho. Yo también. Era un poeta de una finura increíble, capaz de bordar sobre el alma de su raza. No teníamos pluma, nos prestaron un lápiz labial. Empezó a canturrear y a apuntar: Te vi llegar y sentí la presencia de un ser maravilloso. Según él, estaba hablando con Dios. Después, alguien rescató esas letras de pintura roja abandonadas en la ventanilla. Si no, esa canción se hubiera perdido.
Para ella, los años 50 son la época de oro de la canción mexicana, con todos esos poetas que tenían por única escuela la universidad de la vida, que vivían al límite y rezumaban una creatividad impresionante
.
Vargas, la chamana
Otras dos brillantes mujeres se afanan en el entorno de la estrella. Su mánager en Europa, Mariana Gyalui –quien también produce, entre otras, las presentaciones de Sara Baras, Nina Pastori y Concha Buika–, y su amiga María Cortina, promotora del homenaje y encargada de asuntos internacionales de la Secretaría de Cultura capitalina.
Otro flash de la memoria: En 2003, un chamán en San Luis Potosí me consagró como chamana. Me entregó un medallón amuleto. Cuando me pongo ese collar de chaquira es como si me cubriera con una casulla que me protege. Así voy yo por el mundo
.
Con esa investidura sigue. Y sigue. Llega la hora de comer y Chavela Vargas, avecindada desde hace años en Tepoztlán, quiere reconocer la ciudad de sus andanzas. De la calle Palma echa a andar la comitiva hacia el bar La Ópera. Los comensales se agitan de emoción. La gran señora reparte autógrafos y flashazos con su sonrisa de mazorca, blanca y reluciente. Botanea una ensalada de queso, tomate y aceitunas negras. Pide caldo Xóchitl y pescado como plato fuerte. Llega de sorpresa un pastel de chocolate y almendra. Es que acaba de pasar su 90 aniversario. Quién como ella.
Hoy, por la noche, la veremos nuevamente en el centro del escenario. Ahora toca decir: ¡Gracias, Chavela Vargas!