ónde quedaron los toros sevillanos, los Murube, los Miuras, los Concha y Sierra, los Pablo Romero por mencionar los más famosos y para cuyos ganaderos el más pequeño fallo significaba el desastre? Se cuenta, por ejemplo, que para don Eduardo Miura constituyó una tremenda contrariedad el hecho de que Juan Belmonte, en la feria sevillana de 1914, se atreviera a acariciarle el cuerno a un toro de su ganadería. Don Eduardo se resistía a creerlo: ¡No, falso! Gritaba y repetía al mayoral que le llevaba la noticia. Cuando no tuvo más remedio que aceptar la realidad, cuentan que mandó a la carnicería a toda una camada.

Toros que dieron prestigio a la ganadería en Sevilla y que permitieron la aparición de los grandes toreros de la tierra andaluza: Antonio Fuentes, Fernando Gómez El Gallo, fundador de la dinastía De Los Gallos, la maestría de Joselito y la gracia de su hermano Rafael, Juan Belmonte, Chicuelo, Pepe Luis Vázquez y Curro Romero, el último representante de esta lista de toreros.

Ese torear lento, muy lento, adormilado, gracioso. Esa gracia esencial del toreo sevillano. Ese no querer terminar algo y perderse por donde otros se salen. Esos pases sorpresivos, fuera de lo común. Vendaval de raíces del campo bravo andaluz y leyendas en blanco y negro. Juego melancólico sobre el redondel de la Maestranza para volverse parte del paisaje. La noche torera viuda de estos grandes del toreo, sigue vestida de negro en espera de un amante que le haga palidecer a sus antecesores.

Esta semana en la continuación de la feria sevillana con las corridas de tronio, Morante de la Puebla, sin José Tomás en los carteles, tiene la oportunidad de ocupar el espacio que dejaron los grandes del toreo en Sevilla. ¿Podrá Morante dar el campanazo que esperan los sevillanos?