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TOROS

A precios abusivos, en armoniosa pachanga, sin críticas ni protestas, sigue la Feria del Caballo

Decepcionante encierro de Vicky de la Mora echa a perder el duelo de Macías y Adame

Uno practicó el toreo bufo y triunfó; el otro, pese a su severidad, perdió los apéndices

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Las escaramuzas charras, uno de los atractivos de la Feria del Caballo que se realiza en Texcoco desde hace más de 25 años, en la cual también se llevan a cabo las corridas de torosFoto Cuartoscuro
 
Periódico La Jornada
Lunes 20 de abril de 2009, p. a46

Arturo Macías El Cejas se divirtió más que nadie durante la novena corrida de la feria de Texcoco, al jugarse el pellejo con un novillo al que le cortó una oreja con derroche de aguante y... sentido del humor. El astado era pequeño y dócil, tenía cara de vaca lechera y no tiraba una cornada, pero el diestro supo tratarlo con alfileres en el primer tercio de la lidia, arriesgando un ceñido quite por gaoneras, y logró que llegara con gas a la muleta para ensayar el toreo bufo, seguramente sin desearlo ni habérselo propuesto: la faena le salió así.

El encierro de Vicky de la Mora resultó una broma amarga. Después de pagar 250 pesos por un asiento de tendido general o casi el triple por una barrera de primera fila, para ver a Joselito Adame alternando con El Cejas y llevando como primer espada a Eulalio López El Zotoluco, el público vio salir por la puerta de toriles un sexteto de chivos débiles y mansos, que se quedaban parados –en algunos casos al borde de la asfixia– luego de dar un par de vueltas al ruedo y rematar en el burladero contrario.

El Zotoluco trató de cuajar a Sapo Cancionero, primero de su lote, que a fin de cuentas sería el más difícil de todos, pues terminaba las embestidas con la cabeza alta y lanzando gañafonazos. Pero cuando saltó a la arena el segundo de la mansada, que era también el primero para El Cejas, el timo se puso al descubierto. Había toreros, toros no.

No obstante, había música de pasodobles, el sol brillaba con fuerza, los alcoholes se vendían a discreción y la gente, que no llenaba ni media plaza, estaba contenta y celebraba todo. Casi nadie protestó por la insignificancia de los bichos –antes al contrario, muchos aplaudían al verlos irrumpir en el redondel–, ni cuando un trío de mulas enanas los arrastraba al destazadero.

El juez Gilberto Ruiz olvidado ya de su clamoroso fracaso en la corrida del 8 de febrero en la Plaza México, hacía también las veces de director de orquesta, cuando se ponía de pie y daba momentáneamente la espalda a la lidia para ordenar que dejaran de tocar los filarmónicos.

Tres zapopinas de lujo

Ante el carácter festivo y desparpajado de la faena de Macías, la labor de Joselito Adame con el último del encierro, no menos esforzada ni tesonera, contrastó por su severidad. Picado por el triunfo de su paisano de Aguascalientes, saludó a su segundo enemigo bordando cuatro verónicas a pies juntos y pidió el cambio de tercio en cuanto la vara del picador rozó la piel del novillo.

Y entonces ocurrió lo mejor de la tarde. Joselito citó de largo en los medios y dibujó tres zapopinas de lujo, confirmando que esa suerte, hoy por hoy, es la manifestación estética más representativa del toreo del siglo XXI, la más vanguardista, aunque por desgracia sea también la única en su tipo. Quienes no la conocían la aplaudieron a rabiar y algunos creyeron que se estaba gestando una faena en grande, cuando el joven diestro cubrió el tercio de banderillas sin mostrar grandes progresos y brindó a toda la concurrencia para iniciar su trasteo de muleta haciendo el péndulo sin moverse un milímetro.

Pero eso fue todo. El animalito se fue apagando poco a poco, a medida que embestía en redondo por el lado derecho, que era el bueno, hasta que se perdió la emoción. Sin embargo, el público quería que Joselito triunfara y guardó silencio para acompañarlo en la suerte suprema, que se tradujo en tres pinchazos y una estocada de prontos efectos más bien tardía. Ni modo. El próximo sábado, en Aguascalientes, El Cejas volverá a medirse con José Tomás...