Opinión
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Penultimátum

Disputa por los restos y los bienes de Pedro I

A

unque una encuesta mostró que 173 por ciento de los consultados aseguran desconocer su vida y milagros, hoy es noticia el hijo que procreó el nunca suficientemente bien llorado carpintero de Guamúchil, Sinaloa, con Lupita Torrentera. Y es que Pedro Infante I era un desconocido antes de morir hace tres semanas en Los Ángeles. Esto, pese a que en su haber figura una centena de películas e incontables presentaciones en teatros y palenques, en los que lucía vestido como su padre. Para alimentar la leyenda, unos dicen que Pedro I falleció víctima de una larga enfermedad; otros, que se suicidó de varias puñaladas.

Cualquiera que sea la causa, el pleito familiar por disponer de sus restos mortales es digno de figurar como ejemplo involuntario de la peor comedia negra. Su primera esposa, con la que se casó en México y de la que nunca se divorció, expresó que el deseo del finado era reposar en Amealco, Querétaro. Mientras la segunda, con la que contrajo nupcias en Los Ángeles hace nueve años, defendió la que, asegura, fue última voluntad de Pedro I: quedarse para siempre en la urbe californiana. Un juez dio la razón a la primera por una razón sencilla: ante la ley era la verdadera cónyuge.

Pero el deceso de Pedro I ha servido también para sacar del anonimato a hermanos, nietos y demás parentela del nunca suficientemente bien llorado. No para saldar en familia las cuentas que dejó su enfermedad y el pleito posterior por disponer de sus restos, sino para explotar unos días el sentimiento popular. Hasta cuenta bancaria abrieron para recibir donativos. El domingo le armaron en Los Ángeles un homenaje con la participación de varios grupos musicales de los cuales apenas uno es conocido: lo que queda de la Sonora Santanera. Fue un fracaso.

Y mientras los restos de Pedro I reposan en la morgue angelina, se intenta recibirlos como ídolo en la ciudad de México, con todo y misa de cuerpo presente en la Basílica de Guadalupe. De remate, los cuatro hijos fruto de sus dos matrimonios dan muestras de armonía al anunciar que unirán sus voces para demostrar el talento que heredaron de su abuelo. Como primicia, preparan un disco compacto con las canciones más sentidas del nunca suficientemente bien llorado. Pero ese entendimiento no durará mucho, pues las dos familias se aprestan a disputar los escasos bienes que dejó Pedro I.

Otro pleito se zanjó, por ahora: el de la subasta de los casi 2 mil objetos de gran valor que Michael Jackson reunió en Neverland, su hacienda de fantasía en el estado de California. Comenzaría el miércoles próximo, pero el rey del pop exigió suspenderla y un juez le dio la razón. Jackson desea quedarse con unos cuantos objetos que estima invaluables e irremplazables, de valor sentimental extraordinario, como es el caso de los guantes blancos que usó en 1983 en el video de la canción Billie Jean.