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Mundo de contrastes: Yolanda Massieu De los jornaleros agrícolas impresionan las condiciones de miseria, insalubridad, violación a sus derechos humanos y precariedad en las que trabajan. Algunos de ellos son indígenas monolingües y la mayoría no concluyó la primaria. En contraste, sus patrones, involucrados en mercados globales, son empresarios informados, al tanto de los precios externos, con nivel de educación superior. Recuerdan a los jugadores (algunos lo son), pues incursionar en los productos agrícolas exportables (hortalizas, frutas y flores) es como apostar en la ruleta. Estos empresarios disputan los mercados con sus pares estadounidenses. Generalmente son emprendedores, atentos a las innovaciones tecnológicas (IT) para lograr mayor rentabilidad. Confían más en las innovaciones extranjeras, ofrecidas por las corporaciones multinacionales que venden los insumos. Respecto a la relación entre la IT y los jornaleros, recientemente analicé cuatro casos: la producción de flor en Villa Guerrero, Estado de México; de papa en Coahuila, Guanajuato, Estado de México y Puebla; de jitomate y hortalizas en Sinaloa, y de papaya, en Veracruz y Chiapas. Todos se incluyen dentro de la agricultura globalizada, que crece a partir de los 80s, con las políticas neoliberales iniciales. Es competitiva, tiene mercados externos rentables y funciona en asociación con empresas comercializadoras estadounidenses (el único mercado externo). Esta agricultura se considera globalizada porque exporta y tiene un vínculo con el exterior por medio de la compra de insumos y los tratados comerciales. Ha sido caracterizada como “exportaciones agrícolas no tradicionales” y proviene de un cambio en la división del trabajo agrícola internacional: los países centrales se vuelven exportadores de granos básicos, varios países periféricos pierden su autosuficiencia alimentaria (como México) y dedican el sector rentable de su agricultura a producir hortalizas, frutas y flores, tanto para exportación como para los consumidores nacionales de altos ingresos. Las flores, producto de ornato, presentan también un crecimiento en su demanda en estos años, principalmente en los países centrales. El interés es indagar cómo opera la IT como dispositivo de poder en las cadenas agrícolas globales y afecta a los jornaleros de campo. La aparición de la biotecnología y genómica agrícolas, en manos de grandes corporaciones globales, moldea y genera relaciones sociales en la agricultura y afecta a los actores involucrados. Las corporaciones invierten grandes sumas en investigación para obtener nuevas variedades (transgénicas y convencionales), ante las cuales la inversión en investigación de los países subdesarrollados es mínima. Casi todos los empresarios de la agricultura globalizada dependen de las corporaciones para la compra de la semilla. Hay dos sectores de productores claramente diferenciados: los pequeños, que combinan los cultivos rentables con la producción de maíz y una diversidad de actividades, entre ellas la migración, y los grandes empresarios, vinculados a los mercados globales y la IT, que son los que contratan jornaleros. Respecto de la IT, en el caso de las flores hay una división entre la floricultura tradicional, a cielo abierto y la intensiva de invernadero, que es la que exporta. Casi todos los insumos son importados y los productores dependen de corporaciones multinacionales para la compra del material genético. En el caso de la papa, existió un proyecto de generación endógena de variedades transgénicas resistentes a virus, a partir de un convenio entre Monsanto y el Centro de Investigaciones Avanzadas (Cinvestav) del Politécnico. Las variedades fueron creadas, pero no llegaron a comercializarse y el virus al que son resistentes no representa un problema importante para los productores. La IT que aplican los grandes productores es la producción de semilla libre de enfermedades en laboratorios de cultivo de tejidos, una biotécnica suave, que no es ingeniería genética. Existen pocos laboratorios en el país, pero los empresarios los consideran un eslabón estratégico. Estos productores están organizados en la Confederación Nacional de Productores de Papa (Conpapa), que a la fecha ha logrado protección en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) para la importación de papa fresca de Estados Unidos. Las hortalizas en Sinaloa son un sector paradigmático en cuanto a cultivos exportables. La producción de jitomate se destinó a la exportación desde principios del siglo XX. Las innovaciones comprenden la plasticultura con fertirrigación, las semillas y los insumos son vendidos por corporaciones multinacionales. En Sinaloa la Fundación Produce prueba las diversas variedades comerciales y proporciona información a los productores. Para estos empresarios no funcionó el jitomate transgénico FlvrSvr de larga vida de anaquel y encontraron una variedad israelí convencional (Divine Ripe) con la misma característica, que les permitió un aumento de productividad importante. Existe una tendencia creciente a realizar toda la producción en invernadero, pues aumenta la productividad, se ahorra agua y se controlan las plagas. El caso de la papaya es importante porque México y el Caribe son centro de origen de la fruta, si bien las papayas nativas mexicanas ya no se siembran porque la variedad cubana Maradol, de mejores características comerciales, domina el mercado. Existe en el Cinvestav un proyecto de generación de variedades transgénicas resistentes al virus de la mancha anular, que es un problema significativo para los productores, pues pierden hasta 40 por ciento de la cosecha por esta plaga. También hay investigación de resistencia con variedades convencionales. En este caso, una empresa cubano-mexicana produce la semilla y están surgiendo pequeñas empresas semilleras, algunos productores prefieren producir su propia semilla. Parece ser que en las variedades nativas hay mayor resistencia al virus, pero aún no se obtiene una variedad resistente, ni transgénica ni convencional. En lo referente a los trabajadores, la floricultura emplea básicamente a jóvenes de la localidad, con alta rotación, es frecuente que pasen de una empresa a otra sin cambiar sus condiciones. Es una gran generadora de empleo: el invernadero requiere mil jornadas/hectárea/año. En los 80s se prefería contratar a mujeres, hoy, ante la migración y la escasez de mano de obra, se contrata a ambos géneros. El pago es a destajo y los ingresos son mínimos: un peso por ramo armado en el centro de acopio y la cuota mínima es de 100 ramos/día. Es decir, cien pesos diarios en 2007. En cuanto a la papa, en Guanajuato los jornaleros son básicamente mujeres y niños, pues los hombres adultos migran. En 2000 se pagaban cien pesos por jornada. Los laboratorios de cultivo de tejidos generan un nuevo tipo de empleo, básicamente para mujeres. Si bien la cantidad de empleos generada es mínima, los empresarios ven futuro como productores de semilla si se abre el mercado de papa fresca. A la producción de hortalizas en Sinaloa migran indígenas de comunidades muy pobres de Guerrero y Oaxaca desde hace varias décadas. Viajan las familias completas en condiciones difíciles y el trabajo infantil es una constante. Es muy clara la estratificación entre jornaleros y jornaleras indígenas, algunos de ellos monolingües, sin primaria concluida, y las trabajadoras de los invernaderos, que son locales y con mayor escolaridad. En caso de generalizarse la producción total en invernadero, impactaría el mercado de trabajo y posiblemente excluiría a los jornaleros indígenas. Los múltiples intentos de sindicalización han fracasado y recientemente parecen ser más frecuentes organizaciones étnicas que reivindican derechos humanos y laborales. La población jornalera de Sinaloa generalmente regresa a sus pueblos en Guerrero y Oaxaca y un mínimo porcentaje busca suerte en Baja California y/o del otro lado de la frontera. Se paga por destajo, con un salario que oscilaba entre 56 y 80 pesos diarios en promedio en 2001. Este salario se reduce porque los migrantes tienen que recurrir a las tiendas de abarrotes de los campamentos, con precios altos. En algunos casos no pueden salir y no se permite la entrada a visitantes. Puede ser que se queden días sin trabajar, cuando el precio en Estados Unidos no resulta costeable. En la producción de papaya en Veracruz se contrata fuerza de trabajo local y en Chiapas guatemalteca. La producción es para consumo nacional y para exportación. México es el principal exportador mundial de papaya. El empaque para el mercado externo, realizado por mujeres, comprende lavado y clasificación de la fruta y es una labor diferenciada del trabajo en los campos, donde trabajan hombres y mujeres. El salario local en Veracruz oscilaba entre los 125 y 133 pesos diarios en 2005-2007. En el caso de los trabajadores guatemaltecos en Chiapas, la remuneración era de 60 pesos diarios en 2006 y los empresarios les proporcionan comida y alojamiento. En todos los casos no hay contrato escrito, el empleo es temporal y no hay ninguna prestación, aunque varios sindicatos oficialistas les cobran cuotas a los jornaleros sin consultarlos (sobre todo en Sinaloa). Ante la dependencia tecnológica y los altos costos por los insumos importados, la rentabilidad de esta agricultura descansa en los bajos salarios. Se usa tecnología del siglo XXI en condiciones laborales del XIX. |