ay en los hombres unos conductos que comunican el testículo con la uretra; se denominan vas deferens o vasos deferentes. Son unos tubos de aproximadamente 30 centímetros, cuyas paredes están formadas por músculo liso a través del cual viajan los espermatozoides. Durante la eyaculación, es decir, cuando se produce la emisión de semen, las células sexuales formadas en los testículos se desplazan gracias a las contracciones de estos conductos. En el trayecto reciben la aportación de dos glándulas: las seminales y la próstata, cuyos componentes forman finalmente el líquido seminal que es impulsado activamente hacia el exterior…
Por lo tanto, la ausencia de estos vasos deferentes se traduce inevitablemente en esterilidad masculina. Se trata de una condición rara (ocurre entre uno y dos por ciento de los casos de infertilidad en los varones) y tiene origen durante la formación del embrión. A pesar de su rareza, es revelador del papel que juegan los genes en las funciones sexuales y reproductivas.
Durante mucho tiempo se ha creído que la formación de los vas deferens depende de un gen masculino que se localiza en el cromosoma Y. Como recordarán las lectoras y lectores por lo que aprendimos en la escuela, se supone que las mujeres tienen una combinación de cromosomas sexuales XX y los hombres XY. Pues bien, de acuerdo con esto, habría un gen masculino llamado SRY, localizado precisamente en el cromosoma Y, que sería el causante de la formación del testículo; y la secreción de testosterona por parte de este órgano primario determinaría la formación de diferentes estructuras, entre ellas los vas deferens. Pues resulta que esto no es cierto… O al menos no totalmente cierto.
Hay una condición que se ha estudiado desde hace varios años en la que no existen estos conductos y que se denomina ausencia bilateral congénita de vas deferens, la cual se produce por mutaciones en un gen llamado CFTR, que se localiza, no en los cromosomas sexuales, sino en el cromosoma 7. Este síndrome se relaciona estrechamente con otro padecimiento: la fibrosis quística, que daña de manera importante los sistemas respiratorio y digestivo.
No se sabe cómo las mutaciones de este gen interfieren con la formación de estas estructuras sexuales. En condiciones normales, el CFTR regula el transporte de cloro mediante la membrana de las células, lo que llevaría a pensar que el desplazamiento correcto de este ión (el cloro que tiene una carga eléctrica negativa) es indispensable para la formación de estos conductos.
La ausencia de vas deferens como resultado de las modificaciones en el cromosoma 7 constituyen un ejemplo, entre muchos otros, que muestra que las funciones sexuales y reproductivas en nuestra especie no dependen únicamente de los cromosomas sexuales, sino que son el resultado de la acción de múltiples genes localizados en los cromosomas no sexuales denominados autosomas.
Lo anterior obliga a replantear nuestras ideas, ya muy arraigadas, acerca de las bases genéticas de la sexualidad y la reproducción, que nos han llevado a creer que estas funciones tienen localizaciones muy precisas en el genoma, lo cual puede conducirnos a conclusiones completamente erróneas. Resulta indispensable cambiar este enfoque especialmente en la educación (en todos los niveles, incluido el posgrado), pues dirige a desarrollar ideas esquemáticas que, si bien son bastante cómodas, se alejan por completo de la realidad biológica en nuestra especie.