anto el ejercicio del poder político como la aplicación del presupuesto público, los procesos legislativos, la comunicación y el concepto de democracia se han separado cada vez más de las necesidades de la sociedad.
Partidos y sindicatos, gobiernos y cámaras legislativas, medios de comunicación y concesiones han derivado en la partidocracia y el gremialismo, en la separación de la clase política amurallada en los fueros, prerrogativas y dietas, en el control de la información y la programación.
El Estado transformó y deformó su función distributiva del producto nacional en formas groseras de clientelismo y filantropía, al servicio de los grandes monopolios del comercio, fomentando con ello lo que se considera el cáncer de la economía informal
, luego de haber llevado todos los procesos económicos por el camino del librecambismo.
Todas las decisiones e informaciones relevantes están al margen de nuestro concepto de ciudadanía, mismo que camina no al paralelo, sino de manera cada vez más divergente de los conceptos de la política, la economía y la información.
El amarillismo, el alarmismo, la disputa pública entre poderes y funcionarios, la polarización de los partidos, el estridentismo, no han conducido a la politización de la sociedad, sino a una tendencia hacia el alejamiento, la abstención y el mutismo. Todos los partidos y los gobiernos cada vez se parecen más entre ellos y, como parte de su actividad, arrojan lugares comunes y declaraciones que pocas veces logran la reflexión y la convocatoria hacia la participación ciudadana.
De este breve balance se podría empezar a desprender lo que serían las exigencias desde la ciudadanía, presionando sobre los procesos gubernamentales, la aplicación del presupuesto público, de las políticas fiscales, separadas totalmente de las formas de representación política y de las formas para incidir en las decisiones de orden público.
La ciudadanía debe empezar a construir de manera propia un programa integral que genere no sólo contrapesos, sino que transforme las estructuras del poder en todos los sentidos, mediante formas de democracia directa, y convierta el espacio cercano, el mundo cotidiano, en un campo de batalla por las decisiones en todos los aspectos.
A veces sueltos y separados, vistos en diversos sectores, es posible ir construyendo los puntos de ese programa integral hacia la ciudadanización, que va desde los procesos electorales contra la exclusividad de los partidos políticos para acceder a la representación política hasta la necesidad de una comunicación comunitaria y local que mantenga altos niveles de información y cultura por encima de los accesos globales.
Para generar las condiciones económicas de la ciudadanización, liberadas del clientelismo político, hay que retomar los conceptos de la renta básica universal (RBU) que significa el derecho de cada ciudadano a percibir una cantidad periódica que cubra las necesidades vitales sin que deba haber contraprestación alguna. Se inscribe dentro de los mecanismos de distribución de la renta encaminados a la eliminación de la pobreza, no por la vía de los subsidios, sino del producto interno bruto, a fin de que todo ciudadano tenga las mismas oportunidades y se parta de una misma base al cumplir la mayoría de edad, es decir, al llegar el tiempo de los derechos y las obligaciones ciudadanas.
La RBU no consiste en tarjetitas ni seguros del desempleo, no está ligada al gremialismo, sino que etiqueta el presupuesto para equilibrar y elevar el valor del trabajo expresado en el producto bruto de cada estado.
Si esto queda ligado a las formas de democracia directa, como es el cabildo abierto por colonia, a fin de integrar una comunidad que decida a partir de la planificación de los servicios públicos o la generación de diagnósticos para la aplicación del presupuesto gubernamental, estaríamos entrando en una integración gobierno-comunidad que sería un paso para la ciudadanización de las formas de gobierno, que daría resultados en temas como la seguridad, el transporte, el espacio público, los servicios urbanos y su calidad.
Medios de comunicación propios para el debate y la integración comunitaria son básicos y necesarios para hacer efectiva la ciudadanización, pues esta no puede ejercerse basada en los prejuicios y la inducción.
En el caso del Distrito Federal, la municipalización es un objetivo de la ciudadanización, ya que las actuales estructuras delegacionales no sólo son obsoletas, sino que generan alto nivel de conflictos entre ciudadanos y vecinos, trastocando el espacio público en cotos privados sin posibilidades de ordenamiento.
Renta básica, cabildos abiertos, referendo, plebiscito, medios de comunicación comunitarios, candidaturas independientes son parte de un programa hacia la ciudadanización para reconstruir el tejido social que se ha perdido y las decisiones que han sido secuestradas.
Contra el hartazgo, no a la abstención y sí a la ciudadanización.
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