El músico brasileño ofreció concierto en la plaza de armas en el festival de Zacatecas
La burocracia está muy lejos de los placeres de un artista, comenta quien fue ministro de Cultura de su país
Con guitarra en mano, fue de la bossa nova a la samba y del bolero al rock
Jueves 9 de abril de 2009, p. 8
Zacatecas, Zac., 8 de abril. Gilberto Gil, gloria musical de Brasil, se presentó en concierto en la plaza de armas de esta ciudad, en el 23 Festival Cultural Zacatecas 2009. Por dos horas, acompañado sólo de su guitarra y en ocasiones haciendo dueto con su hijo Ben, fue de la bossa nova a la samba, del bolero al rock, de lo cadencioso al ritmo frenético.
No fue el lleno de otros conciertos en ese sitio. Es más, asistió la mitad de lo registrado con Arjona y un poco menos que con Benny. Así está la ciudad. Ni modo
, lamentó una persona de producción del festival.
Quienes asistieron tuvieron una gran dicha, el privilegio enorme: vieron y oyeron a uno de los grandes de la música brasileña de la actualidad, quien desde niño mostró inclinaciones musicales, cuando a los 8 años jugaba con un acordeón.
Ese niño nacido en Bahía cuenta hoy con unos 50 discos; es decir, ha compuesto unas 500 canciones. Con ese cargamento llegó a la tierra de López Velarde. Tomó su guitarra y a darle.
Desde Farolito hasta Imagina
En español cantó Farolito, de Agustín Lara, a quien ubicó entre los músicos que han influido en él.
Así, hasta llegar a Imagina, de John Lennon, que con su bossa se escucha enriquecida. Un tributo a los orígenes, a los sonidos de África, tierra madre. Tocó varias sambas, algunas aderezadas con rock, con reggae.
Dos temas de Bob Marley hicieron bailar a decenas frente al escenario. La noche estaba más bien fría, pero el estilo de tañer la lira, heredada por los viejos maestros de Brasil, envolvió a la concurrencia con su cálido ritmo.
Antes del concierto, en rueda de prensa, Gil expuso que “medidas como la ley 50-50 –que obliga a transmitir por radio una canción nacional por una extranjera–, establecida en Venezuela para proteger su música, deben verse como provisionales en la búsqueda de equidad”.
Gilberto Gil (Gilberto Passos Gil Moreira, 26 de junio de 1942, Salvador, Bahía), tras ensayar y probar el sonido, opinó sobre las ventajas de que un artista ocupe un cargo público, puesto que él fue ministro de Cultura: “La importancia más grande no está justo en que un artista esté más cerca de un supuesto conocimiento de lo que es la cultura.
Lo más importante es que a un artista lo consideren ciudadano común, y por eso capaz y listo para ocupar una función pública. Normalmente los artistas son considerados algo alejado de la vida común, ciudadana, de las cuestiones prácticas.
–¿Se sintió cómodo al ejercer funciones burocráticas?
–No exactamente, porque tenemos una vida, una costumbre muy particular, con horarios propios, con una cotidianidad específica de los artistas, que es muy distinta al horario de un burócrata. La burocracia está muy lejos de lo que son los gustos, los placeres de un artista, pero cuando acepté ser ministro lo hice de buena manera.
Me dije: ahora tengo que olvidar un poco lo que es la vida artística, las costumbres de vida. Cambié mis horarios, mi forma de vivir y ya no estar con la familia en casa; estuve en funciones muy variadas por casi seis años. Eso puede ser confortable para un ciudadano. Me entregué a la función como un ciudadano cualquiera. Hubo sacrificio y tuve que acostumbrarme a los hábitos de la vida burocrática, pero con gusto y no me aburrí. Preparé la mente.
–¿Qué le falta por hacer?
–No sé. Quizá cuando fui joven, como mucha gente, tenía ambición, ganas, sueños y planeaba. Tenía metas.
“Ahora, desde hace unos 15 años, vivir y estar vivo es demasiado placer y distinción para una mente, para un alma. Sólo quiero vivir, hacer cosas, trabajar, ocuparme. Mientras tenga salud seguiré trabajando, pero ya no con planes y cosas así. Las cosas ocurrirán como tiene que ser y yo me pongo a disposición de la vida para ofrecer respuestas. No tengo metas. No.
Ahora ya estoy fuera del gobierno en el que me sentí bien, primero porque era de un presidente (Lula) muy querido, especial, que salió del pueblo, de los sectores populares de la sociedad, y cultivó este amor por la solución de los problemas que afligen a la sociedad.
Me encanta la fusión
–¿Qué opina sobre las actuales fusiones con la bossa nova?
–Me encanta. También que se encuentren de nuevo las músicas de Brasil y México. La presencia de la música brasileña en este país no es hoy tan fuerte, como lo esperarían muchos mexicanos y brasileños. Nuevos artistas se interesan en ello e imponen un valor. Hace falta que artistas brasileños se interesen por los mexicanos, como lo hicimos en mi generación, con Milton Nascimento, Caetano Veloso, Chico Buarque, Elis Regina… tantos que tuvieron presencia en la música de Agustín Lara, que se reflejó en las películas.
Hubo una época en Brasil, en los años 50, con el bolero y todo eso, que tuvo una presencia extraordinaria de la música de México. Después se perdió eso, entre otras cosas por la hegemonía de la música estadunidense en todos los países. Se pagó un tributo permanente a la música de Estados Unidos.
–¿Hay un resurgimiento de la bossa nova?
–Después de la primera ola de aceptación de los estadunidenses, los europeos, en especial los franceses, y los sudamericanos, hubo un tiempo de olvido. Después los ingleses y los japoneses, principalmente, la tomaron como una música importante.
“Para eso fueron decisivos los diyéis, la música electrónica. Hubo una suerte de renacimiento. Hubo un rencantamiento con la bossanova, con música de Jobim, por ejemplo. Esto se dio en Italia y en Francia. Ahí revivió la bossa nova, especialmente por la influencia de la música electrónica, con las mezclas.”