n los cuentos clásicos las historias de amor siempre suceden en un castillo. En la ciudad de México tenemos nuestro Castillo de Chapultepec, de rica y muy antigua historia, es buen lugar para una exposición sobre Alma Reed, escritora y periodista estadunidense que vino en 1923 a México, enviada por The New York Times para hacer un reportaje sobre las ruinas mayas de Yucatán. Ahí conoció al gobernador Felipe Carrillo Puerto y surgió un apasionado romance, aunque fue corto ya que el mandatario fue asesinado al poco tiempo. Sin embargo fue suficiente para que la figura de la mujer quedara inmortalizada en la canción Peregrina, que mandó hacer el gobernador a Ricardo Palmerín, con la letra de un poema de Luis Rosado Vega.
Muchos más son los méritos de Alma Reed que le merecen una exposición en el histórico recinto, ya que toda su vida fue una promotora de la cultura y el arte mexicanos. Cuando regresó a su país creó la Sociedad Estadunidense de Amigos de México, abrió una galería de arte mexicano y publicó innumerables artículos y libros sobre nuestra cultura. Como reconocimiento a su labor de promoción y su amor por el país, en 1961 el gobierno mexicano la condecoró con el Águila Azteca.
La exposición se titula Alma Reed, fragmentos de un retrato; en ella se muestran artículos personales, textos y objetos que tuvieron que ver con su vida y labor: las hermosas vestimentas yucatecas, sombreros, aretes, reportajes, correspondencia y publicaciones de la época. Es una buena actividad para quienes se quedan a disfrutar la ciudad en Semana Santa y los que nos visitan.
Vea si puede combinar esta visita con la asistencia a la La Bella Durmiente, que escenifica maravillosamente la Compañía Nacional de Danza, en la majestuosa explanada principal del Castillo. Es un espectáculo único con más de 100 bailarines en escena, magnífico vestuario y la música subyugante de Tchaikovsky. La vista de la ciudad desde los balcones quita el aliento, especialmente si es un día despejado y se pueden ver al fondo los volcanes con sus crestas nevadas.
Ya estando aquí vamos a recordar algunos datos sobre la historia de nuestro castillo: desde la época prehispánica el rey-poeta Nezahualcóyotl mandó edificar una mansión de descanso en lo alto del cerro. Siglos más tarde, en 1784, el virrey Matías de Gálvez inició ahí mismo la construcción de un castillo y lo terminó su hijo y sucesor, el virrey Bernardo de Gálvez, dos años después.
Entre los múltiples usos que ha tenido el Castillo de Chapultepec se encuentra la de ser sede del Colegio Militar. Ahí se escenificó, durante la invasión estadunidense en ese año nefasto de 1847, el feroz ataque contra las magras fuerzas que defendían el bastión, entre otros, 200 jóvenes cadetes –casi niños– que perecieron valerosamente.
En 1864 Maximiliano suprimió el Colegio Militar y remodeló el castillo para que fuera su residencia. Al triunfo de la República, lo ocupó el presidente Sebastián Lerdo de Tejada, después llegó Porfirio Díaz y a su partida lo ocuparon por temporadas breves: Francisco I. Madero, Abelardo L. Rodríguez y Emilio Portes Gil; fue a partir de la presidencia del general Lázaro Cárdenas que el castillo pasó a ser museo y Los Pinos, la residencia oficial.
Para el piscolabis de rigor, al terminar la visita puede dirigirse a la cercana colonia Polanco, que tiene una vastísima oferta gastronómica. Para estos calores se antoja el Primo Bacio, pequeña y sabrosa trattoria italiana, situada en Emilio Castelar 122, con mesitas al aire libre que permiten disfrutar la vista del Parque de los Espejos, con sus altas palmeras, espejos de agua y bancas art decó. Las pizzas a la leña son incomparables. Mi favorita es la Enrica, preparada con jitomates frescos, mozzarella, jamón serrano y berros. Hay buenas pastas y ricos y originales postres. ¿Cómo ve una pizza de nutela con plátano y trocitos de nuez?, o el bizcocho de chocolate con helado de vainilla y chocolate derretido.