Opinión
Ver día anteriorLunes 30 de marzo de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Aprender a morir

Duelos laborales

H

e trabajado la mayor parte de mi vida –escribe Diana Rosales–, y luego de muchos años obtuve una casa mediante un crédito hipotecario del que actualmente me faltan por pagar unos 17 años. Desde que recuerdo he sorteado crisis tras crisis. En 1995 los intereses se dispararon y no pude hacer unos pagos, la hipoteca se amplió 6 años, de 30 a 36, pero entonces no perdí el empleo. Así he vivido los últimos 15 años, hasta que un día de este 2009 fui despedida. Tengo 47 años, soy divorciada y con tres hijos.

Leí su columna Enfrentar adversidades, del 16 de marzo, y me llamó la atención que vivir en crisis produce pérdidas que generan en el individuo un proceso de duelo que no es entendido cabalmente. Después de años de vivir con el Jesús en la boca, me pregunto: ¿podré sortear el pago de la hipoteca, además del alimento de mis hijos y cuanto implica el mantenimiento de un hogar?

Después de años me doy cuenta por qué no había entendido mis estados de ánimo, mi enojo, frustración y toda la carga emocional que ello implicaba; nunca supe expresar el dolor que sentía por dentro. Andaba siempre cabizbaja y, pudiendo haber buscado otra relación, ni siquiera hice el intento. Se fueron los mejores años de mi vida, mis hijos crecieron y tampoco me di cuenta. Sin saberlo, he vivido en un duelo. Me siento terriblemente mal, pues a mi edad es difícil conseguir empleo. Si no fuera porque uno de mis hijos ya trabaja, no sé qué haríamos. Me harté de consejos como échale ganas. Eso hice toda mi vida y no funcionó.

Alicia Ballesteros dice: seguimos viviendo como si la crisis fuera una forma de vida y no la que proviene de un sistema económico estúpido y manipulador. Nos habituamos a cargar en nuestros hombros un duelo agobiante. Sabemos que el duelo se lleva tras la desaparición de un ser querido, pero no se nos dijo que privarnos del empleo implica la pérdida de un bien con un alto significado.

Un amigo está desempleado y cayó en abandono emocional. Su vida se tornó angustiosa, y mientras busca trabajo vende algunos productos para solventar gastos; prácticamente se partió en dos. ¿Por qué nos permitimos vivir, sin saberlo, en duelos crónicos que afectan nuestra manera de pensar, ser, valorarnos y relacionarnos? ¿Hasta cuándo vamos a permitir esta situación? Se ha dicho que la crisis actual proviene de fuera, pero cuanto viene es desde dentro de cada uno y de un sistema que ya no da para más.