ay quienes todavía ven en la relativa estabilidad financiera de los últimos años del gobierno de Fox y el comienzo del de Calderón una virtud en el funcionamiento de la economía mexicana.
No debe olvidarse que esa estabilidad no propició el crecimiento económico, que se basó en las reacciones de Hacienda y del Banco de México a la fuerte entrada de divisas por el alto precio del petróleo y por las remesas. Fue una respuesta esencialmente pasiva a condiciones externas favorables y fuera del control del gobierno. Se sostuvo en la explotación de un recurso natural, el petróleo, pésimamente administrado, y en el éxodo de la fuerza de trabajo y el desquiciamiento del mercado laboral.
Tal estabilidad estuvo ligada al ciclo de expansión de la economía de Estados Unidos entre 2002 y mediados de 2008, es cada vez más débil y está sometida ahora a la fuerte recesión en la que se encuentra aquel país. Y si en México las graves condiciones de la crisis financiera global no se han expresado aún de la misma manera es en buena medida por la menor expansión del crédito que se dio aquí y que está básicamente bajo el control de los bancos extranjeros.
Esa contracción del financiamiento es hoy aún mayor y el sistema financiero funciona con fuertes cuellos de botella en cuanto al uso de los recursos y a los servicios que se ofrecen a los usuarios. Pero esta historia todavía está en curso y podremos ver un agravamiento en las condiciones de las carteras vencidas y en la capacidad de supervivencia de algunas empresas, y con intervenciones por parte del gobierno.
Pero en términos productivos la crisis ya está pegando de lleno en la economía mexicana. Los datos de enero no pueden ser más contundentes y, aunque sean ya conocidos conviene recordarlos para no perder el hilo de la evolución de la crisis y someter a análisis las respuestas de la política pública.
La producción, según se mide de manera adelantada cada mes antes de su registro trimestral, cayó en enero 9.5 por ciento respecto del mismo mes del año anterior, y 3.99 frente al mes anterior. La actividad industrial cayó el mismo mes de enero 11.1 por ciento y el renglón de las manufacturas bajó 14.8 por ciento. Las ventas al mayoreo registradas en 37 ciudades del país bajaron 6.6 por ciento y 4.6 al menudeo. Entre enero y febrero las exportaciones totales cayeron 30.5 por ciento, las petroleras 55.3 y las de manufacturas 25.9 por ciento. El impacto sobre el empleo va a ser muy fuerte y, con ello, en el ingreso de las familias, lo que hará crecer la ocupación informal y su consiguiente precariedad.
Ante esto no se advierte ninguna acción decisiva por parte del gobierno. No hay un seguimiento de los recursos que se han destinado al gasto en infraestructura y del avance de las obras. Tampoco se conocen de modo efectivo las repercusiones que está teniendo la política de gasto social para aminorar la presión sobre las familias de menores recursos en el país.
Hacienda tiene una cobertura sobre el precio del petróleo que dura por este año pero los meses pasan rápidamente y en un entorno de creciente deterioro de la economía. De los estímulos fiscales que dirige a las pequeñas y medianas empresas y los que aplican la Secretaría de Economía, Nafin o Bancomext tampoco se sabe su efecto, su costo y su capacidad de recuperación. Lo mismo ocurre con los recursos públicos que se dirigen a los grandes consocios con fuertes problemas de deuda y en donde juega también un papel principal la política de tasas de interés y de tipo de cambio que administra el banco central.
El comercio exterior no deja un sobrante de divisas que refuerce las finanzas públicas o la capacidad de gestión de la política monetaria: el costo del crédito y el precio del dólar. Los recursos petroleros y de remesas van a disminuir. A eso habría que sumar las corrientes de dólares que genera el narcotráfico, pero no hay una medición ni se conocen abiertamente los canales por los que fluye. Este es ya un componente decisivo de la operación de la economía y de alguna manera se filtra en la contabilidad nacional: producción y empleo, y también en el tamaño del sistema financiero con respecto al producto total que se genera en el país.
Entre tanto, Pemex sigue siendo un verdadero desastre. Ahora se habla de colocar acciones en la bolsa de valores y de hacer dos y no una refinería, puestas como se sabe a concurso entre los gobernadores de los estados. La ineficiencia de la Secretaría de Energía y de la dirección de la empresa petrolera es manifiesta.
No hay más que ver la foto de primera plana del sábado 28 en este diario con el director de Pemex, Reyes Heroles, tapándose la cara con las manos, y la secretaria de Energía, Georgina Kessel, con la mirada perdida en el infinito. Gráfica descripción de lo que ocurre en un sector clave que debería servir para detonar mayor actividad económica y empleo, orientar el uso de los recursos naturales y plantear la política energética y de tecnología del país, y no rezagarse del resto del mundo. La crisis no tiene ahora freno y el gobierno aparece más desconcertado.