En México, la banca de desarrollo ha aportado menos de 3 por ciento del financiamiento obtenido por la micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes) en la presente década, revela una investigación de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

Tal porcentaje ha disminuido paulatinamente como ha ocurrido con los créditos otorgados al sector por la banca privada y lo cual contrasta con el constante incremento en el financiamiento que consiguen estos negocios con sus proveedores.

No deja de ser paradójico que en un periodo de abundantes recursos fiscales, originados en los altos precios del petróleo, se optase por contraer el crédito de desarrollo, mientras que, por otro lado, se elevaron los gastos corrientes en todos los niveles de gobierno, sin impacto en la capacidad productiva ni del país, ni de los estados y municipios, advierte el estudio.

En 2001 las instituciones de la banca de desarrollo, principalmente Nacional Financiera (Nafin) y Bancomext aportaron apenas 2.9 por ciento del financiamiento utilizado por las mipymes, monto que se redujo a 1.9 por ciento para el año 2007.

En tanto, los créditos proporcionados por los bancos comerciales pasó de representar el 19 al 12 del financiamiento total de las mipymes en el mismo periodo.

Por el contrario, este sector empresarial que genera aproximadamente el 90 por ciento de los empleos formales en el país consiguieron la mayor parte de su financiamiento de sus proveedores, el cual representó 59.3 por ciento del total en 2001 y se elevó a 71 por ciento en 2007.

Todo lo anterior se explica por el desplome que registraron tanto los activos como la cartera crediticia de fomento de la banca de desarrollo, hace notar la Cepal en el estudio El financiamiento a las pymes en México 2000-2007: el papel de la banca de desarrollo que comenzó a ser difundido este mes.

La historia de la banca de desarrollo en México, según la Cepal, se ha caracterizado por ciclos de euforia en el otorgamiento de financiamiento y de ampliación de programas, seguido de periodos de depresión por fuertes pérdidas y descapitalización de las instituciones.

Sin embargo, agrega que luego de la crisis de 1995 que generó un sexenio de contracción y saneamiento parecía que la banca de desarrollo estaba lista para retomar fuerza como instrumento de fomento y así se anunció en el Programa Nacional de Financiamiento de Desarrollo (Pronafide), pero aunque al principio de la década se observó un repunte y se redefinió la misión de Nafin para apoyar las pymes, en los años siguientes se reanudó la tendencia declinante.