¡Uy: ahí viene AMLO!
Fantasmas inducidos
Colosio, uso electoral
uince años después, la elite directiva del PRI considera electoralmente redituable desempolvar la figura de Luis Donaldo Colosio, no para ahondar en exigencias de justicia o para pelear contra la amalgama de intereses y factores que en aquel momento crucial del salinismo prohijaron el crimen histórico, sino solamente para hacerse de un fetiche propagandístico (a la manera que el PAN ha pretendido con Juan Camilo Mouriño) y allanar el camino de retorno al poder pleno a muchos de los mismos involucrados en aquellos episodios oscuros. Con un México agravado en los males que el sonorense decía ver en un discurso de presunta ruptura y con la mira puesta en presuntos triunfos electorales en camino, tanto en las contiendas intermedias de julio próximo como en 2012, el departamento de mercadotecnia de un partido de tres colores se apresta a realizar hoy ceremonias varias, con bustos develados, auditorios reinaugurados y discursos de unidad electoral por encima de todo. Nomás faltarían unas palabras emotivas a cargo del licenciado Salinas.
El ventrílocuo de Los Pinos insiste en hacer que el muñeco denominado Germencito les eche bronca a los priístas electoralmente insurrectos por el narcotráfico que según eso sería producto nomás del pasado tricolor y no de ocho años de panismo gobernante. Ya patinó feamente la marioneta hecha de pasta blanca y azul al acusar calumniosamente a un candidato priísta a diputado federal por Ciudad Juárez, Héctor Murguía, de ser investigado por la DEA de andar en malos pasos (mentira ante la cual el permanentemente fallido buscador de parecer simpático no se ha disculpado ni nada parecido: calumnia, que ya ni modo). Pero al niño peleonero Martínez le ha ordenado su tutor español de publicidad, Solá, que insista en el punto mediante videomensajes por Internet, para convertir la tragedia del narcotráfico en puntaje electoral en favor de los candidatos panistas.
Frente al negocio conjunto de priístas y panistas no se levantan más que masivas esperanzas de cambio que aún no logran vertebrarse. Calderón, el Ausente, sigue dejando que el país se hunda o que otros lo tomen, pero a pesar de las evidencias de que está abriendo las puertas a la intervención gringa, y que permite barbaridades como las de Banamex o la refinería a debate, una buena porción de mexicanos sigue dejándose llevar por las manipulaciones mediáticas, sobre todo las electrónicas, sin alcanzar a precisar quiénes son los responsables de la crisis actual y cuáles son las perspectivas reales de lucha y transformación que se deben apoyar.
Una de las tareas más aplicadas que han cumplido esos medios de comunicación manipuladores es satanizar la disidencia y la lucha política. No es correcto, elegante ni bien visto creer en supersticiones populacheras como el fraude electoral de 2006
ni hacerle segunda a quienes, desde el despecho, la irresponsabilidad y la falta de ¡Amor por México! critican al heroico ocupante actual de Los Pinos y mucho menos creer en esos discursos atrasados, premodernos e incivilizados que proponen cambios mediante batallas cívicas. El objetivo constante de esas campañas de desprestigio máximo ha sido Andrés Manuel López Obrador, tratando de exterminarlo políticamente mediante la ridiculización, la difamación y una forma de segregación que descansa en variantes, apenas disfrazadas, de clasismo y discriminación social.
A pesar de todo, y contra las toneladas de material tóxico vertido en su contra mediante vuelos mediáticos tripulados, López Obrador ha seguido políticamente de pie, al frente de un movimiento vigoroso y persistente, con presencia en todo el país y, lo peor para sus enconados adversarios, con posibilidades de crecimiento electoral rumbo a 2012 que serán proporcionales a la comprobación pública que se vaya teniendo de que Calderón resultó ser un fraude no sólo en 2006, sino en el ejercicio de un gobierno que no ha sabido cumplir. Incluso, López Obrador se ha instalado ya como precandidato presidencial para 2012, cuando en 2006 sus enemigos le auguraban un destino siquiátrico con una banda tricolor deshilachada sobre el pecho y cuando todavía hoy subsiste una franja social de rechazo a su persona –especialmente construida por esos medios persistentemente difamadores– que en otras circunstancias haría improbable una candidatura con tantas cargas negativas en su contra.
Allí está de nuevo AMLO y sin que contra él haya mucho de dónde escoger en la franja partidista izquierda. La única alternativa, conforme a la fotografía política de hoy, sería el jefe del Gobierno capitalino, Marcelo Ebrard. Pero ha sido tan limitado el crecimiento político de éste, desde que negociadamente dejó la condición subordinada que mantenía respecto al tabasqueño para explorar sus propias posibilidades presidenciales, que López Obrador puede ser declarado algo así como el precandidato de la izquierda en proceso de recomposición mejor posicionado hasta el momento.
La definición de esas posibilidades presidenciales agrega riesgo sobre el movimiento social y sobre el propio López Obrador. No se trata solamente de ver quién estará mejor posicionado
a la hora de postular candidato, sino de prever las reacciones coléricas que esa sobrevivencia política causará en los factores de poder que cerraron el paso a Los Pinos mediante fraude electrónico y manipulación mediática pero que hoy, al ver que su víctima revive y se enfila nuevamente a la contienda, pueden buscar dosis mayores o métodos más lesivos. Por ello resulta igualmente peligroso que en el PRI se pretenda convertir el asesinato de Colosio en una fecha de calendario cívico sin contexto ni explicación y que los dos socios de largo expediente, PAN y PRI, sigan jugando públicamente a echarse la bolita sobre el tema del narcotráfico que no solamente ha tenido implicaciones económicas y sociales en México sino, también, de trabajo sucio en materia electoral y política.
Y, mientras el PRI de Nuevo León se queda sin alianzas, ¡hasta mañana, con la jerarquía católica defendiendo su derecho a hacer grilla!
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