El Teatro Real de Madrid presenta su tercera producción de esa ópera de Wagner
La propuesta está a cargo de Ian Judge y Jesús López Cobos, directores de escena y musical
Un personaje con vocación de héroe lleva a cuestas la dicotomía entre cultura y civilización
Sábado 21 de marzo de 2009, p. 2
Madrid, 20 de marzo. Unas semanas después del estrepitoso fracaso del estreno de Tannhäuser, una de sus óperas más representativas, Richard Wagner definió al personaje principal como un artista sediento de vida hasta lo más profundo de su corazón
.
Ese trovador enamorado y, al mismo tiempo, preso de una voracidad sexual infatigable, sufre su particular catarsis vital: de la cueva de Venus, enclavada en una montaña de puertas secretas, pasa a la flagelación penitente frente a la cruz.
El Teatro Real de Madrid, con una producción de Los Ángeles Ópera, representa estos días una versión carnal, sensual, colorista y, sobre todo, de altísima calidad musical del Tannhäuser.
El director musical, Jesús López Cobos, y el experimentado director de escena Ian Judge, conocido por su trayectoria en la Royal Shakespeare Company, son los responsables de esta nueva puesta en escena de una de las óperas románticas por antonomasia de Wagner.
En esta caso se eligió la conocida como la versión de París, es decir, la que incluyó las modificaciones que hizo el compositor antes de morir.
Duras críticas en Viena
Tannhäuser fue la única ópera que rescribió Wagner, al cambiar de forma sustancial la bellísima obertura –acortándola para facilitar la transición con el primer acto– y en la que también hay un papel más relevante para Venus, personaje crucial de la trama y que en la conocida como versión de Dresden apenas tiene participación en el montaje.
Esta producción angelina de Tannhäuser –que pasó por Viena con estruendo, al recibir duras críticas– se ciñe, como asegura Judge, al libreto de Wagner, circunstancia que no ha evitado ser adjetivada de vulgar
, soez
y provocadora
, sobre todo por los primeros 35 minutos del primer acto.
Durante el pasaje más erótico y sensual, tanto musical como escénico: el trovador enamorado vive ajeno al paso del tiempo en el Venusberg, esas cuevas misteriosas en las que todos los que viven lo hacen con la única vocación de entregarse en cuerpo y alma a la sexualidad más frenética.
En el escenario, mientras se escuchan los bellos acordes de la obertura y los primeros compases románticos, comienzan a aparecer plataformas giratorias con distintos niveles de acción en los que se funden actores y bailarines de figuras esbeltas.
Se desnudan, se besan, se estrujan, se acarician y se lamen con la carnalidad más animal, mientras la música de Wagner sigue sonando. Y así, entre las cuevas, se vislumbra la pareja enamorada de Venus y el trovador Tannhäuser que se prometen amor y caricias perpetuas, pero también a los demás habitantes del Venusberg, extasiados y entregados al placer.
El escenario se torna rojo y empiezan a surgir, fugazmente, parejas o tríos que se tocan, se besan y se lamen hasta caer rendidos de agotamiento. De ahí a volver a empezar.
Pecados imperdonables
Cuando el trovador enamorado decide dejar atrás su vida al lado de Venus, el escenario cambia y hasta el tono musical se vuelve más pausado, pues ahora quien hasta hace unos momentos se encontraba abrasado por la sexualidad, está fundido en la nieve, de rodillas y rogando perdón frente a una impasible cruz católica. Es el clímax de la lucha, la penitencia y la redención de un personaje con vocación de héroe que lleva a cuestas esa dicotomía entre cultura y civilización.
Entonces comienza también la trama romántica de Tannhäuser, con su enamoramiento pertinaz de Elisabeth, con su condena implacable del puritanismo y las buenas costumbres de una sociedad que primero lo elevó a los altares más dignos por su canto y que, en un instante, le dio la espalda por sus pecados imperdonables
.
Este drama con tintes épicos lo interpreta en esta ocasión el alemán Peter Seiffert y la austriaca Petra María Schnitzer, considerados por la crítica como una de las mejores duplas para interpretar a los personajes complejos y difíciles, en lo musica, de Wagner.
El Tannhäuser que se monta por tercera vez en el Teatro Real, aunque en la primera etapa del recinto se representó 71 veces entre 1890 y 1921, concluirá temporada el 2 de abril.
López Cobos, quien dirigió con maestría al Coro y la Orquesta Sinfónica de Madrid, debió ampliar el coro a 85 voces para llevar a cabo esta versión, a lo que se añadió la complejidad de las 16 cornos franceses que incluye Wagner, con cuatro en directo y 12 grabados.