na pregunta que ha resultado inquietante a lo largo de muchos años se refiere al papel que desempeñan las hormonas en el comportamiento sexual en nuestra especie. Si bien no existen hasta ahora respuestas definitivas, algunas condiciones médicas particulares son reveladoras de esta relación.
Desde el punto de vista de la medicina actual, se identifican tres componentes en el desarrollo sicosexual: a) la identidad sexual, que se refiere a la manera en que una persona se considera o se representa a sí misma como mujer u hombre; b) el papel de género, es decir, las conductas típicas atribuidas a mujeres y hombres, tales como las preferencias por los juguetes entre los niños y las niñas o la conducta agresiva, entre otros aspectos, y c) la orientación sexual, que se refiere a la dirección del interés erótico (heterosexual, bisexual, homosexual) e incluye conductas, fantasías y atracciones.
Se ha considerado que el desarrollo sicosexual es resultado de una compleja red de interacciones entre factores genéticos, endocrinos, anatómicos y sociales, pero me referiré en particular al papel de las hormonas en este desarrollo.
La exposición a algunas hormonas antes del nacimiento puede tener un efecto decisivo en algunos aspectos de la conducta sexual humana. En 2005, Celina Cohen y su grupo realizaron una amplia revisión de la información científica disponible, de lo que puede concluirse que las hormonas en esta etapa pueden tener un efecto determinante en la identidad sexual y el papel de género.
En este sentido, existe una condición particular denominada hiperplasia adrenal congénita, en la que hay una producción excesiva de hormonas masculinas (andrógenos) en el desarrollo embrionario de sujetos con cromosomas sexuales femeninos, que en condiciones normales se habrían desarrollado íntegramente como mujeres. Los efectos de esta patología consisten no sólo en una masculinización anatómica, sino que, además, ésta se acompaña de efectos sobre la conducta sexual.
Sobre esta condición hay un estudio que resulta muy inquietante, realizado en 2002 por Anna Nordenström y su equipo en el Instituto Karolinska, en Suecia. Sus resultados muestran que en condiciones estrictamente controladas las niñas con hiperplasia adrenal congénita tienen preferencia por juguetes de niños, con respecto a grupos control.
Estos autores demuestran también que existe un efecto dependiente de la dosis
, lo que significa que hay una relación entre la severidad de la enfermedad (el nivel de exposición fetal a los andrógenos) y el grado de masculinización de la conducta en el juego. Las conclusiones de este estudio, publicado en el exigente Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism, son muy fuertes, pues proponen, a partir de sus resultados, que la exposición prenatal a hormonas masculinas tiene un efecto en la organización funcional del cerebro que determina aspectos importantes de la conducta sexual humana.
Una enfermedad como la hiperplasia adrenal congénita (como muchas otras patologías) constituye un experimento que ocurre espontáneamente en la naturaleza y revela los factores que participan en la conducta sexual. Lo anterior podría significar que el desarrollo sicosexual tiene efectivamente una importante base endocrina, aunque, en mi opinión, resultados como los de Nordenström no permiten descartar por completo que, además de las hormonas, participan también las influencias medio ambientales.