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FAO y Oxfam Continúa la
Como efecto de la crisis alimentaria mundial, con precios que ascendieron vertiginosamente durante los dos años pasados, en 2007 el número de personas con hambre en el planeta aumentó en 75 millones respecto de 2003-05, en lugar de disminuir en 43 millones –como se esperaba para atender el compromiso de la Cumbre Mundial de Alimentación de 1996— y se estima que en 2008 otros 40 millones engrosaron las filas del hambre, lo cual significa que en total hay 963 millones de malnutridos, de una población total de 6 mil 500 millones de personas. Esto es, casi uno por cada seis. Así lo consignó Jacques Diouf, director de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y vicepresidente del Equipo de Tareas de Alto Nivel sobre la Crisis Mundial de la Seguridad Alimentaria , en la reunión “Seguridad alimentaria para todos”, celebrada en Madrid. Allí advirtió que la situación internacional actual, “marcada por una grave crisis del sistema financiero”, limita el reto de realizar inversiones en la agricultura, particularmente de los países pobres, lo cual es preocupante pues, si bien los precios globales de los productos agrícolas han descendido desde julio de 2008, “ello no debe interpretarse como el final de la crisis alimentaria. Esta crisis no sólo sigue estando presente, sino que puede aun agravarse”. Riesgo de más carestía. Explicó: la contracción de los precios agrícolas, la incertidumbre económica y la limitación del financiamiento podrían desalentar a los agricultores. La siembra del próximo ciclo 2009/10 podría reducirse y caer la oferta con un consecuente aumento brusco de los precios, “que podría ser más fuerte que el de 2007 y 2008” , a menos que se amortigüe por la recesión económica (por caída de consumo). Además, la demanda creciente de productos agrícolas para el sector de la bioenergía apunta a agudizar los riesgos de la inseguridad alimentaria en los países en desarrollo, donde la malnutrición afecta particularmente a niños, mujeres e indígenas. La FAO ofreció en esa reunión datos que son “prueba abrumadora” del bajo nivel de inversión agrícola en los países pobres: en 2008 la producción mundial de cereales (maíz, trigo, sorgo, canola, centeno, cebada) se estima en dos mil 245 millones de toneladas. Esta es una cifra récord que se debe a un incremento de 11 por ciento en las cosechas de los países industrializados; en las naciones en desarrollo tan sólo hubo un alza de 1.1 por ciento, y de hecho, si se aíslan las producciones de China, India y Brasil, el resto del mundo en desarrollo disminuyó en 0.8 por ciento. También las cifras revelan la creciente dependencia de los países en desarrollo. En el año 2007-08 las importaciones que hicieron de cereales sumaron 78 mil millones de dólares, 127 por ciento más que los 34 mil millones de 2005-06. Inventarios escasos . Un elemento que muestra la vulnerabilidad de la oferta alimentaria y el riesgo de nuevos encarecimientos es que las reservas de cereales en el mundo son de apenas 431 millones de toneladas y su relación respecto al consumo es de 19.6 por ciento, su nivel más bajo de 30 años, según la FAO. Un reporte de la FAO sobre el “Panorama del hambre en América Latina y el Caribe” indica que “la región continúa siendo vulnerable a los shocks externos y se encuentra en una situación expectante dado el nuevo escenario de crisis económica mundial.” Dice que el subcontinente logró avances importantes en la reducción del número de hambrientos entre 1990-92 y 2003-05. Pero esos logros, y en general los registrados en los 15 años recientes, “prácticamente se perdieron entre 2005 y 2008 por la escalada de precios de los alimentos”, y se espera que la situación se agrave en 2009 debido a los efectos de la crisis financiera y desaceleración de la economía mundial, y al menor acceso a alimentos y otros bienes por causa del desempleo y reducción de ingresos de remesas en los hogares pobres. Según la FAO , en América Latina y el Caribe las personas malnutridas en 1990-92 sumaban 52.6 millones, esto es 12 por ciento de la población total, y para 2003-05 la cifra bajó a 45.2 millones, ocho por ciento de la población. En el caso específico de México, en el primer período los malnutridos fueron 3.8 millones y en el segundo bajaron a 3.4 millones. La FAO no define cifras específicas para los años recientes. Nuevos embates. Las inquietudes de la FAO son compartidas por otras instancias que siguen de cerca el tema de la crisis alimentaria. En la misma reunión de la FAO en Madrid, Carlos Galian, experto de Oxfam Internacional en política agrícola, alertó que aun cuando los precios de los alimentos han bajado desde julio de 2008, “no han regresado a sus niveles anteriores y es probable que aumenten significativamente en el futuro”. Para Oxfam, lo que hoy vivimos es producto de “décadas de inversiones paupérrimas en agricultura, sumadas a la creciente amenaza del cambio climático”. Y el aumento precipitado de gente malnutrida obedece también a la escasez de agua y energía y a la inestabilidad política y conflictos armados en varios países. En enero la organización, junto con Chatham House (grupo de expertos del Reino Unido), publicó los informes “Mil millones de personas hambrientas” y “Alimentar a nueve mil millones”, donde auguran que para 2050 la población global sumará nueve mil 200 millones de personas y el número de malnutridos podría crecer hasta en 170 millones. En los documentos se hace un llamado a una acción conjunta de políticos y empresas privadas para enfrentar el reto del hambre. Los textos también plantean que “los países en desarrollo deben incrementar sus medidas de protección social para los más desfavorecidos, incluyendo pagos en efectivo y planes de creación de empleo para los que estén en riesgo de padecer hambre. Los países ricos deben asegurar un financiamiento predecible a largo plazo para que los países en desarrollo puedan invertir en agricultura y adaptación al cambio climático”. En la reunión de Madrid, Galian dijo que “las instituciones internacionales y los donantes deben modificar la tendencia de décadas de inversiones mínimas en agricultura y descartar abiertamente políticas tergiversantes como las referentes a biocombustibles, que no hacen más que empeorar todo”. (LER)
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