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Modelo Insostenible Amenaza a la Humanidad Víctor Orlando Magaña Rueda y Leticia Gómez Mendoza El término “desarrollo sostenible” debería evocarnos un balance entre los aspectos sociales, económicos y ambientales. En México, sin embargo, tal balance no existe en la práctica ya que se da prioridad a la macroeconomía sobre los programas de apoyo a grupos sociales menos favorecidos y en último lugar se trabaja en materia ambiental; se pierde de vista el enorme valor que tienen los ecosistemas a la hora de evaluar nuestra calidad de vida. No sorprende entonces que para la mayor parte de la sociedad sea desconocido el valor de los ecosistemas, más allá de lo puramente estético. En 1968, un grupo de 35 científicos, políticos e investigadores de diversos países se reunieron para analizar los cambios que ocurrían en el planeta a causa de las actividades humanas, dando origen a lo que se conoce como el Club de Roma. Esencialmente, sus estudios –así como los de miles de científicos y de organizaciones preocupadas por el ambiente– han mostrado que existen límites al “crecimiento” del planeta y que bajo los patrones dominantes de producción y consumo, los problemas ambientales pondrían en peligro la existencia misma de los seres humanos. Problemas como la contaminación, la destrucción de los ecosistemas y el consumo desmedido han generado pérdida de calidad de vida al resultar en nuevas enfermedades, extinción de especies, desertización, hambrunas, contaminación del agua, destrucción del patrimonio cultural, agotamiento de los recursos y cambios en el clima, cuyas consecuencias han sido examinadas en diversos cuerpos colegiados internacionales. Estos grupos científicos establecen que una de las mayores preocupaciones es la velocidad con la que la calidad del ambiente se ha deteriorado en las décadas recientes. La globalización ha contribuido a debilitar economías regionales y desaparecer tradiciones de consumo menos agresivas con el medio ambiente, al imponer patrones de favorecen la cultura de “lo desechable” y privilegiar el lucro a toda costa. El beneficio para unos cuantos se refleja en la enorme pobreza de muchos en países en desarrollo. Esto conlleva a que la protección al ambiente no sea considerada una prioridad. Paradójicamente, son las comunidades humanas más pobres las que habitan algunas de las regiones de mayor biodiversidad, donde con frecuencia los ecosistemas generan muchos de los beneficios que se disfrutan en las grandes ciudades. Por ello, la “conciencia ambiental” debe involucrar tanto a los que aprovechan localmente los servicios ecosistémicos de bosques, selvas, mares o desiertos, como a quienes los consumen en otros lugares. Quizá el mayor ejemplo de la crisis ambiental sea el cambio climático. Dado que el clima no distingue fronteras, los incrementos de temperatura o los cambios en el ciclo hidrológico ocurrirán en prácticamente todo el mundo. Las actividades humanas que involucran un alto consumo de combustibles fósiles, así como un cambio en el uso de suelo, han llevado a alterar la composición química de la atmósfera, principalmente en el siglo reciente, de forma tal que se ha producido un incremento en la temperatura global de casi un grado centígrado, el cual continuará por lo menos durante el presente siglo. Si la humanidad continúa emitiendo desmedidamente gases de efecto invernadero y el uso del agua prosigue de forma irresponsable, hacia el año 2050 podrían extinguirse hasta 30 por ciento de las especies animales y vegetales, la sequía y el deshielo de los glaciares dejarán sin agua dulce a más de mil millones de personas, mientras que otras regiones sufrirán mayores y quizá más frecuentes desastres como huracanes e inundaciones, así como conflictos internacionales por el acceso a los recursos. Además, los ecosistemas y los servicios que prestan están amenazados tanto por su destrucción por cambios en el uso de suelo, como por el cambio climático. Aunque la primera amenaza parece más directa y rápida, el cambio del clima está adquiriendo dimensiones que afectarán la biodiversidad, al alterar los patrones de tolerancia ambiental de plantas y animales, especialmente los que están en riesgo de extinción. La magnitud de los cambios del clima dependerá en gran medida de las acciones que se tomen desde ahora. Todos los países deben reaccionar con la mitigación, esto es la disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero y deben adoptar medidas para la recuperación de ecosistemas, lo que es en sí una forma de reducción de la vulnerabilidad. Quizá el mayor reto de México y del mundo para enfrentar la crisis ambiental actual será relacionado con la cultura en todos los sectores de la sociedad, que lleven a la población a buscar y exigir esquemas de desarrollo sostenibles, pues el modelo actual ha mostrado ya grandes limitaciones para que lo económico, lo social y lo ambiental tengan el mismo peso. Investigadores del Centro de Ciencias de la Atmósfera, UNAM |