n una caída vertiginosa, México se precipita por una pendiente de ingobernabilidad destructiva. Son muchos los factores que a ello impulsan, mínimamente: elecciones contaminadas con narcotráfico a escala no sospechada; el crimen organizado, incrustado en espacios geográficos y con alianzas internacionales increíbles hasta hoy; un desempleo galopante, y un gobierno carente de altura para vislumbrar la tremenda profundidad del problema, que ya está encima, y por supuesto para enfrentarlo, que aun queriendo, con ellos ya es tarde. Estamos en una crisis de gestión política y administrativa.
El telón de fondo, y hay que ponerlo así, pues ésa es su figura, es una corrupción jamás imaginada, en la que los más de los hombres públicos se comportan como los ratones del flautista de Hamelín, sólo que hoy en México el río Weser de la leyenda es un río de poder, de riquezas, prebendas y prerrogativas a costa de la nación, aunque también conlleve implícitas varias formas de muerte.
Todo se vende y todo se compra, desde una simple regiduría municipal, alcaldías, permisos, sentencias, licencias, hasta las más presuntuosas conciencias. La corrupción, desde los tiempos clásicos, ha acompañado a la vida pública, pero las dimensiones de lo que hoy se ve dejan lelo al más enterado.
México está ya transformado negativamente en lo que eran sus valores ancestrales de pocas décadas atrás. Los ejemplos cínicamente exhibidos vienen de lo impensado hasta hace poco tiempo: de la Suprema Corte de Justicia, de magistrados y jueces, de consejeros de instituciones como el Instituto Federal Electoral, de ex presidentes de la nación, secretarios de Estado, de los partidos políticos en todas sus escalas, de príncipes de la banca y de la industria. Deportistas ejemplares son hoy criminales, y así recorriendo la escala social, hasta cualquier pequeño empleado, que hoy posee riquezas y prebendas que nunca antes soñó. Mientras que al cerrar este mes, habrá ya un 5 por ciento de la población económicamente activa sin empleo. Esto es, casi 3 millones de padres de familia, y se advierte que llegarán a medio millón adicional al término del presente semestre, según la empresa Manpower. Si esto no es un factor de desestabilización y anarquía, entonces, ¿qué lo es?
La presencia sombría del narcotráfico detrás de muchos de esos cambios de fortuna aparece cada día más evidente y las próximas elecciones descubrirán muchos enmascaramientos. Hoy son incontables ya los servidores públicos y hombres de fortuna protectores y por ello prisioneros del narco. Mañana se verá que eran más.
La mitad del territorio está controlada por el narcotráfico, derrotando así a los principios de gobernabilidad y territorialidad. La presencia del crimen organizado mexicano se expande dentro y fuera de nuestras fronteras hacia el norte, hacia el sur y hacia Europa. El crimen organizado mexicano se ha apoderado ya de Centroamérica, el gobierno de Guatemala ha hecho ya un reclamo. Tiene además fuerte presencia en varios países del Cono Sur, así como en 230 ciudades de Estados Unidos y en Canadá. Cadáveres decapitados en Tijuana, pero también en Filadelfia, niños secuestrados en Phoenix, tiroteos en Vancouver, además de haber ya establecido delegaciones
en Europa.
Ante todo esto, y más, el gobierno, con increíble miopía que conlleva una gran terquedad, sigue proclamando su absurda guerra al crimen. Absurda por pobre, por falta de imaginación e integralidad, de cooperación y corresponsabilidad. No observa el Presidente que los nuevos caminos están en la alta tecnología aplicada a la inteligencia para la prevención y persecución del delito y en combatir sin compromiso a la corrupción pública y privada. ¿Por qué no se enjuició al ex gobernador Montiel y a su hijastro Peña Nieto por cómplice y encubridor, o a los Bibriesca? Se demanda una auténtica purga de la corrupción. Todo esto tiene al país postrado, con miedo, estupefacto ante lo inaceptable de un destino como el que nos embarga y que no es el nuestro. Ya sin valores de cohesión y ante la zozobra de la nave, cada quien reclama su pedazo de la cobija.
Sacar al país de esta ingobernabilidad demanda de un gran golpe de timón que incluya un nuevo gabinete integrado por los más competentes que sustituyan al círculo de cuates ineptos y, consecuentemente, de un rediseño de sus estrategias. Calderón está perdido si continúa creyendo que se gobierna al país y se resuelven sus crisis viajando diario y exponiendo los discursos más inconsecuentes, ajenos a la realidad que angustia a los mexicanos y desestabiliza al país con quién sabe qué consecuencias. Tampoco cree que Estados Unidos lo tolerará.