Sábado 14 de marzo de 2009, p. a19
La violinista alemana Anne-Sophie Mutter vuelve a ubicarse en la vanguardia musical del mundo con su nueva grabación, dedicada a celebrar el bicentenario de Felix Mendelssohn (1809-1847), quizá la efeméride central de este 2009.
Hizo lo propio cuando el cumpleaños 250 de Volfi Mozart, con una serie estupefaciente de grabaciones que reseñó el Disquero en su oportunidad. Irrumpe ahora con un primer documento, bajo el sello infalible Deutsche Grammophon, tan integral como espléndido.
Se trata de un álbum doble cuyo primer volumen contiene la grabación realizada en vivo, como es la costumbre del director Kurt Masur siguiendo una lógica implacable inaugurada por Sergiu Celibidache, de solamente registrar discos en vivo en aras de la verosimilitud y coherencia del sonido, del Concierto para Violín y Orquesta de Mendelssoh, con la Orquesta Gewandhaus de Leipzig, en aquella ciudad alemana donde fue escrito, estrenado y celebrado este concierto por el propio autor y su destinatario, su amigo violinista Ferdinand David.
El resultado es estremecedor, electrizante. La pureza de sonido que caracteriza a la maestra Mutter se muestra aquí como un oficio de alquimia: todas y cada una de las notas, cantiladas con pasión y encanto, asemejan diamantes pulidos con esmero uno a uno y depositados en una cascada de sortilegios.
Otra manera de apreciarlo es la sensación de volar. Durante uno de los ensayos, por cierto, el viejo maestro Kurt Masur ordenó a los integrantes de la orquesta en un momento en que Ana Sofía perdió el piso, dicho esto en sentido contrario a como suele emplearse la frase: ¡déjenla volar, simplemente déjenla volar!
, exclamó el director de orquesta y la Maestra Madre (Mutter, madre en alemán) dibujó olas en el aire del color de su ondulado vestido azul turquesa.
La propia Anne-Sophie describió así su experiencia luego de grabar este disco hermoso: “¡es como volar! Me impresiona también la manera como se entrega Mendelssohn, con una forma de romanticismo todavía no superada, ese rasgo noble Sturm und Drang y su manera personalísima de entenderlo y aplicarlo con una indicación insistente, a manera de columna vertebral: allegro molto apassionato”.
El disco lo completan dos rescates musicológicos: el Trío con Piano Número Uno, opus 49, con su esposo, el pianista André Previn y el violonchelista Lyn Harrell, y la bellísima Sonata para violín y piano de 1838, también con su marido sobre las teclas.
El segundo volumen de este que, apenas en marzo, ya se perfila como uno de los mejores discos del año, es un devedé donde vemos la grabación en la hermosa sala sede de la Orquesta Gewandhaus, en Leipzig (luce semejanzas enormes con nuestra Sala Nezahualcóyotl), la música de cámara con su esposo en el mismísimo Musikverein (sin las molestias de las toses
, es decir, sin público, como ironiza la propia Ana Sofía) y un espléndido documental donde la Maestra Madre luce el complemento de toda belleza verdadera, que es la luz interior que nos ilumina de una mujer, en acompasado diapasón con su inteligencia. Un placer la música de sus cátedras en alemán. Su voz, su risa, su sonrisa.
Otras dos novedades coinciden en el violín: una nueva versión del viejo Concierto para violín de Chaikovski a cargo de otra bella, Janine Jansen y una desafortunada versión para cuerdas de una obra que para piano y violín sí es bellísima, de nombre y cuerpo: Recuerdo de un lugar de intimidad
.
Por último pero no a lo último (last but not least), otra personalidad del violinismo actual, el británico Daniel Hope, debuta en el sello amarillo (Deutsche Grammophon) con un hiperdisfrutable álbum Vivaldi.