n una nota de Ángeles Cruz Martínez (La Jornada, 6/3/09) se registran datos y afirmaciones de la Secretaría de Salud y de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) que no tienen sustento científico y que demuestran su desconocimiento sobre el tema del humo de tabaco, en este caso para los llamados fumadores pasivos. Repiten como loros las intencionadas afirmaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que también ha demostrado absoluta parcialidad en la selección de los estudios en que ha basado su campaña mundial en contra del consumo de tabaco.
Afirmar, como lo hace la Cofepris, que “existe la evidencia científica –inequívoca– de que la exposición al humo de tabaco es causa de mortalidad, morbilidad y discapacidad” es una deliberada y grande mentira basada en datos estadísticos que no prueban nada más que correlaciones establecidas en muestras sesgadas y cuyos resultados son altamente discutibles.
Antes de que se pusiera de moda el tema de los fumadores pasivos o del humo de segunda mano, hubo dos estudios que bien pudieran llamarse precursores (omito todas las fuentes, por razones de espacio). El que cita la OMS es el de Takeshi Hirayama, publicado en 1981, pero la Organización Mundial de la Salud no le ha dado igual publicidad a la investigación de L. Garfinkel. El primero se refirió a las esposas no fumadoras de fumadores empedernidos en Japón y concluyó que las fumadoras pasivas tenían serios riesgos de cáncer pulmonar. El segundo, en cambio, y a pesar de ser estadunidense, concluyó lo contrario al investigar los efectos del humo de fumadores sobre sus esposas no fumadoras: La comparación entre mujeres no fumadoras casadas con hombres no fumadores y las no fumadoras casadas con fumadores mostró un muy pequeño, casi inexistente, incremento en el riesgo de contraer cáncer de pulmón
. Como puede verse, para la OMS y los enemigos del tabaco unos autores son convenientes y otros no. Así no se puede ni se debe confiar en la Organización Mundial de la Salud, como tampoco confiamos en la Organización de Naciones Unidas en conflictos bélicos que involucran a Estados Unidos en sus afanes de imponer sus formas de vida al resto de las naciones del mundo.
“El doctor Alexandre Akoulitchev, de la compañía de diagnósticos Oxford BioDynamics, señaló que los japoneses tienen la esperanza de vida más alta en el mundo, a pesar de que ‘fuman como chimeneas’. Hasta hace unos años, dijo, 50 por ciento de los japoneses hombres fumaban, pero sus servicios de salud no están abatidos por el cáncer de pulmón. ‘Su principal problema es el cáncer de colon, que puede tener conexión con una dieta basada en mariscos y pescados fermentados. Si ellos no murieran de cáncer de colon, vivirían todavía más, aunque fumen’.” Lo anterior se debe, en gran medida, a la disposición genética al cáncer de pulmón, que se da en uno de cada 10 de los fumadores, como lo han demostrado Kiyohara, Otsu, Shirakawa, Fukuda y Hopkin, entre otros muchos investigadores. El cáncer de pulmón puede verse, en términos epidemiológicos, como una enfermedad multifactorial, que tiene relación con el estilo de vida y con causas ambientales, así como también con componentes genéticos que pueden predisponer a una persona al cáncer de pulmón o a protegerla de éste
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La Cofepris, para respaldar su discurso repetido también como si sus titulares fueran guacamayas entrenadas, señaló que “estudios realizados en Estados Unidos… han documentado los daños por la exposición al humo de tabaco; entre otros: 3 mil muertes por cáncer de pulmón…” ¿Por qué no cita los estudios que han demostrado lo contrario? Una de estas investigaciones fue la realizada en Hawai (que también es parte de Estados Unidos) por el Departamento de Salud, donde se encontró que en los lugares que no estaban completamente cerrados, es decir donde hay ventilación, la salud de las personas no está en peligro si se fuma en su vecindad, y concluyó que no hay evidencia de que los restaurantes y bares parcialmente cerrados tuvieran un nivel peligroso de partículas suspendidas en el aire (PM2.5), entre ellas las del humo de cigarrillos, antes o después de la aplicación de las leyes de control del tabaco en ese estado de la Unión Americana. Todos los lugares con ventilación, afirmaron, tuvieron niveles de PM2.5 en la calidad del aire de 30 µg/m3 (durante 24 horas) y todavía más bajos que los límites promedio diarios establecidos por la Environmental Protection Agency (EPA) de Estados Unidos (los estándares aprobados por la EPA y la NOM en México son de 65 µg/m3 promedio en 24 horas y de 15 µg/m3, promedio anual). La conclusión es que en los lugares no totalmente cerrados, es decir con ventilación, nadie corre peligro si se fuma en su interior. Mucho menos en los que los hawaianos llaman lanai y que en México denominamos terrazas o patios techados. El problema se presenta cuando el aire que respira la gente en una ciudad está altamente contaminado y contiene niveles de PM2.5 superiores a 15 µg/m3, promedio anual, como es el caso de la ciudad de Los Ángeles, el de las ciudades de México y Atenas (con el doble de contaminación que la anterior) o Mumbai (tres veces más) o Pekín (superior a cuatro veces más). Vineis y sus colegas, por cierto, han estimado en 10 países europeos que del 5 al 7 por ciento de cáncer de pulmón en no fumadores o en ex fumadores es atribuido a altos niveles de contaminación, especialmente por dióxido de nitrógeno (NO2) o por proximidad a avenidas con tráfico muy pesado. La contaminación en el aire, incluso en el agua (con arsénico), es importante y, sin embargo, no se le presta la debida atención a la exposición de las personas a los humos de la gasolina y del diesel, para sólo citar un par de ejemplos.
Yo estoy escribiendo un libro sobre el tema. Los de la Secretaría de Salud y de la Cofepris, además de sólo citar como loros estudios seleccionados por los grupos antitabaco de Estados Unidos, ¿se han puesto a estudiar? Yo podría citar muchísimas más investigaciones que relativizan científicamente el problema, pero el espacio no me lo permite.