na escuadra de futbol es mucho más que 11 talentos dispersos. Con excepción de aquellos caudillos que la han llevado casi por sí mismos al triunfo –léase Diego Maradona en México 1986–; un equipo necesita, como su nombre lo indica, juego de conjunto... y también compromiso.

En estos tiempos, en que hasta las calcetas llevan marcas comerciales, ya es mucho pedir que se tenga algo que en un tiempo lejano se conoció como amor a la camiseta. Pero sí se les puede exigir, por lo menos, entrega a sus colores en turno.

Sin embargo, cuando ni eso se observa en la cancha, surgen remedos como América, Necaxa y Tigres, ahora con todo y su costoso fichaje de Omar Bravo. En el otro lado de la moneda se encuentra el Puebla, del Chelís, que hace recordar a escuadras como el Morelia de La Tota Carbajal, al Zacatepec del Harapos Morales y al Atlante de La Volpe.

A los jugadores de estos equipos, que corrían como llaneros, se les notaba una identificación plena con su playera. La tenían tatuada, como dirían los clásicos, mientras en los actuales amarillos, rojiblancos y felinos sólo se ve a mercaderes del balompié enfundados con calzador en un uniforme y que cuando corren sólo es para ir a la caja.

Tigres y Necaxa se hunden esta temporada en la tabla de cocientes, mientras las Águilas pelearán por no descender el próximo año futbolístico, luego de varios torneos que llevan arrastrando una playera que tiempo antes fue respetada.

Por todo ello es interesante detenerse en el comentario del directivo universitario Mario Trejo, quien justificó la eliminación de los Pumas en la Concachampions, al argumentar que se quiere regresar a la esencia del club de dar oportunidad a sus jóvenes de fuerzas básicas.

Trejo señaló lo que ya se sabe, pero no todos entienden: un gasto de millones de dólares no se transforma en un equipo ganador, y recordó que muchos aficionados prefieren un grupo de jóvenes canteranos que sepan lo que significa su institución, que caigan peleando y que con el tiempo necesario puedan disputar títulos.

En el mundo hay pocos casos de clubes nacionalistas, o regionalistas inclusive, pero en este panbol nuestro ya se tiene otro caso raro, en el que un jugador como Ricardo Rojas se fue como seleccionado chileno y regresó con su carta de naturalización para enrolarse con unos Rayos que siguen sin ganar después de nueve jornadas, en otra decisión misteriosa de la que busca beneficiarse uno de los consorcios que más ganan con esto de las patadas.

Pero en el balompié hay más mercaderes fuera de la cancha. Ahí están las televisoras, tratando de impregnar de nacionalismo a un Tri con el que pocos se identifican, y donde Sven-Goran Eriksson finalmente entendió que está obligado a vencer a Costa Rica o tal vez la vida para mí se acaba.

Si fuera previsor, el sueco debería pensar en apartar su boleto de regreso, porque la derrota de la Sub-20 ante los ticos podría ser un presagio de lo que puede acontecer el 28 de marzo en el estadio Azteca.

Después de sus dos goleadas de la semana pasada, Chivas sufrió dos descalabros, pero se coincide con el doctor Trejo en que es preferible perder con los jóvenes de casa que con ajenos que ni mención merecen.

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