La enorme tradición taurina de México, muy por encima de apellidos y empresas
Destacaron segundo y cuarto de La Paz
Impresionante entrada a un costado de Zona Esmeralda
Lunes 9 de marzo de 2009, p. a45
Si los metidos a promotores taurinos tuvieran dos gramos de sensibilidad, este país habría recuperado sentido de sí mismo, objetivos y capacidad de autoestima, no que a merced de empresarios colonizados confunde tauromaquia con apellidos, y bravura con faenas de la ilusión. Así nos está yendo, en los toros y en lo demás.
Tras la injustificada suspensión por la empresa, no por las autoridades, como tergiversaron algunos medios, de la vigesimosegunda y última corrida de la temporada grande
2008-2009 en la plaza México, la franciscana afición, en vez de demandar a quienes se atreven a criar, comprar y lidiar basura con cuernos, prefirieron acudir, entusiastas, adonde se ofreciera más respeto, tanto a ellos como a una torería bien entendida.
Tal vez por eso en el cortijo Los Ibelles, en Atizapán de Zaragoza, a cinco kilómetros de la carretera a Sayavedra, tomando a la izquierda por Prado Largo, en un asentado camino de terracería que conduce a un cómodo tendido desde donde se contempla un amplio valle rodeado por un océano de montañas sembrado de pinos, se dieron cita casi un millar de aficionados, con todo y sus familias.
En el festejo inaugural de la llamada Temporada de la Ilusión, a cargo de una empresa integrada por los entusiastas aficionados Ramón Huerta, Mario Hernández, Enrique Reyes, Ricardo Delgado, José Reyes, Noé Portillo y Augusto y Raúl Ibelles, partieron plaza los novilleros José Mari, de la Escuela Taurina de Huamantla, que dirige el entusiasta matador en retiro Bolívar Vasco; César Ibelles, quien tras un paréntesis ha regresado por sus fueros, y Rodrigo Ochoa, que se alzó como triunfador del festejo al cortarle dos merecidas orejas al tercero de la ganadería de La Paz, propiedad de don Arturo Velázquez.
Este Rodrigo Ochoa, que debutaba de luces, exhibió sentimiento, capacidad de transmisión y una privilegiada intuición para estar en la cara del toro. No obstante lo poco toreado, se vio relajado e inspirado, con idea de lo que hace, con transmisión y gusto en las suertes.
Toreó por templadas verónicas y luego de que el novillo recargara en el puyazo y un nieto de Curro Cruz colgara otro emocionante cuarteo, realizó en los medios una sentida faena por ambos lados, muy bien rematadas las series con el de pecho o con soberbios trincherazos a un novillo fijo y claro pero con medio recorrido. Dejó un estoconazo hasta las cintas y obtuvo dos merecidas orejas.
Como primer espada salió José Mari, que mostró cualidades de sobra para llegar, como interioridad, solvencia, sobriedad y sitio para estar en la cara del novillo, al que sujetó con eficacia y toreó con inspiración. Se fue tras la espada y cortó una oreja.
César Ibelles resolvió muy bien los problemas que planteó el manso con peligro lidiado en segundo lugar y se superó en el cuarto, al que toreó muy bien de capa y muleta en el centro del ruedo. Además de saber hacer las cosas, debe mejorar su sentir y su decir delante de los novillos.
Mientras los adultos comían en sano convivio, en el ruedo, con idea y con gusto, seis alegres niños jugaban al toro convencidos, más que los taurinos, de que la vida es sólo un recreo inteligente presidido por el placer que proporciona la verdad, no el cuento.