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Ciencias
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Esas aves permiten conocer procesos de las especies que se reproducen sexualmente, dice experto

Hallan similitudes entre la conducta humana y la de los pájaros bobos

Los celos son ejemplo de ello; la diferencia radica en la forma de expresarlos, explica Hugh Drummond, de la UNAM, quien desde hace 29 años estudia el comportamiento social de esos animales

 
Periódico La Jornada
Jueves 5 de marzo de 2009, p. 2

Aunque el ser humano desde tiempos remotos ha querido diferenciarse del resto del reino animal, lo cierto es que algunos descubrimientos de los etólogos demuestran lo contrario y, a medida que avanzan las investigaciones en el terreno del comportamiento social en animales,  aparecen diferencias pero, a la vez, surgen más similitudes de las que el antropocentrismo histórico ha plasmado.

Es el caso del británico Hugh Drummond, del Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien desde hace 29 años estudia el comportamiento social de unas aves conocidas como bobos de patas azules y cafés en la isla Isabel, Nayarit. Sus hallazgos se ubican en el terreno del conflicto y cooperación familiar, la elección de pareja y los celos sexuales.

En entrevista, el especialista comenta que no estudia los bobos porque sean especiales, sino porque su extraordinaria visibilidad permite investigar conductas y procesos que de algún modo son de relevancia universal en las especies que se reproducen sexualmente, entre ellas el ser humano.

La relación entre hermanos, lo más llamativo

–¿Cómo se manifiestan los conflictos familiares en los pájaros bobos?

–Lo más llamativo es la relación entre hermanos. Los nidos suelen tener dos crías, las cuales durante la infancia entran en competencia por los recursos que les aportan sus papás. En el caso de los bobos de patas azules, se da un arreglo caballeroso de dominio y subordinación. El que asume el dominio, generalmente el mayor, agrede al hermano hasta que éste acepta la sumisión, lo cual conlleva el riesgo de morir de inanición en el nido o ser expulsado del mismo.

“La evolución de la relación agresiva entre hermanos no depende tanto de la estrategia de los dominantes, sino de los subordinados. El que la cría acepte el papel de subordinada dependerá del costo que esto conlleve: si es la muerte, resistirá someterse e intentará derrocar al hermano, pero si la muerte es menos probable, lo aceptará con tal de sobrevivir hasta su independencia.

En la especie de los bobos cafés la segunda cría se resiste a la subordinación, la lucha es a muerte y la cría primogénita, lejos de conformarse con dominar a su hermano, lo mata en menos de una semana.

–¿Es genético ser subordinado o dominante?

–Detrás de esta conducta está la selección natural, que ha encaminado a la especie a ciertas estrategias y, por lo tanto, tiene base genética. Pero así como los genes son una influencia, también lo es la experiencia social del individuo.

Influencia biológica

–¿Este conocimiento es extrapolable al ser humano?

–El ser humano es una especie biológica, y para mí es inconcebible que no haya influencia biológica en el comportamiento social. Por eso creo que una persona que trabaja con la conducta humana, como un legislador, trabajador social, educador o sicólogo, si conoce y reconoce estos aspectos biológicos, tendrá mejores elementos para entender determinados comportamientos.

“Por ejemplo, muchos padres, hermanos o hijos se quitarían cargas de culpa si entendieran que la selección natural encamina a los individuos a tener conflictos. Los impulsos emocionales hacia el conflicto entre padre e hijo, por ejemplo, no representan una patología y, al menos en el pasado, pueden ser los elementos que permitieron al hijo independizarse y construir su propia familia, y al padre conseguir apoyo del hijo para su propia reproducción.

“Otro ejemplo son los celos sexuales. Hay tendencia de los humanos a sentirlos y vemos que los machos, en particular, pueden ser muy agresivos al expresarlos. Podemos considerar que los celos son deseables o destructivos y que la gente no debería expresarlos. Pero una vez que sospechamos que existe ese fenómeno como adaptación biológica para asegurar la paternidad y la inversión en crías propias, y que formulamos una postura moral al respecto, tendremos mejores elementos para fomentar o desalentar las conductas celosas.

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El análisis de la especie permite ir abandonando la incomprensión mutua entre biólogos y humanistasFoto Tomada de Wikipedia

Resguardo de pareja

–¿Qué es más natural: los celos o las relaciones libres?

–Depende de la especie. En muchas, el macho está en competencia con sus pares para inseminar a las hembras; si participa en el cuidado de la progenie, puede ser vulnerable a que la hembra sea inseminada por otro macho y termine cuidando las crías de otro. En tal caso puede llegar a destruir los huevos o crías si tiene la sospecha de que no son suyas. Por eso asume la conducta de resguardo de pareja, es decir, agrede a los machos que se acerquen a la hembra o evita dejarla sola.

“Eso es algo biológicamente muy parecido a lo que concebimos los humanos como celos sexuales, y si bien existe una predisposición genética a este sentimiento, en el hombre dependerá de la cultura cómo se exprese. En algunas culturas los machos sacan la pistola, insisten en la mutilación genital o, como antes, ponían cinturones de castidad. Sin embargo, en otras más liberales, con su conducta verbal desalientan la infidelidad y difícilmente muestran evidencias del control sobre la hembra.

Es muy difícil que la emoción de los celos desaparezca totalmente, pero la expresión conductual de los celos puede reducirse, exagerarse o modificarse dependiendo de la cultura y las decisiones individuales.

–En la selección de la pareja, ¿hay una base biológica?

–Todos los animales que realizan inversión sustancial en su progenie suelen escoger parejas que van a ser exitosas para la reproducción porque el gen que inclina al individuo a buscar una pareja fértil se encontrará en los cuerpos de más crías que el gen que no lo hace.

–¿Qué características indican fertilidad?

–En el bobo, la hembra que quiere producir crías de calidad escoge un macho que tenga las patas brillantes, porque indican que es buen pescador, joven y con buena condición. En esta especie ambos sexos seleccionan pareja porque los dos van a invertir en la progenie. En las especies en las que el macho no invierte en el cuidado de la progenie, ella es más selectiva porque es la que va a cuidar las crías, mientras el macho puede buscar otras hembras.

–¿Cuáles son las preferencias de los humanos en la selección de pareja?

–Es un campo de la ciencia en subdesarrollo y con muchos prejuicios. Pero la versión más común es que los machos buscan hembras jóvenes, con una cintura que sea 70 por ciento del tamaño de la cadera porque se supone que una mujer con estas características tiene más probabilidades de producir y cuidar crías.

Ideas simplistas afirman que los machos escogen mujeres de pechos voluminosos, porque tendrán mejor condición nutricional y mayor capacidad de invertir en las crías, pero eso es especulación.

En lo que se fijan las mujeres

–¿Y las mujeres en qué se fijan?

–Parece ser que la juventud en el hombre no es tan importante, sino la capacidad de recursos para invertir en el cuidado de la progenie, pero en la realidad creo que es mucho más complejo que eso.

–¿Este conocimiento es muy controvertido?

–Mientras hable de bobos no hay problema, pero si opino sobre la conducta humana probablemente recibiré críticas fuertes. En parte es porque los humanos quieren verse como independientes de la naturaleza. Todavía no aceptamos ciento por ciento lo que dijo Darwin –que somos una de los 30 millones de especies biológicas que habitan el planeta– y queremos pensar que estamos más cerca de los dioses que de las bestias. Por otro lado, mucha gente malinterpreta al biólogo y piensa que cuando habla de genes y conducta se refiere al determinismo, y no es así: habla sólo de influencias sobre el comportamiento, por lo que biólogos y humanistas debemos abandonar la incomprensión mutua y estudiar el desarrollo humano respetando la complejidad de las interacciones entre influencias sociales y genéticas.