Opinión
Ver día anteriorSábado 28 de febrero de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Más allá de regulaciones
E

l doctor François Houtart es el fundador del Centro Tricontinental, una prestigiada institución no gubernamental académica, de investigación, formación y educación permanente sobre los problemas del desarrollo, los movimientos sociales y las relaciones Norte-Sur, ubicada desde hace más de 30 años en la Universidad de Lovaina la Nueva, Bélgica. Fue designado el año pasado delegado personal del presidente en turno de la Asamblea General, el embajador Miguel D’Escoto, representante de Nicaragua, como miembro de la comisión especial de la ONU sobre la crisis financiera y económica mundial. Hace un mes me encontré con él en Belem do Pará, entre la multitud asistente al Foro Social Mundial. Iba cargando, junto con su abultado portafolios, a pesar de su avanzada edad, con un pesado volumen que le acababan de regalar sobre Francisco Chico Mendes, el popular líder ecologista brasileño asesinado por los latifundistas el 22 de diciembre de 1988. Me confió su incertidumbre acerca de la acogida que pudieran tener sus planteamientos entre los ex presidentes, ministros y ex ministros de finanzas, directores de bancos, diplomáticos y embajadores miembros de la comisión que presidía, entre estos últimos también José Stiglitz, premio Nobel de Economía 2001, y me compartió un apretado y conciso texto que los resume. Pocos minutos después lo vi debajo de un árbol, concediendo una entrevista sobre el tema al enviado de un importante diario francés.

Para el sabio analista, el mundo no tiene sólo necesidad de regulaciones, sino de alternativas, pues no basta recomponer un sistema, sino que hay que transformarlo. Para él, que no lleva a cabo sus reflexiones interdisciplinarias con una mirada aséptica, y a quien nadie puede achacar un desconocimiento de los clásicos de las ciencias sociales, y mucho menos una falta de información actualizada, ello constituye un deber moral, que sólo se puede comprender adoptando el punto de vista de las víctimas, el cual permite poder hacer una constatación y formular una convicción. La constatación de que el conjunto de las crisis que padece la humanidad, la financiera, la alimentaria, la energética, la hídrica, la climática y la social tienen una misma causa; y la convicción de que somos capaces de transformar el curso de la historia, si no renunciamos a la razón y no seguimos desdeñando la ética. Propone por ello el establecimiento de regulaciones que no simplemente mantengan el nivel real de rendimientos, sin tomar en cuenta lo que él llama las externalidades, es decir, lo que no entra en los cálculos contables del capital, y cuyo costo deben seguir pagando las colectividades y los individuos. Medidas concretas escalonadas en el tiempo, que consideren las externalidades ecológicas y sociales que comportan y permitan a largo plazo una transformación radical que ofrezca a la crisis una salida que no sea la guerra, ni la continuidad de la lógica destructora de la vida.

Para ello es necesaria una visión a largo plazo, que puede asegurarse en torno a otros tres ejes: un uso renovable y racional de los recursos naturales, lo que supone otra filosofía de la relación del ser humano con la naturaleza; privilegiar el valor de uso sobre el valor de cambio, lo que implica otra definición de la economía, e incorporar el principio de la multiculturalidad, que permite a todos los saberes, incluso tradicionales, filosofías, culturas, fuerzas morales y espirituales capaces de promover la ética necesaria, participar en la construcción de alternativas, rompiendo el monopolio de la occidentalización.

La nueva relación con la naturaleza significa entre otras cosas la recuperación por los estados de su soberanía sobre los recursos naturales y su no apropiación privada; revalorizar la agricultura campesina y detener la destrucción del monocultivo, así como profundizar las medidas de Kyoto y Bali sobre el clima. Y privilegiar el valor de uso entraña la no mercantilización de los elementos indispensables de la vida, el restablecimiento de los servicios públicos, la anulación de las deudas de los estados del sur, la creación de monedas regionales, el establecimiento de multipolaridades y muchas otras medidas más. Pero sobre todo es necesario escuchar al nuevo actor histórico plural, portador de proyectos alternativos, que ya está allí, pero al que todavía le faltan relevos políticos en muchos estados: los obreros; los campesinos sin tierra; los pueblos indígenas; las mujeres, primeras víctimas de las privatizaciones; los pobres de las ciudades; los militantes ecologistas; los migrantes y los intelectuales orgánicamente ligados a los movimientos sociales.

Con agudeza y profundidad fundamenta sus tesis en la consideración objetiva de las verdaderas causas y efectos de la crisis alimentaria, los orígenes y consecuencias sociales de la crisis energética, la gravedad de la crisis climática, y la irracionalidad e inmoralidad que significa desarrollar simplemente al 20 por ciento de la población, capaz de consumir bienes y servicios con un alto valor agregado, antes que responder a las necesidades fundamentales de aquellos que no cuentan sino con un poder de compra reducido y nulo. Ello a largo plazo nos llevaría a una crisis integral todavía peor que la que actualmente estamos padeciendo, y habríamos dejado pasar una oportunidad única para implementar otras medidas, reorientando así el futuro de la humanidad.