El catálogo fotográfico se presenta mañana en la feria del libro del Palacio de Minería
Los reporteros gráficos dan a la información del diario personalidad periodística y creativa única en México y Latinoamérica, escribe Rodrigo Moya en el prólogo del volumen
Sábado 21 de febrero de 2009, p. 8
Mañana se presenta Historias de prensa. Fotógrafos de La Jornada, ejemplar que reúne parte del trabajo de la actual plantilla de trabajadores de la lente de esta casa editorial: cuatro mujeres y 14 hombres.
Sobre esta labor, Rodrigo Moya apunta en el prólogo del volumen: “Han consolidado cada uno un estilo propio y al mismo tiempo colectivo, que confiere a la información gráfica de La Jornada una personalidad periodística y creativa única, no sólo en México, sino en el periodismo latinoamericano”.
La presentación será en el contexto de la 30 Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, a las 11 horas, en la Antigua Capilla del inmueble, con la participación de Berta Maldonado, coordinadora del libro, y Fabrizio León, editor.
La obra de estos trabajadores de la lente va desde el registro, como José Carlo González y su ensayo sobre la celebración de Semana Santa de los indios rarámuris en la sierra Tarahumara, en Norogachi, Chihuahua, hasta la obra de la joven fotógrafa Yazmín Ortega Cortés, quien da cuenta de las distintas tribus urbanas que coexisten en la ciudad de México.
En una reflexión sobre el auge de la fotografía en la era digital, donde prácticamente todos tenemos acceso a una cámara y vivimos el avasallamiento de la tecnología, Moya escribe: “Más allá de este maremágnum de usuarios eventuales de cámaras fotográficas, existe un gremio especial, cuya función en el universo de la comunicación y la noticia –piedras angulares de la sociedad de nuestro tiempo– consiste en algo muy contrario a esas imágenes fugaces de las cámaras-juguete. Son los fotógrafos de prensa, llamados también fotorreporteros o reporteros gráficos, que atienden la otra cara de la noticia periodística: la de su ilustración con imágenes verídicas, realistas, de carácter documental, que en su nivel más simple pueden aportar tan sólo un elemento visual al texto noticioso, pero que con frecuencia suelen tener su propia autonomía o incluso una lectura paralela, distinta y tan importante o más que el texto que ilustran”.
Estas palabras quedan plenamente justificadas con el trabajo diario que desempeña Francisco Olvera, como cuando con su lente cubrió la batalla campal entre integrantes de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca con la Policía Federal Preventiva, en 2006, y que duró nueve horas. También explica la reflexión de Rodrigo Moya la impresionante e histórica placa que logró Jesús Villaseca, aquella del campesino coreano Lee Kyung Hae, quien se clavó una navaja en el corazón como protesta ante la Organización Mundial de Comercio... que ha acabado con los pequeños agricultores...
Se inmoló en Cancún y la gráfica dio la vuelta al mundo.
Historias de tragedias y desfiguros
Otro ejemplo del carácter documental y posteriormente autónomo que adquiere la labor fotográfica, se refleja en el trabajo de Marco Peláez, quien da cuenta de las tragedias y calamidades que afectan a los sectores sociales más desprotegidos, como los familiares de los mineros muertos en Pasta de Conchos o los desastres que causó el huracán Emily en Playa del Carmen, o el desbordamiento de la prensa La Ventilla, en San Luis Potosí.
En otra franja de importancia equiparable está María Meléndrez, quien capturó los varios desfiguros del ex presidente Vicente Fox Quesada. Asimismo, el trabajo de Carlos Ramos Mamahua, quien siguió por toda la República al candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador en campaña, durante 2005 y los primeros meses de 2006.
Quedan también más allá del registro las acrobacias de los trabajadores de la compañía de Luz y Fuerza del Centro, captadas por Guillermo Sologuren Juárez, quien convierte su labor cotidiana en instantánea memorable.
Rodrigo Moya refiere que “los fotógrafos de prensa son hombres o mujeres, jóvenes o maduros, pero capaces siempre de resistir el rudo ajetreo que implica perseguir la realidad día tras día y sumergirse, con los sentidos alertas en los acontecimientos, los personajes y el devenir de la sociedad que los rodea. Puede parecer lugar común, pero en realidad los fotógrafos de prensa son cazadores especializados de imágenes. Tiradores, que cuidadosa, pero velozmente, reflexionan y sueltan sus disparos, porque cada ‘presa’ cobrada, cada imagen, debe corresponder a un contexto noticioso, a una necesidad informativa, a un compromiso con los miles de lectores diarios que, además de las noticias, las opiniones y las reflexiones de los columnistas, necesitan alimentar sus conocimientos de la marcha diaria de México y el mundo mediante la contundencia única que proporciona la imagen fotográfica.
Cierto que hay áreas de reflexión periodística que no requieren imágenes, pero es cierto también que cualquier publicación noticiosa sin imágenes resultaría un cuerpo invertebrado, sin la sustancia de esa insustituible experiencia visual que sólo proporciona la fotografía periodística.
Experiencia visual que queda sustentado en las placas de Cristina Rodríguez sobre los simulacros de partos y diagnósticos con robots que se realizan en la Facultad de Medicina, de la Universidad Nacional Autónoma de México, para que los estudiantes adquieran hasta 80 por ciento de habilidades para lograr ser médicos generales.
Qué decir del experimentado José Antonio López con las instántaneas captadas de la toma de una supuesta Alhóndiga de Granaditas
que los indios tejocoteros llevan a cabo desde la Independencia y que llega hasta nuestros días, festejo aún desconocido, por demás bello.
Reveladoras son las fotogra-fías tomadas por Víctor Camacho a niños chiapanecos, las cuales realizó durante la cobertura del conflicto en ese estado de la República.
El trabajo de los fotógrafos de se complementa con la vivencia que quedó registrada en las gráficas de José Núñez al fotografiar a niños indígenas, quienes forjan día a día una nueva identidad nacional.
Millones de negativos, cientos de fotógrafos
Moya, agrega: “En La Jornada, los fotógrafos de prensa han tenido, desde su fundación, un papel importante equiparable al de los reporteros o los caricaturistas. Impelidos por la línea de informar y hacer el periodismo democrático de esta casa editorial, donde se han suprimido las jerarquías profesionales que aún marcan en muchos ámbitos una distinción, más que profesional, ‘clasista’, entre quienes informan con palabras y quienes informan con imágenes o caricaturas...
“En los seis millones de negativos argénticos y ocho millones de imágenes digitales que conserva el Archivo Fotográfico de La Jornada, producidos por casi cien fotógrafos que han pasado por sus páginas durante cinco lustros, más el equipo actual en funciones, no sólo están intensamente descritos los pasados 25 años de la compleja historia de nuestro país, sino que se encuentran miles de fotografías que son ya documentos históricos para los investigadores actuales o del futuro.”
Así, bajo resguardo, pero latentes, se encuentran la novela urbana gráfica diaria de Alfredo Domínguez; las postales nocturnas tomadas por Roberto García Ortiz, asignado a la fuente policial; los retratos y obras a diferentes artistas, desde Marcel Marceau y José Saramago hasta Elena Poniatowska y Gabriel García Márquez, bajo la lente de Carlos Cisneros; los momentos que con oportunidad registró María Luisa Severiano, así como la añeja y lúdica obra de Luis Humberto González.
El libro está a la venta en las librerías de La Jornada, Álvaro Obregón 106, colonia Roma, y avenida Cuauhtémoc 1236, Santa Cruz Atoyac, y por Internet en www.libreria.jornada.com.mx El precio es de 200 pesos.