telo es una obra sobre los celos, la infidelidad, la ambición y la hipocresía, pero también sobre el poder derrumbado no por un ejército sino gracias a la insidia. Más aún: es una obra, como todas las de William Shakespeare, que nos hacen ver la fragilidad del hombre frente a sus emociones.
Shakespeare escribió Otelo a los 40 años de edad, en 1604, y se presentó por primera vez el primero de noviembre en el Banqueting House, Palacio de Whitehall. Es la época en la que el poeta isabelino vive la madurez plena como autor dramático. Acababa de escribir Hamlet y, dos años después de Otelo, escribe El rey Lear y La tragedia de Macbeth.
Desde entonces la tragedia de El Moro de Venecia se ha representado una y otra vez hasta nuestros días. ¿Qué hilos emocionales toca para que siga conmoviendo al público ruso, sudafricano, japonés, alemán, chileno, boliviano, danés, griego? ¿Qué emociones remueve para que sus libros, que fueron escritos para ser obras de teatro, se sigan publicando por miles?
La puesta en escena más reciente de Otelo se la debemos a la directora Claudia Ríos, quien nos vuelve a mostrar, con su estupendo trabajo, por qué la tradición de los clásicos es, siempre, su tremenda actualidad.
Dicen que la humanidad atraviesa por las obras de Shakespeare. Es cierto: el poeta nos muestra que la emoción de uno forma parte de la vida de todos: todos somos o hemos sido el Otelo enceguecido por los celos y la cándida Desdémona; todos, el insidioso Yago y el tonto útil
de Rodrigo; todos, un bufón o un mensajero.
El Otelo de Claudia Ríos incluye a dos actrices que se han dado a conocer para el público amplio, principalmente en el cine y en la televisión: Cecilia Suárez (Emilia) y Ana de la Reguera (Desdémona). Dos figuras que, por su popularidad, acercarán a otros públicos poco habituados al teatro a obras clásicas que, seguramente, les permitirán mirar al mundo con un ligero aumento de luz.
Durante muchos años los actores de teatro emigraron a la televisión y ahora es bueno que actores de televisión reanimen al teatro. Para los jóvenes que asistieron al teatro Juan Ruiz de Alarcón el pasado fin de semana seguramente no habrá mejor Desdémona que Ana de la Reguera ni mejor retrato del hombre consumido por los celos que el Otelo de Hernán Mendoza.
Muchos también habrán de repetir lo que escuché en una sala llena de jóvenes: que el personaje principal de la obra no es Otelo sino Yago, ese florentino con tantos dobleces que hacen imposible reconocer su verdadero rostro. Los políticos son como Yago, dice un joven en el intermedio, la neta.
Pero más allá de todo eso los jóvenes que no conocían a Shakespeare y que llegaron al teatro siguiendo a sus actrices favoritas sabrán que los clásicos no lo son porque les hicieron un busto de mármol o de bronce sino porque supieron atrapar la vida en sus obras, de tal forma que podemos ver en ellas nuestras líneas de la mano. Sabrán por qué para Shakespeare el mundo era un escenario.