or las calles de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, circulaba, hace unos meses, una camioneta decorada al estilo de los chamulas, que llevaba en el frente el rótulo de Sueño americano. Para su orgulloso propietario, la posesión de una camioneta, después de haber laborado horas interminables en los campos de California, constituía un logro que había que difundir y propagar a los cuatro vientos. Para otros migrantes su sueño consiste en poder comprar o construir una casa, poner un negocio, una tienda, un taller. Y para lograr este sueño se requieren de al menos dos condiciones: ser trabajador y ahorrador.
Otro asunto mucho más complicado es lograr el sueño americano en el otro lado. Muchos quedan excluidos por el simple hecho de no contar con documentos. Otros, por no saber inglés. La mayoría porque no cuentan con educación formal. Todos los estudios señalan que la educación constituye la piedra de toque para el éxito. Es la única forma de salir adelante, por lo menos en términos generales y estadísticos. Y en este campo, los mexicanos llevamos las de perder. Primero, porque nuestra gente tiene en promedio tan sólo la primaria concluida. En segundo lugar, porque los jóvenes que tuvieron la oportunidad de estudiar en Estados Unidos, lo hicieron en escuelas de muy bajo nivel y en barrios donde la vida misma se encarga de hundir, más que de sacar a flote.
Algunos pocos logran sobresalir, debido al esfuerzo, la voluntad, el tesón, el ingenio y la suerte. Es bastante conocido el caso de Erasmo Ponce, mejor conocido como El rey de la tortilla, de Brooklyn, quien controla la producción y distribución de la tortilla en el área de Nueva York. También, hay otro rey
: el del chicharrón, que en Chicago compra el cuero de puerco que nadie quiere consumir en Estados Unidos y lo exporta a México. En menor escala, habría que mencionar a El rey del taco, que tiene su afamado restaurante en la calle Clark, en Chicago.
Pero más allá de las casualidades y las oportunidades hay ciertas habilidades o destrezas que permiten a unos sobresalir, a pesar de todas las adversidades. Es el caso de Miguel Torres, originario de Chinantla, Puebla, que en la actualidad es dueño de la empresa El Abuelito Cheese Inc.
Cuando lo entrevisté en su oficina en Patterson, Nueva Jersey, me llamó la atención que tuviera en su escritorio el libro de Paco Ignacio Taibo II sobre Pancho Villa. Me comentó muy orgulloso que lo había leído completo. También había leído la Biblia de principio a fin. En realidad Miguel Torres apenas si sabía leer, había terminado con las justas la primaria. Fue la burla de uno de sus socios, quien le hizo caer en la cuenta de que leía con dificultad. Ese mismo día decidió dedicarle tiempo y esfuerzo a la lectura.
Sin embargo, tener conocimientos limitados de lecto-escritura no fue un obstáculo para que Torres montara un negocio exitoso en Estados Unidos. Le pregunté entonces, cómo le hacía con los números, y me dijo que en ese campo nadie le ganaba. Venía de una familia de comerciantes y desde pequeño se manejaba con soltura en las operaciones comerciales. En el negocio tenía dos personas encargadas de la contabilidad, pero él supervisaba diariamente las cuentas.
Cada quién entiende el sueño americano como quiere, como puede, o como la realidad se encarga de hacérselo ver. El sueño americano se sustentaba en la ética del esfuerzo y el trabajo. Pero sin empleo no hay ética que valga, ni esperanza que perdure. Estados Unidos era el mundo del empleo ilimitado. Hasta hace poco, cada año se iba medio millón de mexicanos al otro lado y prácticamente todos encontraban trabajo. Ese sueño se acabó.
* Antropólogo y profesor-investigador titular del Departamento de Estudios sobre los Movimientos Sociales de la Universidad de Guadalajara, Jalisco, y codirector del Mexican Migration Project y del Latin American Migration Project