Otro proyecto impuesto en la Huichola
Ramón Vera Herrera. Según alerta Jim Thomas del Grupo etc, el Rocky Mountain Institute emprende un proyecto “único” que brindará energía “renovable” y alumbrará los hogares de la Sierra Madre Occidental, en particular las comunidades wixaritari, que figuran como objetivo de sus investigaciones nanológicas. Tales investigaciones, que buscan alterar las propiedades moleculares de la materia, son tan nuevas y se han investigado tan sin controles o precauciones necesarias, que existen la preocupación de si puede ser nocivo el resultado para los humanos y el ambiente.
El Proyecto Luz Portátil (Portable Light Project) es presentado como una “mezcla” de la tecnología “con los valores culturales de las comunidades nómadas, con el fin de proporcionar energía renovable y portátil a aquellas áreas que no cuentan con un almacenamiento centralizado de electricidad”.
Se trata de proporcionar celdas fotovoltaicas a las comunidades indígenas para que, sin recurrir a una red eléctrica, ni a líneas de abastecimiento central, la gente pueda contar con energía eléctrica. Esto, que parece un proyecto de energía solar, implica el uso de una tela especial que puede capturar la luz del sol y convertirla en energía. La teoría es que “esta tela pueda ser incorporada a una bolsa o una prenda de vestir que puedan portarse durante las horas de luz, con lo cual carguen la batería para las horas de oscuridad”. Según el proyecto, “una sola unidad de luz portátil puede ser suficiente para cargar un teléfono celular o brindar luz blanca, brillante a una instalación educativa de base comunitaria o a una unidad económica de desarrollo”.
Sheila Kennedy, de Kennedy & Violich Architecture ( kva), promotora del proyecto, añade: “esto demuestra que la nanotecnología puede beneficiar no sólo al tercer mundo —donde más de 2 mil millones de personas no tienen acceso a la electricidad— sino también al primero, donde el diseño con eficiencia en la energía es más y más importante”.
Como en otros muchos proyectos que imponen desde fuera “remedios” tecnológicos (como si pudiera insertarse un ladrillo en una casa ya construida), Rocky Mountain Institute y kva trabajan con un equipo de ingenieros y antropólogos, legitimando su penetración técnica mediante un equipo interdisciplinario que recaba datos para “profundizar” en la cultura de los pueblos.
En este caso, les es muy importante que la etnografía les diga como incorporar mejor la tela que capta la energía solar a los tejidos tradicionales, para que sea más aceptada. “El concepto de luz portátil fue diseñado para que las comunidades lo incorporen a los productos que utilizan tejidos tradicionales. Las unidades incorporadas pueden producir hasta ocho horas de luz con tres horas de carga solar”. Según Kennedy, las unidades pueden producirse masivamente muy barato. “Uno de los primeros intentos fue diseñado para cubrir las necesidades de los huicholes, que viven en las remotas áreas de la Sierra Madre Occidental”, afirma.
Todo suena bien pero a la gente de las comunidades les asaltan dos preguntas y a la gente de fuera, por lo menos una: ¿les pidieron permiso a las comunidades para intervenir en su cultura con antropólogos, médicos e ingenieros? ¿Les preguntaron siquiera si querían iluminar su noche con luz eléctrica? El pueblo wixárika es reputado como uno de los más sabedores de todo lo relativo a fogatas y lumbradas, fuegos que además de iluminar, reúnen a las personas, calientan el ambiente, y sirven para cocinar y leer las profundidades del mundo.
A quien desde fuera cuestiona las nuevas tecnologías, le asalta la duda de qué tan tóxicas son dichas baterías basadas en la alteración del diseño molecular de los materiales, algo que no se sabe, y que podría implicar peligros extremos si las baterías descartadas se acumulan en cañadas, ríos, manantiales y asentamientos humanos.
Hay que enfatizar que manipulando en un nivel tan pequeño la materia ( un nanómetro es una millonésima de milímetro) la nanotecnología trabaja en un nivel donde las propiedades físicas y químicas de la materia responden de modo diferente al conocido (conductividad eléctrica, color, resistencia, elasticidad, reactividad, entre otras propiedades, se comportan de manera diferente que en los mismos elementos a mayor escala) por lo que es difícil averiguar si los materiales así diseñados serán más tóxicos y afectarán, de modos inesperados, aguas, torrente sanguíneo, cerebro o piel.
Lo más grave es que se sigue incidiendo en las regiones y territorios donde viven los pueblos, porque la gente de universidades y dependencias suponen que ahí las repercusiones serán menos evidentes y total, “son indios”, tal vez dicen. Sepan que no. Que hay mucha gente pendiente desde fuera, y que las propias comunidades, en particular las wixárika, saben mucho de los desarrollos que desde fuera quieren imponerles y están alertas porque se informan mediante periódicos, talleres y radiodifusión, y discuten y estudian, por fuera de escuelas y universidades.