Ex combatientes aún buscan a compañeros desaparecidos
Lunes 16 de febrero de 2009, p. 27
Moscú, 15 de febrero. El general Boris Gromov, entonces comandante en jefe de las tropas soviéticas en Afganistán y actual gobernador de la región de Moscú, sobre las 10 y 30 de la mañana del 15 de febrero de 1989, cruzó el llamado Puente de la Amistad sobre el río Amu Daria. Con ello, el Kremlin dio por terminado el retiro de su contingente militar del territorio afgano, tras combatir durante poco más de nueve años a los adversarios del régimen que los dirigentes soviéticos decidieron instalar en Kabul.
Pero el general Gromov, en contra de lo que sostiene la versión oficial, no fue el último militar de este país en salir de Afganistán: en la nación centroasiática –hoy de nuevo inmersa en una guerra, ahora desatada por Estados Unidos y sus aliados– aún había 417 oficiales y soldados soviéticos desaparecidos
, eufemismo que en la jerga castrense local se empleaba para contabilizar a los prisioneros y, cuando no se tenía la certeza de este hecho, a quienes habrían muerto en circunstancias desconocidas.
Veinte años después, y este domingo hubo ofrendas florales y otros actos oficiales para recordar el aniversario del fin de esa guerra por la que pasaron 620 mil militares –salvo los oficiales, todos los soldados eran jóvenes que hacían el servicio militar obligatorio, toda una generación que vivió el trauma de la guerra en tiempos de paz en el país propio–, y 20 mil civiles de las distintas repúblicas de la antigua Unión Soviética, hay ex combatientes como Viktor Aliaskin que, a título personal, siguen buscando a sus compañeros desaparecidos
.
Desde 1989, mediante los esfuerzos coordinados de un comité adjunto al consejo de jefes de gobierno de las repúblicas ex soviéticas, de las respectivas cancillería y servicios secretos, se pudo negociar la liberación de 119 prisioneros. Ahora, sólo voluntarios participan en la búsqueda.
Según datos de Aliaskin, quien esporádicamente viaja a Afganistán, todavía hay 298 militares cuyo rastro se pierde en ese país y, aunque con los años cada vez es menos probable encontrar a alguno de ellos con vida, al menos se quiere esclarecer qué sucedió con cada uno y, de ser posible, averiguar dónde se encuentra su tumba para repatriar los restos.
En esa guerra no declarada –que Leonid Brezhnev y los otros octogenarios dirigentes del Politburó, la élite gobernante, aprobaron comenzar en unánime votación–, de acuerdo con cifras oficiales, murieron 14 mil 453 militares soviéticos y no menos de 100 mil afganos.
Entre las bajas soviéticas, 9 mil 511 perecieron en combate, 2 mil 386 fallecieron a consecuencia de heridas o enfermedades y los demás, casi todos mutilados de guerra, se suicidaron.