Entrevista a Jörg Demus, pianista
Gozo de la sensibilidad, del genio natural y del instinto
Interpretará El clave bien temperado, de Bach, en la UNAM
El siglo XX nos brindó la oportunidad de analizar a profundidad a los grandes maestros, como Haydn, Brahms y Schubert, señala el intérprete austriaco, quien prosigue en México las celebraciones por su cumpleaños 80. “El pragmatismo –expresa– es lo último que me interesaría”
Ampliar la imagen Jörg Demus, ayer, durante la entrevista con La Jornada Foto: Carlos Ramos Mamahua
El pianista austriaco Jörg Demus, una leyenda viviente que eslabona la gran dinastía de los gigantes Wilhelm Kempf y Walter Gieseking con su propia camada, donde convivió con Alfred Brendel, Friedrich Gulda y Paul Badura-Skoda, celebra sus 80 años de vida.
Dice en entrevista con La Jornada: “El clave bien temperado de Bach –que interpretará en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) las noches del 13 y el 14 de febrero– es una de las más grandes obras que posee el máximo de contacto con lo metafísico. Para lograr esta conexión es necesaria en el intérprete una conjunción cabal de estudio, concentración, emotividad e instinto”.
Un par de recitales en Tokio, “para lograr una gama vasta, al contrario de lo que se puede lograr en un solo concierto”, y una sesión magna en el Musikverein, máximo recinto musical de Viena, consagraron el inicio de celebraciones por su cumpleaños 80, que aconteció el 2 de diciembre pasado.
Recital en el Conservatorio
Jörg Demus se encuentra en la ciudad de México ahora y continúa las celebraciones. Del 9 al 14 de febrero imparte una clase magistral para 15 estudiantes de piano en el Conservatorio Nacional de Música, donde esta noche del miércoles 11 ofrecerá un recital con entrada libre.
El viernes 13 y el sábado 14 dedicará dos sesiones para un acontecimiento extraordinario, la interpretación de El clave bien temperado, una de las obras cumbre de la cultura occidental.
Esto sucederá en una sala de conciertos que posee una acústica maravillosa: la Sala Carlos Chávez del Centro Cultural Universitario, ubicada junto a la Sala Nezahualcóyot. Las localidades se encuentran agotadas.
El maestro Jörg Demus emprenderá la primera de las dos partes de esta obra monumental, el Libro I. En la sesión del viernes la alternará con la Suite Francesa número 5, también de Bach, y en la del sábado con la Fantasía cromática, que es prácticamente un emblema en la carrera como intérprete de Jörg Demus.
Apenas hace unos meses, en septiembre de 2007, la pianista canadiense Angela Hewitt hizo sonar en el Centro Cultural Universitario la obra completa, es decir, los libros I y II.
Jörg Demus en entrevista:
–En sus 80 años de vida ha tenido usted oportunidad, entre otras cosas, de pulsar el latido musical de un siglo entero, el XX. ¿Es posible sintetizar ese pulso?
–El siglo XX nos dio la oportunidad de analizar a profundidad a los grandes maestros. Un ejemplo: en mi juventud no se conocía al Schumann temprano. Hoy conocemos su obra entera, así como la totalidad de las partituras de Brahms y de muchos maestros de los estilos barroco, rococó, clásico, romántico e impresionista.
“Después vino la música dodecafónica, que no me interesa para nada. Mi campo abarca solamente desde Bach hasta Debussy.”
–¿Le resulta importante a usted el prurito historicista para abordar a ciertos autores?
–Son dos las raíces, una es naturalmente el conocimiento histórico que habilita una fluidez natural para abordar el repertorio de cámara, por ejemplo, es el criterio que seguí para acompañar a Dietrich Fischer Diskau en los lieder de Schumann, o a Elly Ameling.
“La otra raíz es la emoción, la sensibilidad personal. Con esos dos criterios me ha sido posible tocar muy cerca con Paul Badura-Skoda en obras para piano a cuatro manos, armonizar con Friedrich Gulda, pero no con Alfred Brendel, porque encuentro su toque demasiado cerebral.
“Yo gozo de la sensibilidad aunada al genio natural y al instinto que uno desarrolla al hacer la música. El instinto no solamente sirve para la ciencia. En música es fundamental.”
Mensaje por explorar
–¿No se incurre en pragmatismo cuando un pianista trata de seguir las usanzas de ejecución de la época del autor en turno?
–El pragmatismo es lo último que me interesaría, porque la importancia de una obra se ubica más allá del concepto de estilo. Evidentemente una sinfonía de Haydn es de un cierto estilo, pero la Novena Sinfonía de Beethoven no pertenece a ningún estilo, sólo sabemos que es una obra per se, o su última sonata para piano, la 111, que la percibo fuera de toda la historia: es una obra única, personal.
“Única e irrepetible, como no hay dos Fantasías de Schumann ni dos veces las cuatro sinfonías de Brahms, ni hay dos Patéticas de Chaikovski.
“Son obras únicas que poseen adentro un mensaje que hay todavía por explorar. El sentido de la música se explica por el mensaje que encierra una pieza.”
–¿Cuál sería el mensaje todavía por explorar en El clave bien temperado? Es decir, ¿qué secretos está por develarnos en las sesiones de este viernes y sábado?
–Le voy a contar una anécdota para responder. En el Festival Bach de Leipzig, en 1950, me invitaron para participar interpretando esta obra y me preguntaron: señor Demus, ‘¿qué versión prefiere usted, la objetiva o la subjetiva?’ Yo respondí: ninguna de las dos.
“Porque no existe ninguna otra versión que no sea la versión musical, porque los temas, el mensaje de Bach vive, tiene una fuerza interior en cada una de las 96 piezas que integran El clave bien temperado, en la tonalidad mayor, en la menor y en la tonalidad celeste, con un sonido celeste (tararea el pianista unos seis compases) y algunos minutos son muy dramáticos mientras otros suenan pacíficos y toda esta obra requiere la expresión absolutamente individual de y en cada pieza, porque no es una sola pieza, son 96, que equivale a 96 tipos de carácter, 96 climas sonoros, dinámicas, tempi. Es una música de lo distinto. Lo innominable.”
Contacto con lo metafísico
–¿Y que conduce al contacto con la divinidad?
–Ciertamente, El clave bien temperado es una de las grandes obras que tienen el máximo de este contacto, al igual que las últimas sonatas de Beethoven, pero en general todas las obras de Bach, como La Pasión según San Mateo, o las obras de mi compositor favorito, Cesar Franck, o los Cuatro cantos serios, de Brahms.
“Son obras que tienen contacto absoluto con lo metafísico. Porque Dios es una palabra muy bonita, es algo muy profundo y naturalmente es muy difícil imaginarlo como persona, con barba o sin barba.
“Al menos yo no me lo puedo imaginar. Por eso prefiero el término, metafísico.”
–¿En qué momento se prende esa chispa en que el compositor, Bach, el intérprete, usted, y el público, nosotros, entramos juntos al territorio de lo metafísico?
–Es un proceso profundo que implica un estudio previo largo y prolongado a través de toda una vida para entender el mensaje en todos sus detalles del valor musical, del mensaje metafísico y después en la ejecución enfrentar los distintos problemas que plantea cada momento, cada sala de conciertos, cada público distinto y solamente en las ocasiones mejores es cuando se puede transmitir un gran porcentaje de todo este misterio.
“Porque una cosa es la obra como era en el alma del compositor, Bach, otra en su oído, otra en su fantasía, en lo que escribió y luego en el instrumento.
“Así se va encadenando esta sucesión de actos que llegan hasta nuestra alma, nuestro oído, el instrumento que utilizamos, nuestra propia fantasía y finalmente nuestra emotiva individualidad, que también es única e irrepetible.”