A la Mitad del Foro
■ Las vueltas a la noria del Gatopardo
Ampliar la imagen Felipe Calderón recibe el saludo de Guillermo Ortiz Mayagoitia, presidente de la Suprema Corte, en el Teatro de la República, de Querétaro, el jueves 5 de febrero Foto: Notimex
Entre las brumas de la desmemoria y el asalto confesional, Felipe Calderón acudió a la ceremonia conmemorativa de la promulgación de la Constitución de 1917. En el Teatro de la República citó a Heriberto Jara. Nada más y nada menos. Del “fusílenlos en caliente” a la nueva huelga de Cananea, que en pleno tercer milenio dura ya más de un año.
Mucha pieza Heriberto Jara para cualquier cita fuera de contexto. Líder obrero en la huelga de Río Blanco, preso político, revolucionario y general de división, el veracruzano fue constituyente, primero entre pares del bloque que dio contenido social a nuestra Carta Magna; gobernador de su tierra, presidente del CEN del PRM y secretario de Marina. Se retiró al puerto jarocho, sin un centavo; firme en sus convicciones, con inamovible lealtad a las ideas y desprecio al oportunismo. En campaña presidencial, Gustavo Díaz Ordaz ordenó a sus colaboradores que comunicaran a Heriberto Jara su intención de visitarlo en su casa. Jara se negó. Sin aspavientos, sin escándalo mediático, no recibió en su casa al candidato, ni lo hizo cuando ya era presidente el poblano.
Entre brumas, dije, reivindicó Felipe Calderón el conservadurismo irredento, la vocación confesional, el mimetismo inocultable con lo que el constitucionalista Diego Valadés llama autoritarismo democrático (“porque hay elecciones para elegir a los gobernantes, pero el poder se ejerce de manera autoritaria”). Ahí, en la cuna de la Constitución del 17, Vicente Fox hizo una declaración espeluznante en febrero de 2002: “... en este país no tenemos estado de derecho, seguridad y tranquilidad para las familias”. Siete años después: la brutal violencia de la guerra contra el crimen organizado; la parálisis económica y el pasmo ante la recesión global, el escapismo de culpar al adversario en lugar de exigir eficacia y acción al gabinete adocenado por el poder imaginario. Decisiones tardías y lo que Manlio Fabio Beltrones llama, lisa y llanamente, “indolencia gubernamental”.
El titular del Poder Ejecutivo retomó el añejo discurso de los “catastrofistas” que atentan contra el bien de la patria si no erigen arcos triunfales y tejen los laureles que habrá de merecer el gobernante que superará la tormenta y padecerá menos que las potencias, porque goza de solidez y tenemos recursos mejores que en otras crisis. Y el higo de San Felipe de Jesús. Con cardenales que designan candidatos del PAN con el mismo método que Germán Martínez, y exigen educación religiosa en las escuelas públicas porque los padres tienen el derecho a decidir qué se les enseña a sus hijos...
Se inició formalmente el proceso electoral y quienes se vanagloriaron de haber sacado al PRI de Los Pinos aplican los métodos del mítico presidencialismo omnímodo. El mismo mandatario que elogió emocionado a los parlamentarios del PRI, el PRD, el PT, Convergencia, el PVEM y el Panal que votaron y aprobaron las reformas a Pemex, los señala ahora con índice de fuego y asegura que de haberse aprobado la participación sin límite alguno del capital privado, hoy podríamos construir tres o cuatro refinerías, en lugar de la que anunció y cuya ubicación se disputan varios estados, entre ellos Campeche. “Gallina que come huevo, aunque le quemen el pico”: privatizar es obsesión que resiste el cambio impuesto por las fallidas políticas de la “desregulación financiera”, el libérrimo mercado y la mano invisible de la codicia especulativa.
No se puede pedir apoyo a las políticas “contracíclicas” y respaldo al modelo fallido y desechado al hundirse los paradigmas de la era Reagan-Thatcher. Hoy se habla de Keynes y el radical chic lamenta que se apliquen sus tesis en defensa del capitalismo. Se habla de Franklin D. Roosevelt y los dueños del dinero reclaman que la acción del Estado, la regulación financiera, la participación en la propiedad accionaria de la banca y empresas beneficiarias de la ayuda estatal, sea cuestión temporal y breve. Desde Davos, Ernesto Zedillo anuncia catastróficas consecuencias para los países que sigan las políticas de participación estatal implantadas en las naciones del norte rico.
Barack Obama aprieta el paso; visita estados donde el desempleo se agudiza; pone en juego su liderazgo, consciente de que nunca es más fuerte un presidente que al iniciar su mandato. La lección de los primeros 100 días de Roosevelt no se reduce a restablecer el statu quo, sino en sentar las bases para la transformación social que llevó a cabo: la integración de una vasta clase media; educación superior para millones gracias al GI Bill; electrificación rural y la red caminera; el Estado garante de la producción agropecuaria. Cambió el mundo, cambió la realidad: las palabras tienen valor y nuestro tiempo rechaza la retórica vacía, así como la falsa dicotomía de Estado rector de la economía o mercado libre de toda regulación.
Hay bases técnicas para definir dónde construir la refinería de Pemex: Tuxpan, Veracruz, o Tula, Hidalgo. Pero en pleno proceso electoral, en Campeche encienden veladoras ante las imágenes del difunto Juan Camilo Mouriño. Entre la desbandada en el PRD, Carlos Navarrete, coordinador de la fracción senatorial de ese partido, exige que la refinería no se construya en un estado gobernado por el PAN. Decidido a combatir una “decisión de carácter político”, Navarrete se sumó a la propuesta del gobernador Leonel Godoy para que se construya en Michoacán. Cada quien trata de llevar agua a su molino. Así ha sido siempre. Pero una crisis desmesurada, como la que hoy padecemos, estimula la voluntad reformista y revive las fantasías políticas de los poliarcas que en su afán de gobernar para todos, diría Jesús Reyes Heroles, acaban por gobernar para nadie y nada gobernar.
Se reformó la reforma electoral para cortar el nudo gordiano atado y bien atado por los dueños del dinero que se adueñaron del poder político y se erigieron en guías de la voluntad de los votantes en el ágora electrónica; los concesionarios de un bien público resistieron, pero tuvieron que volver a los usos de la Colonia, al “se acata, pero no se cumple”. Y en la prueba de fuerza, las dos televisoras dominantes del mercado aspiran a dominar al Estado; y el IFE se refugia en la ficción de ser el árbitro que sí sancionará a las televisoras. Los trabajos de Sísifo en nuestra transición en presente continuo.
En el seminario sobre el constitucionalismo mexicano, Diego Valadés exhibiría el contrasentido de reformar la Constitución “cuando la autoridad tiene el propósito de violar la norma recién creada”. El año pasado modificamos el artículo 21 constitucional: “Las instituciones de seguridad pública serán de carácter civil”, dice. Pero “sabemos que los 50 mil miembros del Ejército hacen fundamentalmente tareas de seguridad pública”. Del otro poder real, la Iglesia, advierte Valadés: “Uno de los pilares del Estado moderno fue la secularización del poder político, pero no sólo en México, sino en el mundo, hay una regresión, con la pretensión de establecer la confesionalidad en la organización del poder político.”
Se impone traer a cuento las duras palabras de Alexis de Tocqueville. Dice el autor de L’ancien régime et la Revolution Francaise: “Me admira menos el genio de los que hicieron la Revolución porque la deseaban que la singular imbecilidad de aquellos que la hicieron sin desearla.”