Eluana
Se llama Eluana. Se apellida Englaro. Es mujer. Tiene 37 años. Los últimos 17 años ha “vivido” en estado vegetativo. Ignoro quién fue el médico que creó el término estado vegetativo. Tuvo razón: los enfermos que perviven en esa situación son como vegetales. No hay conciencia, no hay dolor, no hay vida, no hay muerte, no hay día-noche.
Eluana ignora que está viva. Su desgracia, involuntaria, como suelen ser las desgracias, es no haber fallecido en el accidente de tráfico cuando tenía 20 años. Su realidad, y sobre todo la de sus padres, es vivir bajo la égida del gobierno de Silvio Berlusconi, quien ha logrado revocar la decisión de la clínica de Udine que se había ofrecido a acogerla e interrumpir la alimentación para que pueda dejar de no vivir. Si Eluana falleciese sus pobres padres dejarían de morir.
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Se llama Silvio. Se apellida Berlusconi. Es el primer ministro de Italia. No quiere tener la edad cronológica que tiene. La cirugía plástica rejuvenece el físico, no aviva la moral. Su poder y sus deudas con otros poderes lo han envilecido. Lo ejerce sin piedad. Buena muestra es la persecución que ha hecho contra Beppino Englaro y contra las instituciones de salud que han intentado acoger su deseo paternal, fraternal y amoroso: permitir que su hija pueda abandonar la indignidad que implica vivir sin vivir.
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El padre ha intentado resarcir el asfixiante daño que conlleva ver a una hija que se ama, pero que ya no responde a lo que los filósofos denominan ser humano. Ha solicitado ayuda. Sabe que prolongar su muerte es inútil. Berlusconi lo ha aplastado. Silvio ha triunfado. La opinión pública en Italia ha perdido.
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La justicia y la sentencia del Tribunal Supremo que autorizó retirar la sonda que mantiene con vida a Eluana han quedado en entredicho. La lección es desoladora. Berlusconi ha logrado modular la justicia de su país a su antojo. Muchos favores debe tener que saldar con los enemigos principales de los Englaro, sobre todo con los religiosos que dicen entender del sufrimiento y de la vida. Es lamentable. Los religiosos que asfixian a los progenitores de Eluana ignoran que la muerte muchas veces es solución humana. El corolario es evidente: nada o poco saben del sufrimiento y de la vida.
El encarnizamiento terapéutico no es producto de la razón. Es razón de la sinrazón. Se ejerce, la mayoría de las veces, porque poco se piensa en el sentido de la vida y nada en el significado de la dignidad. Impedir la muerte de una persona en estado vegetativo es sinónimo de politizar la muerte. Eso hizo Bush hijo con el caso de Terri Schiavo. Eso hace Berlusconi con Eluana. Politizar la muerte es uno de los más siniestros artilugios del poder. Elevar la voz en defensa de una vida que no es vida retribuye y reditúa. Inmenso favor moral deben conseguir los Berlusconi de los santos oficios. Obtendrán votos religiosos y plegarias en honor de quienes dicen defender la vida.
Nada más falso que investir de moral a quien desconoce el significado del término. Moral sería escuchar y apiadarse de los padres de Englaro. Moral sería no amenazar a la clínica de Udine y a su personal. Berlusconi no sabe más que los señores Englaro ni que los médicos que entienden que es contranatura alimentar a una mujer en estado vegetativo durante más de 17 años. Hoy queda la esperanza ofrecida por la presidenta de la región del Piamonte, Mercedes Bresso. La presidenta desafió al ministro de Sanidad italiano, Mauricio Sacconi, incondicional de Silvio, al tender la mano a la familia Englaro para que ingrese a un hospital de su territorio. Si acaso se mueven, terrible y humillante periplo el de los Englaro. Si no acceden mudarse, difícil continuar. Una hija en estado vegetativo duele más, mucho más, que una hija muerta. Nada vale, nada significa la tragedia cotidiana de los progenitores de Eluana para los propósitos de Silvio.
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Hacia el final de su enfermedad, cuando Franz Kafka ya no podía soportar el dolor, le recordó al doctor Klopstock, su amigo, la promesa que le había hecho de inyectarle una dosis mortal de morfina. Ante la duda del médico, Kafka le dijo: “Mátame, si no, serás un asesino”. Los padres de Eluana entienden las palabras del escritor checo. Berlusconi, arropado por su doble moral, atenta contra los derechos humanos de los señores Englaro.