Trampa humana
Lo peor que puede suceder a un país, en materia de salud, es caer en la trampa epidemiológica. Esta teoría, explica, que en los países en desarrollo, algunos segmentos de la población, usualmente los más desfavorecidos, mueren por desnutrición o problemas infecciosos –diarreas y neumonías en niños–, mientras que otros grupos, de mayor edad, fenecen por enfermedades crónicas, usualmente asociadas a malos hábitos de salud. Diabetes mellitus, obesidad e hipertensión arterial son ejemplos de patologías crónicas.
El término trampa no es azaroso; es responsabilidad de los políticos y de sus apellidos: ladrones, corruptos, impunes. La trampa epidemiológica implica que los menores mueren por el descuido y la irresponsabilidad del Estado; los mayores fenecen por una cultura de salud inadecuada, o porque tienen que saciar el hambre por medio de alimentos chatarra o ingiriendo las mexicanísimas guajolotas (un tamal dentro de un bolillo).
La realidad de la trampa en naciones en vías de desarrollo es ominosa por tres razones fundamentales. Primera: es lamentable que mueran infantes por padecimientos previsibles. Segunda: el tratamiento de las enfermedades crónicas es imposible de pagar. Tercera: es impensable que se solucionen las causas de la trampa en naciones donde la corrupción y el robo son regla.
La trampa epidemiológica, como tantas otras chapuzas, se empalma con otros traspiés. La trampa humana es una. Lo que hoy sucede en el mapamundi humano y geográfico es suficiente para cavilar en la trampa humana y en sus consecuencias. La trampa humana recorre buena parte del planeta y es producto de la tenaz labor de la mayoría de los políticos del mundo contemporáneo. Son tan escasos y fugaces los políticos decentes que su peso y herencia quedan opacados en un suspirar por sus nefandos compinches y por sus actos.
La trampa nace de los robos desmedidos, se nutre de la ineptitud intelectual y se multiplica por la deshonestidad de los políticos. Esa maraña de tropiezos deviene desesperanza, caos, y una serie de amenazas para la supervivencia de la Tierra; aunque las causas de la trampa humana se enumeran con frecuencia en los medios de comunicación y las repiten los políticos, poco, o nada, se hace para confrontarlas. Así como la sabiduría siembra sabiduría, la imprudencia de los políticos genera diversas pobrezas que siempre se concatenan.
¿Es inadecuado aseverar que los refugiados del clima, sobre todo los de países africanos, nada tienen que ver con los jóvenes griegos de secundaria que se manifiestan contra su gobierno a raíz del asesinato de un compañero de 15 años y claman por la falta de esperanzas laborales? ¿Es incorrecto pensar que los inmensos problemas que representan los 25 millones de parias climáticos que migran a Europa como consecuencia del cambio climático no guardan relación con los 12 millones de refugiados políticos? ¿Y qué decir de la enfermedad México y sus vínculos con el consumo y el tráfico de drogas?
La enfermedad México se ha manifestado en otras naciones, sobre todo en Colombia, y se vive, en escalas diferentes, en la mayoría de las naciones de América. Se refiere a la epidemia de ejecuciones y decapitaciones, que en 2008 se saldará con 6 mil o más asesinatos. Esa epidemia proviene de muchas fuentes. La mano de los políticos es una de ellas. Otra vez, ¿es incorrecto pensar que la epidemia de asesinatos que se vive en América Latina por el control de la droga es demasiado lejana de la guerra que se lleva a cabo en Afganistán por razones similares?
La trampa humana es una cruel realidad, que amenaza y desgasta. Me encantaría ser optimista, pero no puedo. Imposible parecerse a los políticos. Paráfrasis de la trampa humana es la trampa epidemiológica. Se sabe mucho de ella y se ha escrito otro tanto, pero poco se ha hecho. Por eso la desesperanza. Por eso la desazón. Por lo mismo nuestros tropiezos no tienen solución: de una trampa a otra, de un político malparido a uno no bien nacido.
Thomas de Quincey, el gran escritor inglés, decía que, “descubrir un problema nuevo es tan importante como descubrir la solución de uno antiguo”. Sabemos mucho de muchas trampas, descubrimos incontables problemas en nuestra casa, la Tierra; conocemos muchos hurtos y conductas amorales de muchos políticos, pero no logramos solucionar casi nada.