■ Desde hace más de medio siglo, el compositor y director entusiasma tanto como indigna
Penderecki, eterno rebelde de la música clásica, cumple hoy 75 años
■ Su obra ha provocado aplausos y al mismo tiempo gritos de protesta; él se considera un híbrido artístico
■ Con su Novena sinfonía cerrará un ciclo de grandes composiciones, adelantó
Ampliar la imagen Penderecki en el ensayo previo al concierto de Sinfonia Varsovia, que se realizó en el teatro Juárez, en Guanajuato, en 2005 Foto: Roberto García Ortiz
Varsovia, 22 de noviembre. Krzysztof Penderecki es considerado un eterno rebelde en el mundo de la música. “Toda mi vida nadé contra la corriente”, dijo el compositor y director polaco hace poco en una entrevista con un diario.
Tal vez por eso, la música de Penderecki no deja indiferente a nadie. Desde hace más de medio siglo entusiasma a gente en todo el mundo, aunque también genera resistencia y protestas.
Penderecki admite que intencionalmente, incluso con placer, consternó al público con sus experimentos sonoros desde los años 50.
Luego, cuando comenzó a componer obras religiosas, en Occidente eso se consideró “una traición y un retraso”, y en el Este “políticamente sospechoso”.
Su modelo artístico es Pablo Picasso. Como el artista español, quiere “ir siempre hacia adelante”, aseguró el compositor, quien este domingo 23 de noviembre cumple 75 años.
Un violín a cambio
Nació en 1933 en Debica, al este de Cracovia, como hijo de un abogado. Muy pronto entró en contacto con la música.
Tras el fin de la guerra, cuando tenía 12 años, su padre le compró a un soldado soviético un violín a cambio de una botella de licor.
“Desde ese momento el violín fue mi vida”, relata Penderecki. Tras estudiar composición en Cracovia, logró éxito en 1959. Por sus obras Estrofas, Emanaciones y De los salmos de David recibió premios en el concurso de jóvenes compositores. Poco después se presentó en el escenario internacional con Anaklasis, que se estrenó en 1960 en Alemania.
Sin embargo, pronto llegó el escándalo. En 1962 usó en Fluorescences, entre otros, sierras eléctricas, flechas, sirenas de alarmas y máquinas de escribir. Además de aplausos también hubo gritos de protesta. Fue una obra “revolucionaria”, y ni una sola nota fue tocada de forma “normal”, señaló Penderecki posteriormente.
Al compositor no le duró mucho su fama de vanguardista. Con Pasión según San Lucas, que se estrenó en el domo de Münster (1966), descubrió un nuevo campo para su música: lo sacro. La vanguardia europea quedó decepcionada y habló de traición. Penderecki respondió: “No traicioné a la vanguardia, la vanguardia traicionó a la música”.
Como enemigo declarado de los dos totalitarismos del siglo XX, el nacionalsocialismo y el comunismo, Penderecki abogó tras la fundación del sindicato Solidaridad, en 1980, por una oposición democrática.
Por encargo del líder sindical Lech Walesa escribió la Lacrimosa, en recuerdo de los trabajadores del astillero de Gdansk, ultimados por la policía.
Con Réquiem polaco, que también recuerda a los oficiales polacos asesinados en 1940, en Katyn, por la policía secreta soviética, provocó al régimen comunista en Varsovia.
Tras muchos experimentos artísticos y románticos, así como giros posmodernos, desde hace algún tiempo el compositor ve en la “claritas”, uno de los caracteres de lo bello, su ideal artístico.
Con “voz silenciosa” y tres a cuatro instrumentos muchas veces se puede expresar más, asegura Penderecki.
Él mismo se considera un “híbrido” artístico. Cuenta que siempre tuvo una debilidad por la liturgia ruso-ortodoxa, y al mismo tiempo estaba fascinado por la cultura occidental y su racionalismo. Asegura que para componer basta un solo libro, La Biblia. En 2000 fue premiado como el “mejor compositor vivo” y recibió el MIDEM Classical Award.
Para componer sus primeras obras, Penderecki huía a algún café o parque de Cracovia debido a la estrechez de su casa. Entonces, vivía con su mujer, su suegra y un perro en una vivienda de una sola habitación. Hoy, tiene una propiedad en el campo en Luslawice, en el sur de Polonia, con mucho espacio. Posiblemente ahí componga su próxima obra, su Novena Sinfonía, con la que aspira a cerrar su ciclo de grandes composiciones.
Cuando Penderecki no compone, planta árboles en su jardín en Luslawice. Su “jardín botánico” está compuesto de más de mil 600 especies de árboles y arbustos. El compositor señala que el árbol nos enseña que una obra de arte debe tener doble raíz, tanto en el cielo como en la tierra, es decir, en lo mundano y lo divino. Sin raíces, ninguna obra puede persistir, advierte.