■ La espesa niebla cubre Oventic y a sus miles de invitados
En privado, zapatistas festejan un cuarto de siglo de lucha
■ En el tiempo de los insurgentes, qué son estos 25 años
Ampliar la imagen Desde la semana pasada indígenas tzotziles se preparaban para recibir a los miles de bases de apoyo del EZLN Foto: Moysés Zúñiga Santiago
Oventic, Chis. 17 de noviembre. Los 25 años de existencia del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), fundado en las montañas de Chiapas el 17 de noviembre de 1983, son celebrados en el caracol de la zona Altos con una fiesta a la que acudieron miles de bases de apoyo zapatistas y empezó desde ayer.
Dos interminables filas de vehículos estacionados ocupan buen tramo de ambos lados de la carretera asfaltada (se supone), antes y después de Oventic. De carga y de transporte, provenientes de los municipios autónomos alteños. En ellos llegaron las bases de apoyo del EZLN. Muchos de este municipio autónomo, San Andrés Sakamch’en de los Pobres, llegaron a pie de las montañas.
Enmascarados por la densa niebla, es difícil calcular cuántos hay en el caracol, pero son miles. Y siguen llegando.
A un lado de la calzada que desciende al espacio público del caracol Resistencia y Rebeldía por la Humanidad, un joven se distingue entre los vendedores de alimentos (por demás modestos: elotes, camotes y chayotes hervidos, arroz con leche, plátano macho frito, pan dulce, pequeñas bolas de tamal suculento). Enca- puchado y con atuendo tzotzil, sostiene una pequeña reja de alambre condecorada de relojes de pulsera baratos, pero nuevos.
¿Qué tiempo vende? ¿Qué es el tiempo en las muñecas de esta multitud que hoy celebra 25 años de librar una guerra por la vida y que sigue, en efecto, viva y con la vida cambiada? Oventic se localiza en el corazón de una de las regiones indígenas más densamente pobladas en el país, por pueblos tzotziles y tzeltales que son a la vez antiguos y modernos. ¿El “tiempo indígena” que hacía jalarse de los pelos a los enviados del gobierno a los diálogos de San Andrés, no lejos de aquí, cuando se confrontaba con los comandantes rebeldes?
No es más lento que el tiempo en que vivían (y viven) los funcionarios. Sólo distinto.
Tiempo aparte
Mientras anochece, las figuras que brotan de la espesa niebla, blanca y brillante por los focos, son apariciones en blanco y negro. Numerosas. Más abajo bailan cumbia y juegan basquetbol con música de fondo a base de tambores y alientos, incluyendo un trombón monumental y dorado. Como se sabe, también los sones de tambora bien tocados llevan su propio tiempo. Y como se constata escuchando Radio Insurgente, aquí la hora es otra.
La niebla cubre Oventic. Incluso estando aquí, no se ve más allá de 10 metros. Bajo una cortina así de nubes se gestó en secreto la rebelión zapatista. Bajo ella han transcurrido los 14 años que lleva la autonomía de estos pueblos. Los toldos de ‘nailon’ donde muchas familias están acampadas para la fiesta rodean la parte baja del caracol. La llovizna no les afecta. Los niños juegan sin mojarse.
Aquí no ha llegado la inundación gubernamental del “piso firme” que se desató en una parte de los Altos para cambiar el paisaje chamula y engrosar los “índices de desarrollo” como le gustan al Banco Mundial. Sin embargo, las familias acampadas lucen muy a gusto. Su relación con la tierra, como con el tiempo, es distinta. El color de la piel no es lo único que comparten con ella.
Dentro de la celebración, las bases de apoyo zapatistas han disputado durante dos días torneos de futbol, volibol, salto de altura y de tigre. La final estelar es la de basquetbol entre el Combinado Emiliano Zapata y el equipo Rubén Jaramillo Dos, que antecede inmediatamente al acto de conmemoración de los 25 años del EZLN. Se van congregando los “compas”, que de tantos que son compiten con la niebla y se hacen visibles. Se mueven contentos, orgullosos y tranquilos.
Pero el acto será privado, sólo para los pueblos zapatistas. De hecho, prácticamente no hay sociedad civil, es decir, asistentes no indígenas, como en otras ocasiones. Así que el reportero pasa a retirarse mientras la música se interrumpe y por los altavoces se comienza a llamar a la gente en tzotzil y tzeltal. Brotan hombres y mujeres por todas partes y se hunden niebla abajo. Un cuarto de siglo: se dice pronto.