Usted está aquí: martes 18 de noviembre de 2008 Política Crucifican a diarios y revistas

Néstor Martínez Cristo
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Crucifican a diarios y revistas

Casi perdida en el estruendo del ruido mediático que la semana pasada provocó, como cada año por estas mismas fechas, el tortuoso proceso legislativo para la conformación del Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF), en las páginas de La Jornada se publicó, a una columna, una pequeña nota que llamó mi atención. “Privilegian mensajes en radio y tv”, decía la escueta cabeza, colocada a tres pisos, sobre los nombres de los reporteros Roberto Garduño y Enrique Méndez.

La noticia daba cuenta de la partida presupuestal que el PEF destinará el año próximo para las tareas de comunicación social del gobierno federal en todas las áreas de la administración pública.

Otra vez, “… el gobierno concentrará 95 por ciento de los recursos públicos al pago de espacios en radio y televisión y a campañas de difusión de sus programas y acciones. El resto –se precisaba en la información– se destinará a medios impresos”.

Y luego el texto hacía referencia al monto total que el gobierno federal destinará a la compra de tiempos y espacios de comunicación social durante el año próximo: “… será cercano a 6 mil millones de pesos”.

Una rápida operación aritmética mental me reveló que 5 por ciento del monto total que el gobierno federal destinará a la compra de espacios publicitarios en medios impresos equivale a… 300 millones de pesos. ¡Solamente 300 millones de pesos para todo el año!

El dato me estrujó. Recuerdo haber rearmado en mi pensamiento el titular de la nota periodística en cuestión: “Crucifican a los medios impresos del país”.

Me acordé también de los criterios empleados por las agencias que el gobierno federal ha contratado, desde la época en que Marta Sahagún fungía como vocera, para comprar espacios publicitarios en medios impresos. Negocian –de manera absolutamente ventajosa– con un puñado de diarios y revistas. En particular con aquellos que reportan mayor circulación “certificada” o con las publicaciones que han sido afines, digamos, a las políticas gubernamentales.

Por eso, la experiencia indica que para la inmensa mayoría de los medios impresos, no sólo de la capital, sino del país entero, no habrá nada, o casi nada de inversión del gobierno durante 2009. Así ha venido siendo desde hace años.

Y es que, en alguna ocasión, precisamente cuando el gobierno de Vicente Fox había decidido apostar todo a los medios electrónicos, particularmente a la televisión, Marta Sahagún encomendó a algunos de sus colaboradores más cercanos consultar con periodistas y comunicadores sobre tal medida.

“Me parece una estupidez”, respondí al personero, cuando acudió a tomar mi punto de vista y me reveló que no habría más dinero para publicidad en medios impresos. “Van a llevar a la crisis a muchos diarios y revistas”, remarqué.

“¡Qué bueno! No influyen en este país, donde no se lee. No representan a nadie. Hay que cuidar a algunos diarios y el resto no tiene importancia…”, me comentó.

Argumenté que los impresos tienen más importancia de la que ese gobierno entendía. Los medios electrónicos influyen mucho más por la penetración que tienen, le dije, pero son fugaces. “La opinión política se levanta de lo impreso y la historia queda escrita en el papel”.

“… Que sobrevivan los diarios que tengan que sobrevivir. Hay muchos y no estaría mal una depuración”, insistió.

Le recomendé que lo pensaran dos veces, que los diarios son canales de expresión, de pluralidad ideológica. Me referí incluso a las fuentes de empleo de miles de trabajadores que se pondrían en riesgo.

Mis argumentos parecían no causar efecto.

“Es una decisión tomada”, dijo.

“¿Entonces para qué consultan?”

Ya en la despedida, le insistí en que era un error. Hasta por conveniencia del gobierno era inadecuado poner todos los huevos en la misma canasta. Le advertí que generarían una animadversión en los medios impresos que podría llegar a contagiar, inclusive, a quienes creían sus aliados en las televisoras.

El gobierno foxista fue absolutamente proclive a la televisión y a la radio.

De entonces a la fecha, algunos diarios de larga tradición tuvieron que cerrar. También, hay que decirlo, surgieron otros, aunque en su mayoría con poca fortuna.

Pero lo cierto es que el periodismo escrito se encuentra en una crisis económica, casi generalizada, que se prolonga y a la que no se le ve recuperación, al menos en el corto plazo. Los indicadores financieros en las empresas periodísticas marcan una constante: drásticas caídas en la circulación y en los ingresos por publicidad y, en no pocos casos, recortes de personal.

El 2009 es un año electoral. Los partidos políticos no podrán comprar espacios para su promoción en radio y televisión. La ley se los prohíbe. Muy probablemente dirigirán entonces su mirada hacia los medios impresos y decidan canalizar hacia allá parte de sus prerrogativas.

Esos recursos podrían representar oxígeno puro para diarios y revistas. Pero no resultarán suficientes para todos. Sin duda, 2009 será otro año difícil. Uno más.

 
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