¿La fiesta en paz?
■ Carmen tlaxcalteca
Muchas cosas tendrán que revisarse con motivo de la enésima crisis económica mundial provocada por los listillos de siempre, esos que suponen que todo el monte es de orégano y la tierra un botín a repartirse entre los pocos que sacan tajada de los muchos, como si unos y otros no fueran en el mismo barco.
Por lo que respecta al espectáculo taurino en nuestro país, entre los aspectos que deberán modificarse está el de los criterios de inversión en toros y en toreros, empezar a olvidarse de diestros caros pero sin mayor capacidad de convocatoria y de hierros de supuesta garantía que han dejado de serlo.
Acordarse, en cambio, de la tradición taurina de México y de su potencial torero y ganadero; de varios nombres y hierros que injustificadamente han sido marginados por las empresas, empeñadas en jugar al primermundismo taurino a costa de la producción inteligente y el estímulo oportuno de toreros que en corto plazo pueden tener capacidad de convocatoria.
Dejar de lado la generosidad con los de afuera y concentrarse en una planeada competitividad entre nacionales, habida cuenta que la falsa globalización mostró ya su verdadero rostro, y convencerse de una vez por todas los metidos a promotores que sin publicidad y mercadotecnia no hay espectáculo que crezca, a menos que en el fondo deseen desaparecer el de los toros.
Considerar, por último, que ninguna feria del país debe seguir siendo rehén de pleitos ajenos a la ciudad y al estado donde se realiza. Ni las personas ni sus tradiciones se lo merecen. O se espabilan e integran comités que con responsabilidad, compromiso y rigor de resultados organicen su feria taurina, o contratan a empresarios de la capital bajo condiciones que por ningún motivo pongan en riesgo el éxito artístico y económico de esa celebración anual.
Luego de frecuentes cambios de carteles e incluso suspensiones de festejos, fue dignísimo y suntuoso el final de la Feria Tlaxcala 2008 con las arias de la ópera Carmen, de Bizet, en el incomparable escenario de la plaza de toros Jorge El Ranchero Aguilar, llena a toda su capacidad, y con la rotunda torre del ex convento de San Francisco atestiguando la magia lograda por la orquesta que dirigió el maestro Ulises Martínez Oropeza, así como por las interpretaciones de la mezzosoprano Ana Caridad Acosta, el tenor Jorge Pérez Rosas, la soprano Alicia Cascante y el barítono Guillermo Ruiz. ¡Vaya éxito!