Usted está aquí: domingo 16 de noviembre de 2008 Cultura “El 68 no se reduce a una anécdota trágica”, afirma Jesús Vargas

■ Es tiempo de intentar una historiografía completa del movimiento, considera el investigador

“El 68 no se reduce a una anécdota trágica”, afirma Jesús Vargas

■ Se cree que tras la masacre vinieron las Olimpiadas y ahí acabó todo; eso no es cierto, señala

■ En el ensayo La patria de la juventud, el entonces activista del IPN reflexiona sobre el tema

Arturo García Hernández

Ampliar la imagen Si algún día el movimiento llega a cerrar su herida será cuando se cumplan sus objetivos: igualdad y justicia social, afirmó en entrevista el historiador Jesús Vargas Si algún día el movimiento llega a cerrar su herida será cuando se cumplan sus objetivos: igualdad y justicia social, afirmó en entrevista el historiador Jesús Vargas Foto: Yazmín Ortega Cortés

El movimiento estudiantil de 1968 ya tiene su historia oficial, pero, contrariamente a lo que se afirma, aún falta mucho por decir sobre el tema. Entre otras cosas, que no empezó simplemente con un pleito de pandillas ni terminó con la masacre en Tlatelolco el 2 de octubre. Y, lo más, importante: ese movimiento no es pasado, es presente.

Como investigador de la historia y como activista estudiantil en el Instituto Politécnico Nacional (IPN) durante esos días, Jesús Vargas manifiesta en entrevista interés y preocupación al respecto: “Me pregunto si no está pasando lo mismo que con la Revolución Mexicana, que durante 50, 60 años, lo que se supo de ella fue una historia muy parcial, vista con unos cuantos ojos y de la cual, hasta después de 70 años, empezaron a aparecer versiones más profundas, más completas”.

Hasta ahora, casi todo lo que se sabe del movimiento proviene de los dirigentes del Consejo Nacional de Huelga (CNH). Vargas reconoce su importancia, pero considera que ha quedado fuera el protagonista común, el brigadista, el activista, quienes dieron vida al movimiento.

“Lo más importante en que se debe insistir: el movimiento no ha terminado y no va a terminar, ni se va a cerrar la herida sólo porque se castigue a los culpables. Si algún día el movimiento llega a cerrar su herida será el día que se cumplan los objetivos que tuvo: igualdad y justicia social.”

Se ha hablado mucho del pliego petitorio como punto de referencia, “pero a mediados de agosto ya no era tanto el pliego petitorio, sino el anhelo de que en este país hubiera democracia, justicia, de que se acabara la corrupción. El movimiento rebasó totalmente al pliego, que quedó como símbolo, punto de referencia, pero en la conciencia, en la emoción de los que volanteábamos en los camiones, en los mítines, los que dialogábamos con el pueblo, estaba la cuestión de la justicia”.

Visión politécnica, ausente

Jesús Vargas Valdés, historiador chihuahuense especializado en el surgimiento y desarrollo de la Revolución Mexicana en el norte del país, autor de varios títulos sobre el tema, estudiaba en la Escuela de Ciencias Biológicas del IPN, en la ciudad de México, en 1968, y participó activamente en el movimiento estudiantil.

A partir de su experiencia personal y con una perspectiva historiográfica, Jesús Vargas sostiene que a los estudios sobre el 68 les falta integrar muchos testimonios de lo que fue el movimiento dentro del Instituto Politécnico Nacional: “Hay aspectos sobre los que no se ha escrito o se ha escrito muy poco, como las inquietudes de carácter académico que se daban en varias escuelas, previamente al movimiento: en el caso concreto de la Escuela de Ciencias Biológicas, desde 1967 los estudiantes participamos en la elaboración de nuevos planes de estudio porque los anteriores ya eran anacrónicos; también discutíamos sobre la situación académica y el futuro de los profesionistas”.

De ejemplos como el anterior, Vargas deduce que el movimiento “no cayó del cielo”, ni empezó “de repente sólo por un pleito entre pandillas y la intervención de los granaderos; creo que ya había un germen y seguramente en la Universidad debe haber sucedido lo mismo”.

Otro punto importante para Jesús Vargas es lo que sucedió entre el 23 y el 30 de julio de 1968: “resulta todavía muy confuso, y hay que aclararlo, porque fueron días de mucha actividad en varias escuelas del Politécnico, y para el 30 prácticamente todo el Instituto estaba en huelga”.

Y así como hay un antes que explica el surgimiento del movimiento, también hay un después del 2 de octubre: “casi no se ha escrito nada al respecto, la idea que prevalece es que se masacran a nuestros compañeros, los lloramos, a otros los apresan, volvemos a clases, vienen las Olimpiadas y ya se acabó todo. Y eso no es cierto”.

Desconexión del CNH

Esta idea “se explica mucho en función de que los principales dirigentes del Comité Nacional de Huelga, que eran los que tomaban la palabra, los que hablaban oficialmente, se desconectan de lo que pasa en las bases y por eso su versión nada más llega hasta ahí”.

El caso es que en los meses siguientes, y de 1969 a 1971, se da una intensa y muy importante actividad: “el mismo movimiento guerrillero de los años 70 surge en buena parte de los alumnos que durante el movimiento crearon alternativas de enfrentamiento a los granaderos, otra concepción de la autodefensa, y la desarrollaron”.

Entonces, resume, “ a 40 años de distancia, creo que ha llegado el momento de intentar una historiografía completa del movimiento de 1968; tratarlo no sólo desde la perspectiva de unas cuantas personas, sino desde la perspectiva de una investigación en la que participen grupos multidisciplinarios que aborden todos los aspectos, desde el cultural y el artístico hasta el político. Es lo que sigue. Porque el 68 no se reduce a una anécdota trágica”.

Todas está reflexión esta contenida y desarrollada en un ensayo de Vargas titulado La patria de la juventud. Los estudiantes del Politécnico en 1968 (Nueva Vizcaya Editores), del cual acaba de publicar una versión preliminar con motivo del 40 aniversario del movimiento, pero que será ampliada en una versión definitiva que estará concluida el próximo año.

 
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