Variantes y significados del desnudo colectivo
Ampliar la imagen En el desnudo colectivo público ligado a la creación artística, como en el caso del trabajo del fotógrafo Spencer Tunick, se revela una tendencia humana hacia la desnudez. La imagen, en el Zócalo de la ciudad de México, en 2007 Foto: Fabrizio León
El jefe de la policía capitalina Manuel Mondragón dijo: “… no quiero que mis hijos y mis nietos estén viendo eso”, después de haber afirmado ante empresarios de la Coparmex que podría sacar a patadas en 10 minutos a los integrantes del movimiento de los 400 pueblos, que suelen manifestarse desnudos por las calles de la ciudad de México. Lo anterior es revelador de la vigencia del pensamiento conservador, acostumbrado a ejercer un control sobre los cuerpos.
Desnudarse puede entenderse simplemente como el acto de despojarse de la ropa; en su modalidad pública, consiste en descubrir frente a otros regiones del cuerpo definidas culturalmente como prohibidas. Su carácter grupal permite diferenciarlo de otras variantes, particularmente de la que consiste en un acto individual, aunque se produzca en sitios públicos; o de la que, aun siendo un acto colectivo, se produce en sitios privados. Para tratar de comprender sus posibles significados, puede resultar útil distinguir algunas de sus variantes:
El desnudo colectivo como protesta pública. Se asocia casi siempre con una causa política, que sustituye o acompaña a la proclama. El desnudo busca en este caso llamar la atención. El efecto de los cuerpos ocurre no solamente en quienes asisten directamente a los actos de protesta, pues casi siempre se acompaña de un proceso de amplificación por la presencia de los medios de comunicación.
Para quienes participan en el proceso de mostrarse sin ropa, representa un acto de solidaridad, no sólo con una causa política, sino con quienes se comparte la experiencia de la desnudez. Ésta, paradójicamente, es una especie de vestimenta, un uniforme que distingue al grupo protestante del resto. Hay una unidad. Una comunión de intereses y deseos. Si bien las leyes de distintos países permiten las protestas públicas, no ocurre lo mismo con el desnudo en las plazas públicas, por lo que se añade un ingrediente nada desdeñable: la violación de la normatividad.
El desnudo como acto recreativo. Desde luego, no siempre el desnudo colectivo en lugares públicos se asocia a una causa política. También persigue una finalidad lúdica, constituye un hecho divertido para quienes lo practican, una travesura que pasa por el enfrentamiento con lo prohibido. Sea como sea, ir a la calle, recorrer lugares públicos, tomar colectivamente la decisión de desnudarse, en una banqueta, frente a una tienda, como ocurre en los festivales callejeros como el Mardi Gras o en los conciertos, sentir las miradas de los demás, establecer y sentir la comunicación entre los o las participantes, genera la complicidad y se acompaña de una sensación de libertad.
El desnudo colectivo y la creación artística. Una de las modalidades más recientes es el desnudo colectivo público ligado a la creación artística, como en el caso del trabajo del fotógrafo Spencer Tunick. Aquí se expresa no solamente la idea del artista, sino la decisión de grupos muy numerosos de personas que participan del acto creativo, lo que revela una tendencia humana hacia la desnudez, y la aparición de un fenómeno de masas que no en pocas ocasiones ha rebasado lo esperado por los propios convocantes. Como lo indican varios testimonios del propio artista, la presencia de modelos ha sobrepasado casi siempre sus propias expectativas. En México, 10 mil personas se desnudaron no sólo ante la lente del artista, sino ante ellos mismos y, de acuerdo con diversos testimonios, en el acto privó un sentimiento de respeto y libertad.
El desnudo colectivo como sometimiento. Hay una modalidad que se aleja muchísimo de las anteriores. Se trata del desnudo colectivo público que implica el sometimiento de seres humanos. Aquí el componente esencial es que las personas que participan del acto nudista lo hacen no por voluntad propia, sino por la de otros, que generalmente se encuentran vestidos. Es un acto involuntario, obligado por la amenaza de un poder. Una imagen que se publicó hace algunos años en algunos periódicos muestra a los reclusos de un penal en Guasave, Sinaloa, que son sometidos frente a medios de comunicación (lo que le da el rango de hecho público), obligados por los custodios y fuerzas especiales después de un motín. Se trata de imágenes sobrecogedoras, en las que la finalidad es someterlos a la indefensión más absoluta. La desnudez muestra en este caso uno de los componentes más extremos de la fragilidad humana. Son imágenes que nos remiten a los cuerpos apilados de los campos de concentración nazis durante la Segunda Guerra Mundial o a los abusos cometidos en las cárceles iraquíes por soldados estadunidenses. La fragilidad e indefensión dan mayor relevancia a los desnudos descritos líneas arriba, que corresponden a actos enteramente voluntarios, en los que, lejos de la vulnerabilidad, el desnudo aparece como una expresión de fuerza interior.
En las leyes de Estados Unidos y Canadá (curiosamente en México la legislación es más relajada) la desnudez se considera un acto ofensivo a la decencia, obsceno y otros calificativos como vulgar, lujurioso, lascivo, entre muchos otros. Los valores a los que se apela incluyen la salud pública, de donde la exhibición del cuerpo sin ropa es considerada de algún modo como algo patológico o potencialmente patológico y contrario, explícitamente, al bienestar general. Desde luego, la referencia principal es a la moral, que, sin embargo, no se encuentra definida en las leyes. Llama la atención que en algunos casos se identifica al cuerpo sin ropa como un medio para excitar al vicio, lo que da una pista importante para entender lo que se trata de evitar, es decir, se parte de la suposición de que la desnudez humana puede provocar un efecto en el otro, que lo conduce a una conducta desordenada en el área de la sexualidad.
La condena a la desnudez es, en mi opinión, la expresión de una forma de control de los cuerpos y de la sexualidad. A diferencia de lo que piensa el jefe de la policía, a mí no me importa que mis hijos vean esa forma de resistencia al control. Es más, estoy seguro de que nuestros nietos, con una actitud distinta, podrán disfrutar, lejos de esta moralidad decimonónica, de la belleza y maravilla que representa, sin duda, el cuerpo desnudo.