Dedos cruzados
Según una vieja creencia esotérica, en la intersección de dos líneas queda atrapada la suerte y decidido el futuro, y de allí vendría el ínfimo ritual de cruzar los dedos índice y medio para fortalecer la posibilidad de que se realice un deseo. Poca cosa, aparte de esa, nos queda por hacer en la elección presidencial de hoy a quienes no tenemos la ciudadanía estadunidense.
Con los dedos cruzados, la gran mayoría de los habitantes de este planeta espera que hoy llegue a su término institucional el periodo negro en el que han estado sumidos desde hace casi ocho años debido a que un hombre sin atributos ocupó el máximo cargo público en la todavía mayor potencia del mundo.
La decencia, el sentido común y las encuestas indican que la sociedad estadunidense no va a dar paso a un cuatrienio de bushismo sin Bush, encabezado por un héroe de guerra hechizo, vacío y rehén de las tribus libertarias, neoconservadoras y fundamentalistas cristianas. Pero nadie se atreve a descartar del todo la repetición, así sea improbable, de los milagros malignos que ocurrieron en las urnas de Florida y Ohio en 2000 y en 2004, y por eso cruzamos los dedos para que Obama triunfe, y por mucho margen, en los comicios de hoy.
Ya llegará el momento de repetir este conjuro de bolsillo para pedirle a quien corresponda que Barack recuerde, de cuando en cuando, su origen híbrido y periférico, el divorcio de sus padres, su conocimiento de la otredad, sus reventones del bachillerato, su trabajo comunitario, su paso por el periodismo, sus empeños legislativos para controlar los excesos de las corporaciones y la prodigalidad con que los jueces obsequian condenas a muerte.
Uno no va a olvidar que el aspirante demócrata es, a fin de cuentas, un hombre del sistema y del aparato, y que debe buena parte de su empuje mediático al capital privado. Éste se mostró indiferente cuando Bush perpetró crímenes de lesa humanidad y atropelló los derechos y las libertades civiles, pero no perdona que la presidencia republicana le haya ocasionado pérdidas bursátiles.
Ya llegará el momento de discernir en qué medida Obama está comprometido con sus patrocinadores y hasta qué punto es fiel a sus votantes. Ya habrá tiempo para ver si logra hacer algo en lo que se refiere a la recuperación del poder público de los intereses corporativos y si quiere o puede, y en qué medida, reconvertirlo en una representación de la gente.
Por ahora, por hoy, no queda sino desear que gane la Presidencia y que McCain y su grupo no consigan torcer el resultado mediante fraudes como los perpetrados por Bush en 2000 y en 2004. Que se malogre el propósito de la propaganda negra, empeñada en presentar a Obama como un peligro para Estados Unidos. Que no funcionen las trampas para disuadir de acudir a las urnas a los electores pobres y descontentos.
Que la aberración antidemocrática del Colegio Electoral no pueda ser instrumentada para escamotear la victoria de los muchos millones de gringos que están hasta la madre de un presidente criminal, corrupto e ignorante, un hombre sin atributos o más bien con uno solo: el de estar muy próximo a dejar el cargo.