Pat Pat
Mi hermana es mayor que yo. La llamo Pati porque es simpática. De hecho ella es tan simpática que yo forjé mi identidad de apática que fue la careta esteta que implanté al yo de auténtica antipática con que nací. Porque que antipática soy, aunque propática. Que problemática y ridícula, que peripatética. Que abismática. Que poco carismática. Que superfluamente analítica. Que manera tan raquítica de reprochar, de anular y de raspar la matrícula, tacharla y rayarla, patética si patítica para inscribirme ofuscada y anudada en la vida. Qué error inicial, qué salto de la cuna con el pie izquierdo, qué torcimiento de ingreso, lloré en vez de reír como ríe Pati que si no grita ríe. Tartamudeo en lugar de soltar la lengua, piso en falso a cambio de pisar como pisa Pati que pisa como debe ser, sin garbo ni gentileza, pero con brío, sobre todo con brío. Carácter, arrojo y arresto. Arresto es atrevimiento. Yo vacilo temerosa, Pati se atreve y se arroja. Pati es Pat. Pat, bat, hat, mat, vat. Pat sat. Rat, cat. Pat Pat. Pat, Pats. Rats, Pats. Pats pats.
Nuestra abuelita paterna llamó Batica a Pati hasta asimilar el sonido pe inexistente en su lengua árabe materna. Desde el extremo no encendido del Camel fumaba y entre aspiraciones procuraba pronunciar la pe para emitir el diminutivo apelativo Bpatica, la pe pronunciada sin que dejara de sonar a be. “Bpatica”, la llamaba con la cadencia gutural y natal subyacente que emigró con ella, acento turbulento del que en ningún momento se desprendió del todo, que coloreó el inglés de adopción, escisión y transmisión con el que se aventuró en la conversión de Pati la atrevida en la simpática y fonética Bpatica.
Si yo hubiera nacido simpática no me apedrean los niños al pasar niña frente a su casa, vecinillos, colindantillos. Malcriadillos, mimadillos. Pasé de negro, apedreada, la acera. Cabizbaja y ensimismada. Entumecida de frío, enmudecida de rabia, ensordecida de gritos. Huía del aplauso con el que cada día, cada tarde y cada noche la tía, la mía y la guía celebraban las gracias de la simpática de las dos, de la hermana simpática de la antipática hermana que fingió ser apática para forjarse su propia identidad. Piedra viene por antipática. “Pero si lo que soy es apática”, gemía y mentía. Fingía y rugía. Piedra va por antipática y lunática. Piedra va por lunática antipática. Chiflada lunática, lunática extraña. Tocada, perturbada. Chifla chiflada. Excéntrica, colérica. Rumiante, extravagante. Masca, masca. Punzante, cortante. Anárquica y polémica. Indiferente, falsa y displicente. Ni fría ni glacial. No flemática. No apática. No simpática.
Más que antipática, hepática. Haces corajes porque eres hepática, pero no eres corajuda porque no eres simpática. Quisieras ser corajuda. Pati hace corajes, pero ella sí es corajuda. Aunque quieras tú no eres corajuda. Haces corajes porque no eres corajuda. Pati es corajuda no por hacer corajes, sino porque es simpática, intrépida y arrojada. Pati es corajuda porque es brava. Lo que tú eres es destemplada. Naciste alterada, turbada y perturbada. Naciste descompuesta y descon- certada. Resultas refinada pero desafinada, desentonada y fuera de lugar. No vives como pez en el agua porque no eres acuática ni simpática. Eres paralítica de tan antipática.
Eres hepática y diabética. Estás descompuesta y encrespada. Estás encolerizada y exacerbada. No procesas el azúcar, cambias grasa por azúcar. Mudas la granulación del dulce granulado por piedras en el zapato y tropiezas. Trastornada y demacrada tropiezas, desaceitada y sin grasa te trozas y te tuerces, te destrozas y te retuerces, das tropezón tras tropezón, te das golpes en la frente contra la pared que enfrente enfrenta tu mente crujiente y doliente, emberrenchinada diariamente, allá tú, pero no embravecida como Pati corajuda y de estética simpática, no rabiosa y espantosa, no tullida y desvalida como la tuya. Piedra va por hepática, enflaquecida por antipática.