Usted está aquí: domingo 2 de noviembre de 2008 Cultura Rechazo la poesía panfletaria y vacía: Fernández Retamar

■ Recuerda su amistad con Octavio Paz, que comenzó en los años 60 y se diluyó con la década

Rechazo la poesía panfletaria y vacía: Fernández Retamar

■ Obama despierta una leve esperanza en Cuba si es coherente con planteamientos de campaña

Arturo Jiménez

Ampliar la imagen El escritor cubano Roberto Fernández Retamar durante su visita a la ciudad de México El escritor cubano Roberto Fernández Retamar durante su visita a la ciudad de México Foto: Víctor Camacho

Con razones históricas de sobra para no albergar muchas esperanzas respecto a los resultados de los procesos electorales estadunidenses, esta ocasión, sin embargo, la posibilidad real de que el triunfador de los comicios de este 4 de noviembre sea el candidato demócrata, Barack Obama, parece despertar un mayor interés en Cuba.

Al menos así se infiere de las apreciaciones del poeta habanero Roberto Fernández Retamar (1930), presidente de la Casa de las Américas y quien visita la ciudad de México. Y aunque se considera “amateur en cuestiones políticas” y más bien “un escritor politizado y no un político que escribe”, agrega en entrevista con La Jornada:

“Es claro que nuestra esperanza está en que Obama resulte vencedor y que sea coherente con lo que ha planteado durante su campaña, específicamente respecto a Cuba. Ese bloqueo a nuestro país es tan absurdo que tarde o temprano tiene que desaparecer.”

El poeta y ensayista se refiere con optimismo al arribo de gobiernos progresistas en la mayoría de los países de América Latina:

“Es un nuevo proceso de la unidad latinoamericana. No recuerdo haber vivido nunca un momento tan esperanzador en América Latina como el de ahora.”

Al triunfo de la revolución cubana en 1959, el joven Fernández Retamar tenía la opción de dar clases en una universidad estadunidense, pero decidió quedarse en la isla, sobre todo llevado por motivos éticos.

“Mi vida hubiera sido distinta sin la revolución”, dice, y agrega: “Yo entendía que el triunfo de la revolución significaba la posibilidad de rehacer el país, y no podía irme en ese momento, debía quedarme, y así lo he hecho durante lo que pronto será medio siglo”.

Desde ese fundamento es que comenta sobre la nueva etapa que vive Cuba con el arribo de Raúl Castro como presidente de su país, en sustitución de su hermano Fidel, el líder histórico de la revolución cubana, convaleciente.

“El imperialismo había dicho que sin Fidel Castro la revolución cubana se evaporaría, pero no fue así, sino al contrario. Se han tomado medidas de apertura y flexibilización que favorecen cada vez más la vida cotidiana en el país.”

El poeta toca además la situación de emergencia que padece la isla luego del paso desastroso, en septiembre, de los huracanes Ike y Gustav, por lo cual, junto con otros intelectuales cubanos, hizo un llamado a intelectuales del mundo para exigir una vez más que se termine el “absurdo” bloqueo económico de Estados Unidos a Cuba.

En la charla no queda fuera el tema fundamental de la literatura, de su poesía y de temas como su amistad con Octavio Paz, la cual comenzó a principios de 1960 y se fue diluyendo con esa década.

“Fui muy amigo de Octavio, pero después, como se sabe, criticó mucho a la revolución cubana. Yo tuve relaciones epistolares con él hasta finales de los años 60. Después no volví a tener, por desgracia, relación con él. Asumió posiciones muy negativas hacia la revolución cubana y otros movimientos, como la revolución sandinista.”

Calibán y el imperialismo

Fernández Retamar, de quien el año pasado Siglo XXI Editores publicó una Antología personal, que reúne poemas y ensayos, se encuentra en México para participar en el Festival de la Palabra Ciudad de México Centro Histórico, que concluye este domingo y por el cual el jueves, en el Palacio de la Autonomía, dio la conferencia magistral Poesía y crítica en José Martí, y el viernes, en el Claustro de Sor Juana, ofreció un recital.

–¿Cómo ha cambiado el imperialismo en los pasados 40 años? (casi los mismos que lleva de publicado su famoso ensayo Calibán. Apuntes sobre la cultura de nuestra América, 1971), se le pregunta en el vestíbulo de un hotel de la calle de Palma, en el Centro Histórico.

–De las cosas importantes que ocurrieron de esa fecha hasta ahora está la desaparición del llamado campo socialista europeo. En esa época existía la Unión Soviética y se produjo lo que he llamado el desmerengamiento de los países que se decían socialistas en Europa. Con ello terminó, aparentemente, la guerra fría, que dejó al imperialismo estadunidense como la única superpotencia y, paralelamente, se fue desarrollando en el mundo una presencia muy agresiva del neoliberalismo.

“Lo más reciente, que es un cambio notable, es la explosión de la burbuja financiera de Estados Unidos y la gran crisis económica que está provocando. Creo que el imperialismo no está ahora más fuerte que entonces, sino más débil. Esto no quiere decir que vaya a desaparecer mañana. En relación con el ensayo Caliban, cuando se escribió expresaba la llamada dicotomía entre el norte y el sur, la cual ha acabado por agravarse. Al desaparecer el campo socialista europeo se enfrentan hoy en día, de manera muy clara, el norte y el sur.”

Fernández Retamar se refiere a los procesos de cambio en América Latina. “Se están dando acontecimientos muy trascendentes, como la Venezuela bolivariana, Ecuador con Correa y Bolivia con Evo Morales, quien introduce además el factor indígena, que antes no era protagonista.”

De manera que el imperialismo, que parecía “fortísimo” entre 1989 y 1991, con la caída del bloque soviético, ahora no lo parece. Y agrega que, a diferencia de hace casi 50 años, cuando en América Latina sólo México mantenía relaciones con Cuba, ahora hay nexos políticos y comerciales con prácticamente todas las naciones, con excepción de El Salvador. “Esa diferencia es abismal, es un cambio impresionante”.

–¿Cómo observa los diferentes proyectos de la izquierda en el poder en los países de América Latina, por ejemplo el de Venezuela, Brasil, Chile o Bolivia?

–Hay diferencias, desde luego, pero lo importante no son tanto las diferencias como las similitudes o las metas comunes que se plantean. No son distintas de las metas de, por ejemplo, el Che. Hoy en día, aquella meta famosa que planteó el Che: crear dos, tres, 15 Vietnam, ya no se está haciendo por la vía de las guerrillas, sino por la de las elecciones. Es un fenómeno interesantísimo: esas elecciones, proyectadas para el triunfo de la oligarquía, están siendo el camino por el cual los pueblos están haciendo sus cambios.”

–Marx planteaba que las condiciones de cambio se generan dentro de la misma sociedad capitalista. ¿En este caso sería potencializar las posibilidades de la democracia formal?

–Claro. Marx hablaba del viejo topo de la historia: nadie sabe por dónde va a salir. Hace 15 años no se podía prever una América Latina como la que estamos viviendo ahora. El viejo topo de la historia de Marx estuvo trabajando. Y a propósito de Marx, leí un cable que informa que se están vendiendo cuantiosamente sus libros de nuevo. Parece que Marx, quien nunca estuvo ausente, regresa con mucha fuerza, precisamente a raíz de esta crisis económica del capitalismo.

Facilitar la vida cotidiana

–¿Hacia dónde va Cuba en esta nueva etapa, con Raúl Castro al frente?

–Creo que Cuba va a una profundización de sus procesos revolucionarios, que significará tomar determinadas medidas, como las que ya se han tomado, para facilitar, pudiéramos decir, la vida cotidiana en el país.

–Hay razones históricas para que en Cuba no se generen muchas expectativas respecto a los procesos electorales en Estados Unidos, pero parece que ahora no son unas elecciones comunes y que allá se están enfrentando dos proyectos distintos de nación. ¿Cómo percibe ese proceso en general y la figura de Barack Obama en particular?

–Lo que se va a escoger el próximo martes no es una alternativa entre capitalismo y otra cosa. Se va a elegir al presidente del imperio. Ahora, es evidente que hay matices. No es lo mismo Bush que Clinton, u Obama que McCain. Para los que vivimos en este continente, es claro que nuestra esperanza está en que Obama resulte vencedor y que sea coherente con lo que ha planteado en su campaña, específicamente respecto a Cuba. Ese bloqueo a mi país es tan absurdo que tarde o temprano tiene que desaparecer. Sería magnífico que con Obama en la presidencia se diera un paso en ese sentido.

–El año pasado la editorial Siglo XXI publicó su Antología personal, una selección hecha por usted de poemas y ensayos. ¿Ha cambiado la visión del poeta de lo que son las letras en este más de medio siglo o es una sólo línea?

–No, no es ni puede serlo. Empecé a escribir poemas a los 15 años, en 1945, y a publicarlos en 1950: han pasado 58 años.

Y Fernández Retamar hace un recuento de sus primeros y siguientes libros, de su paso por la fundamental revista Orígenes, que dirigía José Lezama Lima, de la publicación en México de varios de sus títulos, de su conocido poema El otro, escrito en 1959, al triunfo de la Revolución cubana, de su amistad con Octavio Paz, a quien conoció en París y cuya relación después se fue diluyendo.

Retoma el asunto de su poesía: “Poco a poco me fui acercando a una poesía más conversacional, más hija del habla de todos los días. Es evidente que en todos esos años nadie, a no ser que estuviera hecho de piedra, permanece igual.”

–Pero en términos formales y temáticos, ¿que pasó?

–Diría que fui saliendo de una poesía muy preocupada por las cuestiones formales, a una poesía más libre, más humana, más integral, incluso más hija del coloquio. Pero siempre sorprendido e impresionado por la extrañeza de la existencia. Eso adquirió ciertas características al triunfo de la revolución. A los problemas existenciales que todos experimentamos, se sumó el desafío intelectual que era esa gran revolución que estaba ocurriendo ante nosotros y en nosotros. Y la poesía intentó hacerse cargo de ella. Aunque siempre he rechazado la poesía consignista, la poesía panfletaria, la poesía que repite frases vacías, y en las que espero no haber incurrido nunca.

 
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