Bajo la Lupa
■ Cumbre de China y Europa sin EU
Ampliar la imagen Los presidentes de China, Hu Jintao (tercero desde la izquierda), y Francia, Nicolas Sarkozy (cuarto), seguidos por líderes asiáticos y europeos, en el Gran Salón del Pueblo, en Pekín, el 24 de octubre pasado, en el contexto de la reunión de la ASEM Foto: Reuters
Se celebró en Pekín, el pasado 24 de octubre, una cumbre entre mandatarios de Asia y la Unión Europea (UE), en el marco de la séptima Reunión Asia Europa (ASEM, por sus siglas en inglés), en torno del tsunami financiero de Estados Unidos (EU) que en forma irresponsable ha contagiado al mundo.
People’s Daily (29/10/08) exulta el “nuevo capítulo en la cooperación entre Asia y Europa” y exalta la “importancia de la ASEM que no puede ser desestimada. Fue la primera vez que líderes de 45 países miembros se reúnen desde su segunda ronda de ampliación de 2006. Los miembros de la ASEM cuentan con 50 por ciento del PIB mundial, 58 ciento de la población global y 60 ciento del volumen comercial total”. Y eso que aún no se han adherido en su seno los países que asisten como “observadores”: India, Irán, Mongolia y Pakistán.
ASEM, dependiendo de la voluntad de la UE, puede resultar mucho más efectivo que la dispersa y más publicitada APEC, totalmente avasallada al unilateralismo de EU.
Más allá del mercantilismo procaz, ASEM puede convertirse en la matriz euroasiática que le brinde estabilidad a la región, que ha perturbado y depredado la codicia energética de las petroleras anglosajonas.
No se inventa nada nuevo, sino que se rescata la fase de gran cooperación euroasiática (la mirífica ruta de la seda), cuando EU aún no existía y Gran Bretaña todavía no daba comienzo a su imperio bélico y devastador.
ASEM no contó con la presencia de EU, a la que no tenía por qué acudir, ya que no cuenta siquiera con el estatuto de “observador”. Cabe señalar que la cumbre ASEM fue ampliamente escamoteada por la prensa anglosajona, cuyos intereses van en camino opuesto a la integración euroasiática.
People’s Daily abunda sobre la presencia relevante de 10 jefes de Estado, 26 jefes de gobierno y por representantes de organismos regionales, que “rompieron el récord de asistencia”, y comenta sus “grandes logros (sic) que se dice (¡supersic!) son de importancia estratégica, conforme a las expectativas de la comunidad internacional y los países miembros”. Al no haber sido explicados ni detallados, ¿cuáles habrán sido tales “grandes logros” de “importancia estratégica”?
Al parecer, se alcanzó “una serie de consensos para manejar las turbulencias económicas y así ayudar a recuperar la confianza en el mercado global”.
Es evidente el imán de atracción que ejerce en estos momentos China, el país menos averiado por el contagio estadunidense, al contar con el mayor crecimiento económico y las mayores reservas de divisas del orbe (casi 2 billones de dólares, es decir, 27 ciento del total) gracias a su prudencia regulatoria.
A Francia, Alemania e Italia, y hasta el portugués José Manuel Barroso (presidente de la Comisión Europea) no se les escapó la vital relevancia de China para instituir un nuevo Bretton Woods, lo cual desea impedir el régimen torturador bushiano con el fin de eternizar la insustentable hegemonía del dólar, cuyos avatares especulativos han causado estragos en la periferia de los países valetudinarios.
ASEM no habló únicamente sobre finanzas, abordó también la necesidad de “lograr un desarrollo común” al enfrentar “problemas similares de desarrollo sustentable como la seguridad energética y de granos, el cambio climático y la protección ambiental”.
En un tercer nivel, ASEM apreció las bondades del enfoque “diplomático multilateral”. Como se desprende, todas las decisiones de ASEM son veneno puro para el unilateralismo del régimen torturador bushiano.
Por fin los líderes europeos entendieron que el nuevo orden económico global debe contar necesariamente con la participación de las nuevas potencias financieras asiáticas, a las que faltaría agregar las potencias petroleras del Golfo Pérsico que, con la excepción de Irán, brillan por su ausencia.
Antes y después del ASEM, quizá con el objetivo de llegar como el gran triunfador a la cumbre del G-20 en Washington el 15 de noviembre, China desplegó una intensa actividad diplomática en tres vectores: uno, en el ámbito regional, mediante la mayor cooperación financiera entre los 10 países del sudeste asiático (ASEAN por sus siglas en inglés), y los tres grandes del noreste asiático (China, Japón y Sudcorea), que se conoce como el “ASEAN-10 más tres”, pero que se ha quedado rezagado al no haber osado implantar una divisa común regional, al menos que el yuan y el yen acaben por digerir a los pequeños en forma darwiniana; dos, la reunión bilateral en Moscú entre el premier chino, Wen Jiabao, y el zar ruso, Vlady Putin, quienes concretaron acuerdos trascendentales en materia energética (el célebre oleoducto ESPO; Stratfor, 27/10/08), y el intercambio comercial pagadero en rublos y yuanes que deja fuera al dólar (Ria Novosti, 30/10/08), y tres, la reunión del Grupo de Shanghai (SCO, por sus siglas en inglés) durante la cual el premier Wen urgió una ambiciosa profundización de los lazos mediante la facilitación del comercio y las inversiones, la creación de “zonas económicas especiales”, la construcción de redes de infraestructura interconectadas con prioridad al desarrollo de proyectos de energía, transporte y comunicaciones, la cooperación financiera y empresarial, y el establecimiento de mecanismos de cooperación en ciencia y tecnología: ¡ni más ni menos que la transformación de la añeja ruta de la seda en términos modernos!
Cabe destacar que en el marco del la reunión del Grupo de Shanghai en Astana (Kazajistán), el primer Wen se reunió con Parviz Davoodi, primer vicepresidente de Irán (que cuenta con el estatuto de “observador”), lo cual valió los titulares de la prensa china.
Después de dar vuelo a la reunión de Wen con su “docena de amigos rusos” en Moscú, People’s Daily (29/10/08) reporta las severas declaraciones de uno de éstos: Andrei Kokoshin (primer vicepresidente del Comité de Ciencia y Tecnología de la Duma), quien reclamó la necesidad de “reformar el sistema monetario global, mejorar la supervisión financiera y manejar de manera apropiada la relación entre las economías ficticia y real”.
Los feroces críticos de China, que abundan en la sesgada prensa anglosajona, imprecan que promete muy poco y otorga mucho menos. Sucede que la cosmogonía china, más armónicamente prudente y de largo plazo, colisiona con la visión impetuosamente temeraria y cortoplacista de la dupla anglosajona, de lo que se derivan desencuentros y equívocos semánticos y metafísicos.
Ante el despliegue del tsunami financiero de EU, que apenas va en su segunda fase –cuando aún no se exhuman los ominosos “derivados financieros” de su “contabilidad invisible” en sus “paraísos fiscales”–, China espera en el pórtico de su casa ver pasar el cadáver de su enemigo. El diapasón financiero global está en manos de China.