México SA
■ Muchas rendijas abiertas en la reforma petrolera modernizadora
■ Aplauden desempleados las ocurrencias de Ruiz Mateos
Ya está: la petrolera se suma al de por sí abultado historial de “reformas modernizadoras” aprobadas a lo largo de los últimos 26 años, las cuales lejos, muy lejos, de concretar las promesas en ellas contenidas han servido, fundamentalmente, para vender al país, mantener el raquitismo económico, robustecer la dependencia con el exterior, concentrar aún más la riqueza y el ingreso e incrementar la deuda social.
Ayer, con sus gallinitas amarillas, la mayoría prianista en San Lázaro dio el sí definitivo a la susodicha “reforma”, que si bien no “reforma” mucho ni resuelve los ingentes problemas de Petróleos Mexicanos, sí deja satisfecha a la muy mediocre clase gobernante (“se hizo lo que se pudo, mano”) que se ha pasado cinco lustros “modernizando” (léase privatizando) la riqueza nacional y prometiendo excelsos resultados para el bienestar de los mexicanos.
Millones de promesas incumplidas dan cuenta de lo anterior. Por ejemplo, ofrecieron a los mexicanos una banca “moderna”, “competitiva”, con una “participación diversificada y plural en el capital” que “impida fenómenos indeseables de concentración”, que “no sirva para la especulación de unos cuantos” y “controlada por mexicanos”. Lo propio, con carreteras, aeropuertos, ferrocarriles, petroquímica, gas natural, energía eléctrica, minas, acerías, ingenios azucareros, aerolíneas, armadoras, fertilizantes, comercializadoras, etcétera, etcétera. Y en todos los casos los resultados para quienes todavía habitan este país han sido poco más que desastrosos.
Que la clase política no cumpla es otra cosa, pero los mexicanos no pueden quejarse por falta de promesas, entre ellas, de manera destacada, “la consolidación” de la economía primer mundista y boyante que resultaría de la citada “modernización” y “atendería los rezagos sociales”. En los hechos, una tasa de “crecimiento” anual promedio que a duras penas llega a 2.3 por ciento, en vía de empeorar, con lo que ello socialmente implica. Poco más de tres lustros “reformando”, y el país cada vez está peor.
Ahora lo hicieron con Petróleos Mexicanos (¿por dónde se cuelan las ratas? Por las rendijas, apá), y como en ocasiones anteriores presumen que México es envidiado mundialmente, toda vez que como consecuencia de las modificaciones aprobadas ayer los mexicanos deberán ser felices y acostumbrarse, otra vez, a administrar la abundancia (en los hechos, a ser testigos de piedra de cómo otros se quedan con la abundancia).
Poco más de tres lustros en los que las “reformas” se han concentrado en leyes secundarias para abrir puertas traseras y rendijas, por medio de las cuales se ha “filtrado”, en plena violación constitucional, el capital privado, nacional y extranjero, en actividades exclusivas del Estado. Las modificaciones se han concentrado en la legislación relativa a la propiedad de la nación, y en aplicar el viejo truco de “reclasificar” lo estratégico para llevarlo a lo prioritario, donde la iniciativa privada puede clava el diente a los negocios de la nación.
Con tanta experiencia en la materia, nuestra heroica clase gobernante tendría que haberse dado cuenta de que los parches, modificaciones y “reformas” por ella promovidos y aprobados lo único que han fortalecido es la venta de garaje, y robustecido la atonía económica, la dependencia externa, la concentración del ingreso y la riqueza y el incremento de la de por sí abultada deuda social.
Como dice actuar “de buena fe” y siempre “cuidando los intereses de México” (Sociedad Anónima), los resultados obtenidos tras las “reformas” por ella palomeadas deberían ser más que convincentes para que la clase política reaccionara y metiera reversa, pero lejos de ello sigue adelante, lo que no fortalece aquello de la “buena fe”.
Los cambios constitucionales en materia económica ocupan el tercer lugar en orden de importancia, sólo después de las “reformas” electorales y laborales. Veintitrés modificaciones, prácticamente todas ellas de 1983 a la fecha, que alteraron, o de plano dieron un giro de 180 grados, el sentido original sobre la rectoría del Estado en materia económica, las áreas reservadas a éste, y el “traslado” o “reclasificación”, como les gusta a ciertos tecnócratas, de las áreas estratégicas (sólo participa el Estado) a prioritarias (éste más la iniciativa privada).
Sin duda, las leyes secundarias (las puertas traseras y las rendijas) han sufrido muchísimos más cambios y “reformas” que la Constitución. Una interpretación a modo, que cuadre con el negocio en ciernes, ha sido más que suficiente para que sectores estratégicos amanezcan, sin previo aviso, como áreas prioritarias en las que el capital privado, a partir de ese momento, está “autorizado” no sólo a participar, sino a quedarse con el pastel completo.
Es necesario hacer un corte de caja sobre lo acontecido. Un balance detallado de esos 26 años, de Miguel de la Madrid a Felipe Calderón, en los que prácticamente todo se ha privatizado. La participación del Estado en la actividad económica no pasa de 5 por ciento, si se hace a un lado a Pemex y a lo que queda de la CFE. Poco más de cinco lustros a través de los cuales la iniciativa privada, el mercado y demás “benefactores” de los mexicanos no han dado una en lo que a beneficio nacional y/o social se refiere. Por el contrario, puras pérdidas que contrastan con los excelentes negocios y las grandes fortunas que unos cuantos hacen y acumulan a costillas de la nación.
Como lo hemos comentado en este espacio, en los últimos 26 años cada uno de los cinco inquilinos que se han sentado en Los Pinos ha hecho su luchita para concretar la “reforma” energética, siempre con el pretexto de que “no hay dinero” (que después sí aparece). Entre otras acciones, De la Madrid “reclasificó” la petroquímica, Salinas partió a Pemex en cuatro para facilitar su “desincorporación” y abrió el sector eléctrico, Zedillo hizo lo propio, “creó” los Pidiregas, abrió el gas natural e inició los permisos de “cogeneración”, Fox “reinventó” los contratos de servicios múltiples y metió el acelerador en el otorgamiento de dichos permisos, y Calderón quiere dar “seguridad jurídica” a los inversionistas privados para “fortalecer la transición energética”. No han podido a plenitud, pero sí abierto muchas rendijas, y la “reforma” no las cancela.
Las rebanadas del pastel
Firme candidato al premio La Neurona Pasmada, el secretario de Economía, Gerardo Ruiz Mateos, atacó de nuevo: “el gobierno mexicano está listo para recibir a los aproximadamente 3 millones de migrantes que regresarían de Estados Unidos tras la crisis financiera en ese país. Está preparado para recibirlos en su casa, y esperemos que la economía funcione como lo estamos previendo… hay que establecer mecanismos para generar empleos adicionales y para ello hay varios programas de gobierno que ahí van jalando”. Dos millones de desempleados en el país aplaudieron la declaración.