La ventana entreguista
Ahí, en una o dos de las siete nuevas leyes petroleras estaba, desde el inicio de la negociación en comisiones del Senado, el escollo para la discordia que dio al traste con el consenso de aceptación programado. Muchos no lo vieron o no pudieron apreciar la magnitud de los designios que contiene la que se puede nombrar como entreguista ventana. Y no se pudo analizar con el debido cuidado porque, misteriosamente, el inciso que se buscaba prohibiera expresamente que hubiera exclusividad en los bloques había desaparecido del texto final que se aprobó con gran despliegue de firmeza y rapidez.
El mismo grupo de intelectuales y expertos en defensa del petróleo no dimensionó dicha ausencia con precisión. Tampoco se hizo dentro del FAP o del propio gobierno legítimo (indians included, dicho que encubre la primera persona del singular). El punto neurálgico que inclina desfavorablemente el balance para aceptar la reforma petrolera es muy concreto. En él se encierra lo que con el tiempo y muchas mañas será una versión revisada de los contratos de servicios múltiples (CSM). La fórmula original de negocios (bajo controversia ante la SCJN) que se aplica en la famosa cuenca de Burgos (CB), región lindante con EU donde se extrae el gas no asociado con aceite.
En ese espacio norteño la pasada administración de los gerentes que impuso Fox (imposible olvidar a ese seudo ranchero rencoroso que aún intenta inocular con más trampas rabiosas a su hipócrita partido con miras a 2009) encontró el modo de colar a las empresas extranjeras en una lucrativa actividad reservada en exclusividad a Pemex.
Hoy día, en la CB las trasnacionales llevan a cabo, en un territorio (bloque) bien delimitado, su tarea de dar una buena tarascada a la renta de los hidrocarburos. Y esa exitosa fórmula de entrega es la que se piensa extender, con el sigilo, las maniobras actualizadas y el tesón de los administradores de Pemex, a los trabajos para explorar y extraer petróleo en varias partes del territorio nacional.
La variante de los CSM que podrá firmar Pemex la reservan para las aguas profundas como su destino principal, pero puede ser extendida al problemático paleocanal de Chicontepec o a otras regiones donde existan depósitos de crudos y gas. Al aplicar tan discreta fórmula contractual, pues no está específicamente prohibida en la regulación aprobada, amplias zonas del territorio podrán ser coto privado de empresas que tengan la capacidad tecnológica y financiera para llevar a cabo la exploración, perforación de pozos profundos o complicados y de extraer el crudo y gas de sus ancestrales recintos. Así, el propósito privatizador de la íntima alianza del PRIAN se pudo esconder sin tanta alharaca, a no ser por la decisión popular de continuar la resistencia pacífica. No sólo se piensa desincorporar buena parte de la industria petrolera (la extractiva), sino que serán empresas extranjeras las que, en la práctica, realicen los trabajos. Son, por ahora al menos, las únicas que califican para dichas tareas. A las nacionales les quedará un lugar segundón como subcontratistas menores y subordinadas.
Al develar el subterfugio, el movimiento en defensa del petróleo se apega a su razón de ser, pues nace de las entrañas del ánimo nacionalista y el espíritu soberano de la mayoría del pueblo de México. De esa porción de la sociedad que pretende darse a la tarea de construir, con los propios recursos e igualitario beneficio, su futuro. Poco importa el alud difusivo desatado en su contra desde el poder establecido y que, con generosidad e iracundia, cumplen sus emisarios de ocasión. El futuro operativo de la paraestatal irá confirmando lo que se quiso evitar con la inclusión del texto que prohibiera la celebración de contratos de servicios concurrentes para una sola empresa y asignar áreas exclusivas para llevar a cabo las tareas encomendadas.
La personalización de los ataques por la continuidad de la protesta ha sido brutal. AMLO ha cargado con las denostaciones, la condena y hasta el franco insulto que disparan los críticos al servicio del oficialismo. Columnistas rabiosos han descargado un cúmulo de adjetivos difíciles de igualar por otro actor del ámbito político o social. Diarios enteros, programas radiofónicos de comentario y hasta espacios noticiosos empeñados en cuestionar el liderazgo, la conducta, las supuestas motivaciones y hasta la sanidad mental de López Obrador. En ninguna de tales instancias difusivas cabe la posibilidad de que AMLO sea empujado por, aunque sea, una mediana preocupación por salvaguardar los bienes públicos como es el petróleo. Menos aún preservar bajo control del Estado la que ha sido y puede volver a ser palanca del desarrollo nacional. No pasa por la mente achicada de tales monaguillos (muchos de la peor calaña del ámbito comunicativo) vislumbrar el menor rasgo de buena voluntad y el deseo de enderezar el torcido árbol de la política. Cerrar el contratismo, buscar alternativas para un rápido crecimiento interno de la economía es un renglón ajeno a sus simples juicios, inexistentes por completo en sus repetitivas pujas cotidianas.
La cadena de vituperios se concentra alrededor de la imperiosa incapacidad de AMLO para celebrar un efímero y cuestionado triunfo que muchos quieren, necesitan, buscan afanosamente para su maltrecha seguridad y entereza. Se le ordena abandonar la protesta, dejar el protagonismo mesiánico que, como ecos simultáneos, le achacan. Imposible aceptar el móvil popular, la defensa de la economía de las empobrecidas masas, tan maltrecha por estos días de crisis globales y autoridades acalambradas. Es materialmente imposible solicitar a estos hombrecillos de corta inteligencia y anchas ambiciones que agranden sus miras, que amplíen horizontes para que puedan visualizar lo que en realidad sucede. Sus incontenibles fobias, rencores recurrentes o sus destartaladas talegas de vanidad e intereses se los impiden. Allá ellos. El movimiento para la transformación de este país seguirá adelante hasta con tales personajitos de colección adentro.