■ Reconocimiento a Pelé en el estadio Azteca, pero no se puso la camiseta amarilla
Funeral del América al terminar los festejos por su 92 aniversario
■ La Monumental desahogó su frustración con insultos a los policías
■ Homenaje a Reinoso
Ampliar la imagen El americanista Enrique Esqueda y el rojiblanco Édgar Mejía no dieron tregua en la férrea disputa por el esférico Foto: Víctor Camacho
La celebración se fue a otro lado. El cierre de los festejos con motivo del 92 aniversario del América terminó con ambiente de funeral tras la derrota a domicilio, ante unas agigantadas Chivas.
En el estadio Azteca quedó en silencio y rumiando su desgracia la barra Monumental, con rostros tristes y cabizbajos en espera de la señal para poder desalojar el estadio. Dedicando mentadas de madre a los uniformados que los contuvieron durante casi una hora, como medida preventiva para evitar enfrentamientos afuera del inmueble. El enojo y la furia por la virtual eliminación de su equipo fueron desahogados con los guardias.
Horas antes todo era expectación y alegría. Uno de los momentos más emotivos fue durante el homenaje a Pelé, instantes antes de que arrancara el fragor de la batalla. El Rey, con voz vibrante, recordó tiempos gloriosos en este coso; de inmediato, el presidente del América, Michel Bauer, le entregó una playera amarilla con el número 10 y el nombre “Pelé”.
Quizá El Rey tiene presente que la ciudad de Guadalajara fue su casa durante el Mundial México 70, tal vez se le dividió el corazón, pero la realidad es que no se puso la camiseta y apenas la enseñó rápidamente. Tras dar las gracias, porque “los mejores momentos de mi vida los he pasado aquí”, dio un breve discurso en favor de la educación y el deporte, y echó a correr hacia el centro de la cancha con el brazo derecho en alto.
Mal presagio
El partido comenzó con mal presagio y sufrimientos para los seguidores de las Águilas, al ver que su equipo era dominado. En contraste, el público de los tapatíos pocas veces guardó silencio, olía el triunfo y durante el segundo tiempo sacó bengalas, gigantescas antorchas rojas que arrojaron peligrosamente hacia las gradas inferiores. El fuego cesó para dar paso a los festejos con el segundo tanto de Omar Arellano, tras el cual ya nada contuvo el festín rojiblanco, la salida eufórica, entre porras para los suyos y haciendo escarnio del gigante derrotado.
Desde muy temprano los alrededores del máximo escenario futbolístico del país se vistieron para la ocasión. Los puestos de playeras, recuerdos y banderines coparon puentes, banquetas y la explanada del estadio Azteca.
El operativo policial empezó pasadas las 14 horas, pero desde temprano tumultos de aficionados salieron del tren ligero en lento caminar hasta las diversas entradas del coloso de Santa Úrsula, la nutrida procesión mezcló por igual playeras rojiblancas y amarillas. En la explanada ubicada frente a la calzada de Tlalpan se congregó la barra Monumental, que puso ambiente a la larga espera a ritmo de tamborazos y bailes.
Los seguidores del cuadro tapatío llegaron en decenas de autobuses y entraron con mucha anticipación para poblar la cabecera norte y, para amenizar las horas de espera, en varias ocasiones estallaron con el grito de “¡Chivas, Chivas!”, que de inmediato era apagado por la rechifla de los americanistas.
Afuera, los revendedores, estratégicamente ubicados, ofrecían sin rubor boletos con el pregonar de “¿le sobran... o le faltan, le sobran... o le faltan?” La cotización subió y los más baratos fueron expendidos hasta en 500 pesos. La derrama económica fue amplia, se podía comprar una pañoleta con los colores de su equipo favorito por cinco pesos, pintarse la cara por 10, binoculares por 20, y playeras de imitación hasta en 60 pesos.
A las 15:30 horas, ya con una tercera parte del graderío ocupada, transmitieron a través de las pantallas gigantes un homenaje para el ex jugador y técnico chileno Carlos Reinoso, el cual consistió en ponerle su nombre al túnel ocho. Un pequeño tributo al chileno, cuyo deseo al morir es que se rieguen sus cenizas tanto en los campos de Coapa como sobre la grama de este estadio, que ayer extrañó como nunca su talento.