■ Apuesta narrativa por la dualidad animal-humano
La pérdidad nos hace surgir como un nuevo bicho para sobrevivir: Tarazona
El animal sobre la piedra se llama la primera novela de Daniela Tarazona (ciudad de México, 1975). Historia inquietante: una mujer empieza a mutar, cambia su cuerpo, su piel, su rostro, sus ojos, su sexo, hasta convertirse en una especie de iguana o lagarto.
Es una metáfora de la sobrevivencia y la adaptación en situaciones críticas: “Yo perdí a una persona cercana y me di cuenta que cuando perdemos a alguien, hay un cambio interno, surge una nueva especie dentro de nosotros para sobrevivir, surgimos como un nuevo bicho, alguien distinto”, expresa la escritora.
A diferencia de Gregorio Samsa, el celebérrimo hombre-cucaracha protagonista de La metamorfosis de Kafka, el personaje de Tarazona no se duele de su transformación, al contrario, la acepta como algo natural y positivo.
La metamorfosis “es el libro más importante sobre la dualidad animal-humano y, bueno, Kafka es Kafka, pero antes de él hay toda una tradición mitológica relacionada con los hombres-animales y las mujeres-animales.
“A mí lo que me interesa y apasiona es el asunto de lo animal que hay en cada uno de nosotros, algo que no tenemos presente ahora que el mundo nos dice que todo lo tenemos bajo control, que hay una estructura y un orden que nos asegura y garantiza que no corremos ningún peligro; hay una obsesión agobiante por tener el control sobre todas las cosas de nuestra vida.
“Y por eso tomamos alimentos con ultravitaminas, alimentos light, usamos detergentes que penetran en la ropa y la dejan limpia y todos le entramos a eso de una u otra manera porque vivimos bombardeados por todos lados.”
Al reconocer la animalidad en el ser humano, la novela de Daniela Tarazona reconoce los beneficios de la mutación: “al mutar, la protagonista cree que va a llevar una vida y un orden mejor.”
Aunque no es una novela sufriente, si hay cierto ecepticismo en El animal sobre la piedra (Editorial Almadía): “Hay una parte donde sí me pongo muy azotada y tiene que ver con la pérdida de las certezas: no sólo la idea de que Dios murió, también murió la familia, murió la posibilidad de la pareja como una presencia a largo plazo, murió el sentido de procrear”.
El mundo sin sentido
Daniela Tarazona ya había elegido a un reptil como el animal en que se convertiría la protagonista de su novela, porque “son de los bichos que mejor han resistido” el paso del tiempo. Al investigar con unos biólogos de la UNAM, también se encontró con que “sus capacidades reproductivas son alucinantes y muchas veces se adaptan a las dificultades del medio. Algunas hembras guardan el esperma del macho hasta por un año, luego el macho ya no anda por ahí, pero tiene sus crías; hay lagartijas que son asexuales y se reproducen por partenogénesis”.
Estos detalles se trasnsformaron también en una metáfora: “Muchos de mi edad se preguntan, ¿para qué vamos a tener hijos? No sólo porque el mundo esté mal, sino porque no le encontramos sentido. Por otro lado está la cuestión de la reproducción asistida, hay mujeres ya mayores que tienen hijos y al mismo tiempo resulta que los hombres son menos fértiles.”
Está, además, “ese rollo feminista que pone a las mujeres como esas lagartijas. Yo no me considero feminista, ni me parecen muchas interpretaciones, un poco locas, que se han hecho de los textos feministas.
“Es una objeción generacional, tengo muchas amigas que comparten esto y no creen que vaya por ahí el asunto, porque hay un desfase hacia el sexo opuesto, hacia la pareja, que es ¿dónde estás tú y dónde estoy yo? Y si eres independiente, eres una feminista enojada.”.
Entonces en la novela están “todas esas ideas sobre el mundo y preocupaciones de la gente de mi edad.”