Usted está aquí: miércoles 22 de octubre de 2008 Opinión Astillero

Astillero

Julio Hernández López
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■ Negociación anunciada

■ Felipe agarró el salvavidas

■ Retomar lo institucional

Ampliar la imagen GRUPO ASESOR DEL FAP. Carlos Tello, Jorge Eduardo Navarrete, Rolando Cordera, Octavio Cortés y Gregorio Vidal, en la rueda de prensa donde hablaron sobre la reforma energética. A petición del Frente Amplio Progresista, senadores decidieron diferir para mañana la votación de los siete dictámenes de la reforma energética, pues aún hay varios artículos por revisar GRUPO ASESOR DEL FAP. Carlos Tello, Jorge Eduardo Navarrete, Rolando Cordera, Octavio Cortés y Gregorio Vidal, en la rueda de prensa donde hablaron sobre la reforma energética. A petición del Frente Amplio Progresista, senadores decidieron diferir para mañana la votación de los siete dictámenes de la reforma energética, pues aún hay varios artículos por revisar Foto: José Carlo González

De darse hoy (como todo hace suponer) la aceptación del movimiento lopezobradorista a los términos convenidos de las enmiendas petroleras de letra chiquita, habrá triunfado parcialmente el esfuerzo cívico que durante largos meses luchó contra los apetitos expresamente privatizadores de grupos coligados de poder que soñaron con reformas amplia y expresamente lucrativas, pero la ganancia política más importante habrá quedado en el bando de los opositores a esa movilización, en las alforjas correctivas de los operadores políticos unidos (PRI, PAN y PRD-Chucho) que habrán reinstalado con aureola exitosa el espíritu de la negociación cupular y a partir de ahora estarán en condiciones de machacar discursiva y operativamente con el señuelo de que el sistema político vigente, la clase política, las instituciones y las formas “civilizadas” de procesar diferencias han mostrado vitalidad y eficacia en el tema petrolero, sin necesidad de tretas y mecanismos placeros y estridentes. El desenlace hasta anoche previsto del episodio energético podría constituir un sacrificio provisional, discutible y por verse (sobre todo en el reino preferido de los diablos tramposos, que es el de los detalles) de las posiciones originales de Calderón y de las expectativas corsarias del priísmo y el perredismo colaboracionista, todo a cambio de someter a un movimiento de indómita oposición a los terrenos de la convalidación institucional, de la legitimación por la vía de los hechos (negociar es una forma de reconocer) y de la reducción práctica del rango de protesta masiva y activa, pues al recibir la clamorosa “victoria” que voceros sin confianza posible cantan como epopeya de unidad nacional (¡Por México!), esos movilizados opositores de hoy están aceptando las posteriores resoluciones adversas que pudieran tener en esas mismas fuentes de autoridad admitida.

El espíritu negociador fue planteado públicamente el pasado 28 de septiembre en el Zócalo capitalino, al final de una marcha iniciada en el Ángel de la Independencia. Veintiséis meses después de las elecciones vigorosamente impugnadas, el ex candidato presidencial despojado aceptó la posibilidad de llegar a acuerdos con el gobierno siempre tildado de espurio, de hacer convenios políticos en aras de la “salvación nacional”. López Obrador definió los términos mínimos de su plan (que esta vez no fue puesto a votación de la multitudinaria asamblea informativa) en razón de que “para rescatar al país de la crisis actual” se podría llegar a arreglos plurales, “siempre y cuando se convenga cambiar la política económica para apoyar a la mayoría de los mexicanos, en especial a los pobres y desposeídos del país, y todos nos comprometamos a no permitir la privatización de la industria petrolera, en ninguna de sus modalidades”. Al siguiente día se escribió aquí que la oferta del tabasqueño equivalía “al lanzamiento de un salvavidas político, desde una embarcación contraria, en vísperas de un naufragio anunciado” y que “así fuera para ganar tiempo, el calderonismo debería tomar la insólita palabra” a su único opositor verdadero.

Por inteligencia propia o asesoría externa, como reacción instintiva o porque a la hora del discurso en el Zócalo ya hubiera tratos en curso, el grupo que ocupa Los Pinos decidió aceptar de inmediato el extraordinario gesto conciliatorio y el 8 del presente lanzó en prenda discursiva difundida en cadenas nacionales de televisión un Programa para Impulsar el Crecimiento y el Empleo que no significó de ninguna manera un cambio “de la política económica para apoyar a la mayoría de los mexicanos”, pues lo anunciado era un reciclamiento de planes y programas ya presupuestados y por tanto no era sino más de lo mismo. El dato novedoso, la respuesta al planteamiento negociador, era, en todo caso, el supuesto compromiso de construir en fecha imprecisa una refinería (del plato oratorio a la boca presupuestal bien puede caerse la sopa llamada refinería) y la propuesta de “ampliación del gasto público en infraestructura, el cual será financiado con la desaparición de los proyectos de impacto diferido en el registro del gasto (Pidiregas), la conversión de sus pasivos en deuda pública y la exclusión de la inversión de Petróleos Mexicanos (Pemex) del Presupuesto de Egresos”, según reportó Claudia Herrera en La Jornada.

A reserva de que hoy se decida en plaza pública algo distinto, el redondeo de la negociación petrolera significará una reivindicación del chuchismo y una reinstalación del movimiento lopezobradorista en carriles políticos institucionales, con la carga de verificar el cumplimiento de los convenios asumidos con el gobierno “espurio” (antes de festejar, recuérdese el caso de la llamada Ley Televisa, tan derrotada ayer en la letra y tan viva y generosa hoy en sus términos prácticos, en la letra chiquita de la realidad controlada) y con el recuerdo de la máxima del difunto Reyes Heroles a la que este tecleador agrega entre paréntesis un adverbio condicionante: lo que (sólo) resiste, apoya.

Astillas

Otro joven estudiante consideró necesario expresar su punto de vista sobre el origen electoral y la eficacia operativa de la actual administración federal, esta vez en León, Guanajuato, mediante una camiseta con la palabra “espurio” que Cristóbal Flores vistió corto tiempo, mientras Felipe Calderón inauguraba instalaciones de un instituto tecnológico. Flores, quien cursa la carrera de Desarrollo Agrario, fue obligado por el Estado Mayor Presidencial a quitarse la camiseta con las siete letras explosivas, pero abajo llevaba otra, también con una sola palabra: “¿Oportunidades?”. El poder militar ya no siguió con la requisa indumentaria, acaso sensatamente temerosos los oficiales de que el joven fuera una cebolla de quejas cuyas capas textiles a desprender fueran interminables... Y, mientras quedan en lista de espera las “reformas” laboral y policiaca, ¡hasta mañana, con la PGR empeñada en mostrar, con el caso Brad Will, los términos de la alianza vigente con Ulises Ruiz!

 
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