Jefe Dan George
El indio más famoso de Hollywood
Pequeño gran hombre, la memorable película de Arthur Penn (1970), con Dustin Hoffman en el papel de Jack Crabb, un joven indio trasplantado por la fuerza a la civilización del blanco, que hace de su retorno a sí mismo un viaje iniciático, significó en su momento un cambio en la visión que tenía el cine acerca de los indios en Norteamérica. Por primera vez no eran mascotas, enemigos perversos o “Tontos” como el patiño del Llanero Solitario (que en México, piadosamente, se llamaba “Toro”). Se les veía al fin como protagonistas, gente de razón con estatura moral y sabiduría. Era novedad en la industria del entretenimiento, tan importante en la vida social de Estados Unidos.
Ya luego vinieron otras películas: Geronimo, Danza con Lobos, un Últímo mohicano reivindicativo, e incluso el cine indígena, como en Señales de humo (Sherman Alexie, 1998). Luego de ser invisibles y denigrados, hoy se sabe masivamente que esos pueblos llevan más de un siglo confinados en reservaciones, y que allí la vida suele ser cuando menos melancólica, si no desesperanzada. Donde sin embargo la lucha comienza una y otra vez.
En la película de Penn, un personaje clave es Viejo Cabaña de Pieles, interpretado por el jefe salish Dan George. Por ese trabajo recibió premios de la crítica en Nueva York y fue nominado al Oscar de Hollywood, aunque ya parece que iban a dárselo a un indio.
Este es un diálogo entre el joven Jack Crabb, quien sobreviviría al genocida general Custer, y el Viejo Cabaña de Pieles:
Jack: Conozco un hombre blanco tan valiente como cualquier Hombre Verdadero. Se llama general Custer.
Viejo Cabaña de Pieles: Me gustaría conocerlo y fumar con él. ¿Qué significa su nombre?
Jack: Significa ‘Pelo Largo’.
Viejo Cabaña de Pieles: Buen nombre. ¿Cómo se lo ganó?
Jack: Lo ganó en la guerra de los blancos para liberar a los negros.
Viejo Cabaña de Pieles: Ah sí, los hombres blancos negros. He oído hablar de ellos. Dicen que un hombre negro una vez se convirtió en Hombre Verdadero. Son creaturas muy extrañas. No tan feos como los blancos, eso sí. Pero igual de locos.
Su rostro era conocido en cine y televisión. Siempre en condiciones de dignidad, actuó como “indio real” en la serie Caribou Country, de la cbs a principios de los años 60, y luego fue Ol’ Antoine en Smith, de los estudios Walt Disney. La hizo de esquimal más de una vez y llegó a salir en la serie Bonanza. Pero ¿quién fue este indígena mediático que siempre conservó credibilidad y representividad para sus pueblos?
Nació como “Trueno que llega a la tierra del agua”, o Teswahno, en 1899, en la reservación Burrad Inet al norte de Vancouver, Canadá. Como el personaje de Dustin Hoffman, fue arrebatado de su tribu y educado en la “civilización”. A los 19 años lo casaron por arreglo familiar con una muchacha squamish a quien no conocía. Vivieron juntos 52 años y tuvieron ocho hijos. Sobrevivieron seis.
Hacia 1947, luego de ser leñador, obrero y estibador en los puertos de Pacífico norte, sufrió un accidente grave, perdió el empleo y terminó como artista trashumante con sus hijos y un primo suyo. Conformaban el grupo musical y dancístico Dan George y sus Animadores Indios. Se echaron a rodar por Norteamérica. Él tocaba el contrabajo (fiddle bass). Hasta entrados los años 50.
Con el tiempo, se convirtió en un importante jefe salish y vocero de las Primeras Naciones. En 1967 causó impacto nacional en Canadá al leer en el centenario de Vancouver su discurso “El lamento de la Confederación”, una proclama fundamental en el renacimiento de los pueblos originarios del continente americano.
Poeta, actor, contador de historias, se dio tiempo alguna vez para irse de gira más de un año con el grupo de rock Fireweed. Al final de su vida la universidad de Fraser le concedió un doctorado honorífico en Leyes. Murió en 1981.
Testigo del siglo, hizo lo suyo. Hizo la lucha, siempre del lado de sus pueblos. No sólo dejó su rostro tardío en el celuloide. También su voz. Y su palabra escrita, sencilla pero significativa. Aquí se presentan dos textos de la antología The Best of Dan George (Hancock Press Publishers, Columbia Británica, 2004).
Una vez más me deleito al oir el murmullo del agua de la tierra. Una vez más disfruto sentir en la cabeza de un niño que toco el porvenir de mis huesos. Una vez más veo el color de la felicidad diciéndome que la canción de mi muerte me va a gustar.
Entonces, ¡oh Tierra! estaré listo para devolverte lo poco que me quede luego de tantos años de tomar de ti.
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LA TIERRA ME ESPERA Las noches me ponen retrospectivo, los días me dan qué hacer, las mañanas me llenan de deseos, los ayeres de sabiduría, la luna de vanidad, el cielo de nostalgia, el sol me da miedo. ¿Y la Tierra?
Ella me espera nada más. |
Nota y traducción: Hermann Bellinghausen